
Célebre por copiar a grandes pintores, en este barrio conviven hoy 5.000 artistas
02 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Caminar por las diminutas callejuelas de Dafen supone para el visitante un desafío para esquivar, sin rozar los lienzos que se secan al aire, los carritos llenos de montoncitos de pintura fresca y los cubos con pinceles de todos los tamaños. Un reto nada fácil si se tiene en cuenta que a menudo a uno se le van los ojos a los coloridos óleos en los que se replican con total precisión las obras de arte más famosas del mundo. La sensación es la de contemplar a los Van Gogh, Rembrandt o Picasso del siglo XXI produciendo en masa y en un escaparate tan pintoresco como sus propias creaciones.
«Cada día pinto tres o cuatro cuadros como este. Lo habrás reconocido: es una de las obras más famosas de Van Gogh y son las que mejor se venden», explica Chen Houshan mientras pinta los famosos girasoles del artista holandés. «Llevo aquí unos 15 años. Al principio me costaba muchas horas terminar uno, pero ahora en menos de tres horas los acabo porque tengo muy claros los trazos que debo pintar», añade.
Apenas tres metros a la derecha de Chen encontramos una de las galerías más famosas del lugar por la calidad de sus réplicas. En ella, Zhong Zhaocun, más conocida en Dafen como Lady van Gogh, da los últimos retoques a La noche estrellada. Ella y su marido, Zhao Ziaoyong, ambos procedentes de la provincia de Hunan, llegaron a este suburbio de la ciudad de Shenzhen a finales de los ochenta en busca de un futuro mejor. «Es aburrido pintar siempre lo mismo, pero aquí tenemos una vida cómoda», dice.
Las historias de los más de 5.000 pintores que viven, trabajan y dan color a las calles de Dafen se repiten. Esta aldea poblada fundamentalmente por huertas empezó a cambiar en 1989, cuando un empresario hongkonés, Huang Jiang, abrió en este lugar un enorme taller donde varios pintores realizaban las réplicas necesarias para atender los pedidos de hoteles o clientes al por mayor que buscaban decoración.
Huang creó una auténtica cadena de montaje que le permitía la creación, a bajo precio, de cientos de Renoirs, Picassos o Monets de la forma más efectiva nunca vista para este sector, lo que llevó a cientos de empresarios a copiar su idea. En el 2001 ya había en este barrio cerca de 10.000 artistas repartidos en más de 800 galerías que producían y exportaban el 60 % de las réplicas de obras de arte del mundo.
En el 2008, la gran crisis económica de Occidente tumbó los pedidos que desde el extranjero reclamaban a Dafen y una vez más este singular paraje demostró su capacidad para reinventarse. «Si tenían talento para copiar con tanta precisión, también lo tendrían para empezar a crear sus cuadros originales», pensó Henry Qu, un avispado empresario que creó una nueva tendencia en el pueblo mientras a su lado el artista Luo Heng asiente con movimientos de cabeza.
«Henry confió en mí y ahora algunos de mis cuadros se venden a unos 10.000 euros, principalmente a chinos con mucho dinero», afirma Luo. Con la flexibilidad de las cerdas de un pincel Dafen ha sabido adaptarse a los cambios del poder económico global. Si bien sigue exportando su arte al mundo, ahora su principal mercado son los bolsillos más pudientes de China, el mayor mercado del mundo con un futuro tan prometedor como el incesante crecimiento de su nueva clase media.