Las causas judiciales lastran la influencia del exlíder francés
28 feb 2021 . Actualizado a las 23:23 h.El expresidente francés Nicolas Sarkozy conocerá este lunes la sentencia del juicio que le llevó al banquillo de los acusados por corrupción y tráfico de influencias, por el que la Fiscalía pidió contra él dos años de prisión firme y que puede determinar su futuro político. Sarkozy es, casi una década después de su salida del Elíseo, la brújula de la derecha francesa, aunque es cierto que su capacidad de influencia se ha visto visiblemente dañada por las numerosas causas que tiene abiertas ante la Justicia.
A falta de otro líder que sea capaz de encarnar el proyecto conservador en Francia, su voz sigue marcando el rumbo.
Por eso, la derecha y la clase política están muy pendientes de sus peripecias judiciales, convertido en el primer expresidente que se sienta en persona en banquillo de los acusados, último rescoldo del poder del que gozó y que ahora parece quebrantar su capacidad de influjo.
Tras más de cuatro decenios en la política, Sarkzoy aspira a sacudirse las acusaciones y recuperar el liderazgo moral de su campo político, apoyado en su capacidad para aprovechar en su interés incluso los golpes desfavorables.
Conquistó el Elíseo en el 2007 frente a la socialista Ségolène Royal, tras haberse confeccionado un traje de derechista sin complejos, el de la ruptura frente a la moderación «chiraquiana», que le permitió ganar buena parte de los votos de la ultraderecha.
Presidente hiperactivo
Una vez en el Elíseo, Sarkozy anestesió a los sindicatos imponiendo los servicios mínimos en la Administración y en grandes empresas públicas, lo que le permitió reformar las pensiones y los salarios sin tener que afrontar duras protestas en la calle.
Pero la crisis económica que estalló en el mundo en el 2008 restó lustre a sus reformas. En una nueva pirueta, Sarkozy prometió «refundar el capitalismo», pero no fue más allá de dar la imagen de un líder hiperactivo que corría a apagar incendios.
Y su imagen empezó a desentonar de su discurso de defensor del trabajo, el esfuerzo y la responsabilidad, de la Francia que madruga. Todo ello desembocó en una dolorosa derrota frente al socialista François Hollande tras una campaña en la que Sarkozy se acercó a los postulados ultraderechistas.
La estigmatización de la inmigración, el afianzamiento de la identidad francesa, cristiana y europea, el repliegue interior y el refuerzo de las fronteras, marcan desde entonces la carrera de un político que ha ido abandonando su tradicional pragmatismo.
Abogado y diplomado en ciencias políticas, nacido en París en 1955 en una familia aristocrática de origen húngaro, Sarkozy fue una alternativa a los 12 años de Chirac, pese a haber sido el número dos de su Gobierno
Casado tres veces, la última con la exmodelo y cantante de origen italiano Carla Bruni, padre de cuatro hijos, y abuelo, Sarkozy no ha dudado en mediatizar su vida privada para reforzar su imagen presidencial.