Los ecuatorianos se posicionaron del lado de Lenín Moreno en el referendo del domingo y rechazaron que el expresidente pueda concurrir a las elecciones del 2021
06 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Rafael Correa pasa por uno de los momentos más complicados de su trayectoria política tras el varapalo del domingo, día en el que los ecuatorianos decidieron
en un referendo prohibir la reelección indefinida, lo que impediría su vuelta al poder en las elecciones del 2021. Hasta un 64,36 % de los electores rechazaron una opción que daría Correa ciertas garantías para perpetuarse en el poder. Un duro golpe para quien gobernó el país sudamericano durante diez años (2007-2017). El expresidente ha tenido que ver también cómo su partido, Alianza País (AP), con el que inició la revolución ciudadana, se escindía en dos, quedando dividido entre los que le apoyan y los que prefieren a su sucesor, Lenín Moreno.
Fue el mismo Correa quien le aupó como candidato presidencial de la formación izquierdista.
Pero las desavenencias entre ambos se iniciaron el mismo día en que Moreno tomó posesión. Nombró en su Gabinete a personas ajenas al movimiento. Días después propuso un diálogo nacional con sectores opositores, calentando un ambiente político que comenzó a hervir cuando denunció la situación económica heredada y una deuda pública que podría superar los 60.000 millones de dólares (48.300 millones de euros).
Fueron los casos de corrupción nacidos en el seno del último Gobierno correísta lo que acabó rompiendo el vaso. El vicepresidente Jorge Glas, protegido de Correa, fue sentenciado a prisión por haber aceptado coimas de la constructora Odebrecht. Moreno no defendió a su segundo, y Correa acabó definitivamente con la alianza. El exlíder considera desde ese momento a Moreno un «traidor».
La corrupción va camino de suponer un grave problema para Correa. «Ahora van a por mí», repite constantemente en las entrevistas. Cree que no existe separación de poderes en Ecuador.
Caso Petrochina
El expresidente fue citado ayer por la Fiscalía para declarar en el caso Petrochina de forma voluntaria. Se trata de una investigación por una supuesta malversación de fondos en la venta de petróleo estatal a la compañía asiática que podría haber perjudicado al Estado en unos 2.200 millones de dólares. No fue una vista tranquila. Más de cien policías fueron destinados a custodiar el edificio de la Fiscalía en Guayaquil, donde se concentraron decenas de personas: unas para defender a Correa y otras para abuchearlo. No era la primera vez, ya que la semana pasada el expresidente fue objeto de un lanzamiento de huevos durante una entrevista de radio, algo impensable hace tan solo unos meses.
Pero Correa puede aferrarse a la idea de que buena parte del electorado le sigue siendo fiel. La consulta le dio la posibilidad de medir su popularidad entre los ecuatorianos, y a tenor de los resultados de algunas de las preguntas, que cuestionaban políticas clave de su Gobierno, el 36 % de los votantes le apoyó. Mantiene, además, el control de 29 diputados en la Asamblea Nacional, lo que convierte a su bancada en el mayor grupo de la oposición. De hecho, podría incluso llegar a forzar una Asamblea Nacional Constituyente para volver a cambiar las reglas del juego. Por eso Moreno no puede cantar victoria todavía. El masivo apoyo al «Sí» supone una buena carga de legitimidad, pero sigue teniendo que enfrentarse a un parlamento dividido y a la crisis de deuda del país.
Tendrá que proponer reformas económicas en los próximos días y está por ver quién le apoya. Muchos coinciden: esta es la primera semana real de trabajo para el Ejecutivo, que tomó posesión en Mayo. Moreno deberá moverse entre la derecha y el correísmo más férreo, liderado por un exmandatario que no se da por vencido.