La vida en Jersón: Salidas para comprar lo básico y vuelta al búnker

Caterina Devesa REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

Un hombre con sus dos nietos en un búnker en Jersón
Un hombre con sus dos nietos en un búnker en Jersón cedida

Natalia y Soia, sobrina y tía, residen en A Coruña, pero el resto de su familia sigue en Ucrania. Mientras que los padres de Natalia se refugian en un sótano, la hija de Soia busca medicamentos para donar a los hospitales

02 mar 2022 . Actualizado a las 13:40 h.

Natalia Kondriskin acudió el domingo a la concentración en contra de la guerra en Ucrania en A Coruña con Soia, su tía. Las dos mujeres residen en la ciudad herculina, pero tienen a su familia en su país natal. Desde que el conflicto estalló en la madrugada del jueves a penas duermen pensando en ellos. «Me he tenido que tomar tranquilizantes porque no puedo más», decía Natalia en la convocatoria. Lo único que las tranquiliza es poder comunicarse con sus seres queridos por internet: «De momento funciona, y esperamos que siga así». 

Lo primero que hacen al levantarse y lo último antes de acostarse es hablar con su familia en Ucrania. Este lunes les contaban que seguían bien, dentro de lo que cabe. «El exmarido de Soia está escondido con sus dos nietos en un búnker, en la misma ciudad de Jersón», cuenta Natalia. «Tienen 10 y 3 años. En este bunquer sólo pueden dormir sentados, no hay sitio para tumbarse», añade Soia. Con el paso de los días las provisiones se acaban y los ciudadanos tienen que salir a la calle: «Hay toque de queda y solo pueden salir para comprar lo básico. Además, la gente tiene miedo pero, como se les acaban las cosas, no tienen más remedio». En las tiendas apenas quedan alimentos, pero Natalia explica que han podido comprar algo para almacenar: «Queda poca cosa en los negocios y es peligroso estar por las calles». Entre lo que más necesitan ahora los ucranianos, Natalia señala ropa de abrigo y gasas: «Todo lo que sirva. Incluso cosas básicas como algodón». Ella y otros ciudadanos han donado ya material para enviar a Ucrania mediante la tienda de productos eslavos CHILSA77, en la calle Barcelona 85.

Mientras la mayoría se refugia en sótanos, la hija de Soia busca medicamentos para donar: «Está de voluntaria buscando material para los hospitales. Hay muchos heridos y no llega para todos. Va haciendo lo que puede con los que consigue comprar y los que dona gente», dice Natalia, que lleva 20 años en A Coruña: «Mi tía vino, pero mis padres no quieren vivir aquí. Vinieron de visita y les encantó, pero ellos quieren vivir en su tierra». Ahora están escondidos en su casa a las afueras de la ciudad. «Están lejos, viven cerca de un aeropuerto. Mi madre no tiene apenas movilidad, no puede caminar, y se siente una carga. Me llora y reza todo el tiempo porque no quiten internet y se puedan comunicar. Yo me levantó ya nerviosa por las mañanas porque es una situación muy dura». Las lágrimas también la caen a Natalia, que se mantiene en pie con la esperanza de que pare la guerra. «No hay que hablar de que Putin es malo, hay que hablar de la gente. Están muriendo y hay que parar esto como sea». Sobre sus progenitores, explica que se quedaron sin pan el domingo: «Mi hermana fue y les hizo en casa». 

Sobre si su familia se plantea irse, dice que de momento no: «Como digo, mi madre no se puede mover y yo creo que ni lo han pensado. Ucrania es su tierra». Sin embargo, una prima suya sí abandonó el país recientemente: «Llegó a Madrid el día antes de que estallase la guerra y menos mal. Ella no habla nada de español», cuenta Natalia, que añade: «Espero que las concentraciones que estamos haciendo sirvan para ayudar y que pronto termine esta pesadilla». Ojalá.