William Rodríguez, superviviente del 11S: «No hay día en que no piense en ese fatídico ataque terrorista»

María Meizoso REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

William Rodríguez, superviviente del 11S, con la zona donde se erigían las Torres Gemelas al fondo.
William Rodríguez, superviviente del 11S, con la zona donde se erigían las Torres Gemelas al fondo. cedida

Participa este miércoles, en la Cidade da Cultura de Santiago, en el tercer Congreso Internacional de Criminalística Aplicada

15 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Veinte años después del atentado del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas las heridas siguen abiertas. El ataque terrorista le costó la vida a más de 2.750 víctimas. Uno de los supervivientes, William Rodríguez, participa este miércoles, en la Cidade da Cultura de Santiago, en la última jornada del III Congreso Internacional de Criminalística Aplicada que arranca hoy en A Coruña.

—¿Cómo es la vida de alguien que sobrevive a un suceso tan feroz como ese?

—En mi caso, me marcó para siempre. No hay día en que no piense en ese fatídico ataque terrorista, pero logré tomar ese impacto tan brutal y tan monstruoso para transformarlo en algo positivo y convertirme en activista. Así que puedo decir que esto me dio las tablas para poder pelear por las necesidades de la gente, especialmente las víctimas y supervivientes afectados directamente. Me convertí en la imagen de todos ellos. El 11S yo perdí a 200 amigos, pero ahora represento la responsabilidad social como presidente del Grupo de Víctimas Hispanas del 11 de septiembre.

—También salvó la vida de muchas personas gracias al minucioso conocimiento que tenía del interior del edificio. ¿Dónde se encontraba cuando impactó el primer avión?

—En el sótano de la Torre 1. La explosión nos levantó en el aire, el techo se derrumbó encima de nosotros y los rociadores contraincendios se activaron. El griterío fue brutal porque nadie sabía lo que estaba ocurriendo. A partir de ahí, la desesperación para intentar sacar a la mayor cantidad de gente posible fue monstruosa, no sabía cómo gestionarlo. Yo era solo un barrendero, el que limpiaba las escaleras del edificio. De hecho, ese día no iba a ir a trabajar, llamé al supervisor para decírselo y me rogó que fuera porque nadie podía hacer mi trabajo, un solo hombre limpiaba 110 pisos de escaleras y ese era yo. La fortuna estuvo en que, en el año 1996, sufrí un accidente laboral y conseguí que me dieran una de las cinco llaves maestras del edificio. Los otros que las tenían huyeron del lugar.

—¿Ha cuantificado el número de personas a las que pudo ayudar?

—A cientos. Entré tres veces y pude sacar a mucha gente. Yo conocía todos los escondites del edificio con los ojos cerrados. La primera vez que salí miré hacia arriba, vi el agujero, el humo y los cuerpos cayendo. Pero volví rápidamente y pude liderar al equipo de bomberos y a los policías en el rescate.

—Se habla poco de las secuelas invisibles que sufren las víctimas de atentados terroristas. En su caso, ¿todavía las padece?

—Durante muchos años, al entrar en un ascensor oía los gritos de la gente atascada y percibía el olor a cartón mojado de las paredes de yeso. Me costó mucho volver a tomar un ascensor. Pero aprendí a digerirlo desde el momento en el que me rescataron de entre los escombros porque me convertí en imagen de la tragedia. Y volvería a hacerlo.

El encuentro reunirá a expertos internacionales 

Por el III Congreso Internacional de Criminalística Aplicada —organizado por INICA— pasarán, desde hoy y hasta el miércoles, expertos en el sector y personalidades como Rosario Marín, la 41 secretaria del Tesoro de EE.UU.; Víctor Bellón, policía nacional gallego destinado en Kabul; el psiquiatra forense, José Miguel Gaona; o el teniente coronel retirado del Ejército norteamericano, Scott Smitson, entre otros.