Un acuerdo «in extremis» evita otro choque de Serbia y Kosovo

RICARD G. SAMARANCH PRISTINA / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell
El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell David Zorrakino | EUROPAPRESS

Las autoridades de ambos territorios desbloquean el conflicto de las matrículas que amenazaba con un estallido de violencia

24 nov 2022 . Actualizado a las 19:08 h.

Los representantes de Serbia y Kosovo llegaron la noche del miércoles a un acuerdo in extremis en el llamado «conflicto de las matrículas», un asunto simbólico que amenazaba con provocar un estallido de violencia en una región con un pasado convulso. El pacto ha sido posible gracias a los esfuerzos mediadores de la Unión Europea y, en menor medida, a EE.UU. De hecho, fue el alto representante de Exteriores de la UE, Josep Borrell, quien anunció la noticia desde Bruselas, donde ambas partes llevaron a cabo una maratoniana negociación de tres días enteros.

Durante meses, en el confín entre Serbia y la autoproclamada República de Kosovo, a la entrega del pasaporte se sumaba otro ritual para los conductores de algunos vehículos: cubrir con un insulso adhesivo blanco la insignia nacional de su matrícula, considerada legal por las autoridades del otro lado. «Serbia dejará de emitir matrículas con denominaciones de ciudades de Kosovo, y Kosovo dejará de realizar acciones relacionadas con la rematriculación de los vehículos», explicó Borrell sobre el contenido del pacto.

Casi tres lustros después de la declaración de independencia de Kosovo, reconocida por una mayoría de la comunidad internacional, el Gobierno serbio no ha normalizado las relaciones con las autoridades de lo que aún considera su provincia rebelde. Por eso, Belgrado no reconoce sus símbolos de soberanía, matrículas, pasaportes, etc. De la misma forma, el Gobierno kosovar no quiere aceptar que la minoría serbia en Kosovo, aproximadamente un 5 % de la población, use los documentos y símbolos nacionales de Serbia, algo que niega su condición de Estado independiente.

En verano ya se produjeron disturbios a causa de otro conflicto simbólico por la falta de reconocimiento mutuo de los documentos de identidad. En agosto, Bruselas sí logró un acuerdo in extremis en otra cumbre tripartita, que aplazó la discusión sobre la cuestión de las matrículas. En teoría, el martes Pristina debía empezar a multar con 150 euros a los serbios de Kosovo que no llevaran el distintivo nacional kosovar. Horas antes, y respondiendo a una petición de Washington, gran aliado de Kosovo, el primer ministro, Albin Kurti, extendió el plazo otras 48 horas para seguir negociando. Este miércoles, cuando estaba a punto de caducar la prórroga, se fraguó el acuerdo.

Más allá de estos conflictos de tipo simbólico, ambas partes llevan años negociando una «normalización» de sus relaciones, ya que el reconocimiento de la independencia de Kosovo es un tabú en Serbia. Precisamente, lograr este acuerdo de largo alcance, que aleje definitivamente el escenario del retorno a la violencia, será el próximo objetivo de la diplomacia europea. Las posiciones continúan alejadas, más aún tras el ascenso al poder el pasado año de Kurti, que ha endurecido la posición negociadora de Pristina. El principal escollo es el estatuto de la Comunidad de Municipios Serbios, que reúne a los diez municipios de mayoría serbia en Kosovo. Belgrado sostiene que los acuerdos de Bruselas del 2013 preveían la creación de esta institución, pero el Gobierno kosovar lo niega.