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Los regímenes autárquicos silencian la victoria del demócrata
09 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.El mundo se encuentra expectante a la espera de que se esboce la agenda que marcará las relaciones internacionales de EE. UU. con el presidente electo Joe Biden en la Casa Blanca. Distintos analistas y sondeos de opinión coinciden en señalar que Biden tendrá mayor capacidad de decisión para restañar heridas y restaurar puentes que socavaron la reputación de la primera potencia mundial ante Occidente y otras instituciones multilaterales durante el mandato de Donald Trump. Mayor incluso que para coser las heridas internas de un país polarizado. Biden tiene experiencia y equipo para hacerlo.
Las democracias de todo el planeta se han congratulado con la victoria del demócrata y de su vicepresidenta, Kamala Harris. Pero igual de sonados han sido los silencios de las otras dos potencias dentro del escenario mundial: Rusia y China. Dos autarquías que, por razones bien distintas, sí se sentían cómodas con Trump en el despacho oval.
Más que Pekín, el Kremlin estaba particularmente cómodo con Trump en el poder. Si hace cuatro años, los parlamentarios de la Duma saludaron con brindis la llegada del magnate republicano a la Casa Blanca, los ánimos ahora son completamente distintos. Biden dejó poco espacio para una mejora en las relaciones con Rusia durante la campaña electoral al nombrar al país como el mayor enemigo de EE. UU. Tampoco les sorprende. Porque Biden «fue parte de esa política de estrangulamiento» iniciada por Barak Obama en el 2014 a raíz de la injerencia rusa en Ucrania y la anexión de Crimea. Y el Ejecutivo de Putin sabe que apenas queda espacio para pensar que las cosas vayan a cambiar en el sentido de que las sanciones sobre una economía tan dañada como la rusa, se suavicen. Únicamente podrá haber acercamiento en el ámbito del desarme nuclear que Trump dejó abandonado.
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Guerra arancelaria
El caso de China es bien distinto. Biden aspira a tejer en Asia una red de democracias con Australia, Japón e India, pero no le queda otra que trabajar también con regímenes como el chino. Sostienen distintos expertos que la guerra arancelaria que abrió Trump con el gigante asiático no va a cambiar, solo se diferenciarán las formas. Porque EE.UU. ya no puede hacer frente en solitario a una superpotencia de las dimensiones alcanzadas por el país y para ello sí echarán mano de sus socios europeos y asiáticos.
En lo que no estará dispuesto a ceder el nuevo inquilino de la Casa Blanca con China es en la intención del Gobierno de Xi Jinping de apoderarse de Taiwán, referente mundial de la industria tecnológica en plena era de la inteligencia artificial. Hay quienes anticipan incluso que EE. UU. se valdría de su condición de potencia militar para impedirlo.
El coqueteo, casi personal, que Trump mantenía con Putin, Xi Jinping o el dictador norcoreano Kim Jong-un ha llegado a su fin con la derrota del magnate y su salida de la Casa Blanca.