Kiev vuelve a encerrarse por miedo a los saboteadores rusos

Mikel Ayestaran KIEV / COLPISA

INTERNACIONAL

Milicianos de las fuerzas de Defensa registran a un hombre durante el toque de queda en Kiev
Milicianos de las fuerzas de Defensa registran a un hombre durante el toque de queda en Kiev GLEB GARANICH

La capital vive el toque de queda bajo la amenaza de un nuevo despliegue de baterías rusas en Irpín, a menos de veinticinco kilómetros

22 mar 2022 . Actualizado a las 21:53 h.

Un toque de queda de 35 horas que vació sus ya semidesiertas calles volvió este martes a congelar Kiev. Soldados y voluntarios de las unidades de la Defensa Territorial, la milicia encargada de los puestos de control, eran los únicos que podían moverse. Fue el segundo en las últimas dos semanas, el tercero desde que el 24 de febrero Rusia lanzara su ataque.

Los ciudadanos respetan las órdenes con marcialidad y volvieron a quedarse en sus casas, cerca de los búnkeres, en una jornada marcada por el tono grave de las explosiones en el norte de la capital y las detonaciones puntuales que sacudieron barrios cercanos al centro como el de Obolon, donde un vecino perdió la vida.

Los medios locales informaron de una contraofensiva ucraniana para alejar a los rusos del frente norte. Esto explicaba el rugido constante del cielo en esa parte de la ciudad. Las fuentes aseguraron que las tropas enemigas situadas en Irpín, Bucha y Hostomel habrían quedado aisladas por el ataque, con las vías de suministro cortadas. El furor causado por este supuesto golpe a los rusos se calmó cuando se difundieron imágenes captadas por satélite en las que se podía ver toda una batería de artillería que Moscú ha desplegado en Irpín, un movimiento que puede ser clave para lanzar una guerra de desgaste contra Kiev.

La guerra, que al comienzo parecía podía ser relámpago, se estanca y Rusia apuesta por una estrategia de castigar ciudad por ciudad y desgastar la defensa rival. Mariúpol, al sur del país, es el punto estratégico que tienen en el primer lugar en su agenda, pero Kiev es la victoria simbólica que persigue Vladimir Putin, sobre todo porque supondría un golpe directo a la supervivencia del Gobierno de Volodímir Zelenski. El líder ucraniano pidió una vez más en público un encuentro directo con su homólogo ruso para intentar llegar a un acuerdo e incluso, por primera vez, se mostró abierto a debatir el futuro de Crimea, Donetsk y Lugansk. El Kremlin respondió a cañonazos.

El tesoro más preciado

Con Mariúpol cercada, Jersón conquistada y Odesa en el punto de mira, Kiev es el tesoro más codiciado. Quizá Putin soñó con una operación rápida al estilo de la de Estados Unidos con Bagdad en el 2003, pero según informó la Inteligencia británica, los rusos se mantienen a veinticinco kilómetros de Kiev, una distancia desde la que pueden someter a la ciudad a un severo castigo de artillería como paso previo a la entrada calle por calle.

En declaraciones al Financial Times, un oficial de inteligencia de la OTAN aseguró que «Kiev es el gran objetivo de las dos partes, un paso clave para acabar con el actual Gobierno para Rusia por lo que los ucranianos deben defender la capital cueste lo que cueste».

El presidente de la Kiev School of Economics, Tymofiy Mylovanov, recurrió a las redes sociales para mostrar su ira por el «análisis colonial de la situación por parte de expertos y académicos occidentales. Después de tres semanas de guerra ha quedado claro que la cuestión no es cuánto tiempo aguantará Kiev, la pregunta es cuántas tropas perderá Rusia antes de tener que renunciar al asalto de Kiev».

A la caza de colaboradores

Las tropas rusas no han logrado poner un pie en los barrios de Kiev, pero existe un fuerte temor a la llegada de agentes al servicio del Kremlin que se infiltren en la ciudad para cometer actos de sabotaje. Este fue uno de los argumentos más repetidos por los analistas en los medios locales para explicar el motivo del tercer toque de queda en la capital desde el estallido de la guerra. Día a día crece el nerviosismo en los puestos de control más sensibles de Kiev, donde se revisa la documentación de todos los pasajeros a la caza de posibles colaboradores.

El toque de queda en un hotel donde todos los huéspedes son periodistas de varias generaciones, la mayoría con experiencia en varios conflictos, algunos veteranos de Grozni y los Balcanes, se convierte en una oportunidad para recordar batallas, comparar escenarios, hacer planes de salida por si las cosas se ponen mal y, sobre todo, formular preguntas a quienes más saben sobre qué pasará con esta guerra. No hay una respuesta porque la última palabra la tiene un líder impredecible como Putin. Lo que nadie duda es que Kiev es la clave. Si cae Kiev, todo cambia.