La matanza de Bajmut limita la ambición de la anunciada contraofensiva ucraniana

Óscar Beltrán de Otálora MADRID/COLPISA

INTERNACIONAL

Artilleros ucranianos preparan munición para lanzarla contra posiciones rusas en Bajmut.
Artilleros ucranianos preparan munición para lanzarla contra posiciones rusas en Bajmut. STRINGER | REUTERS

La ciudad, que Kiev considera una «picadora de carne rusa», se ha erigido en un símbolo que ha desgastado a los dos ejércitos en liza

08 may 2023 . Actualizado a las 22:09 h.

¿Es Bajmut el nuevo Stalingrado? Pocas batallas por un lugar tan pequeño han supuesto una carnicería como la que se está desarrollando en este pequeño pueblo situado en Donetsk. En estos momentos, cada hora es una incógnita, ya que la ciudad puede caer en manos rusas en cuestión de horas o la respuesta de Kiev permitiría asestar un duro golpe que bloquee a los invasores.

Stalingrado supuso la gran derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial que hundió la moral de la Wehrmacht. En Bajmut, Zelenski ya ha definido la urbe como «la gran fortaleza de la moral ucraniana». «Para las dos partes es un lugar en el que hay que resistir porque es un símbolo», resume el teniente general en la reserva y exjefe de la inteligencia de las Fuerzas Armadas, Francisco José Gan Pampols.

En su opinión, no obstante, quizá Kiev se ha obstinado demasiado en mantener esta plaza y ha sufrido más de lo que puede tolerar para no abandonarla. Esta batalla, en cualquier caso, marcará el futuro de la inminente contraofensiva ucraniana. Bajmut era una ciudad pintoresca antes de la guerra. Junto a ella se encuentran las mayores minas de sal de la región, clausuradas poco antes de la Segunda Guerra Mundial.

Esos yacimientos, que también producen yeso o mármol, se convirtieron a los años 60 en bodegas en las que se comenzó a elaborar el champagne ruso, el vino espumoso llamado shampanskoe. Hoy en día, esos túneles sirven de refugio subterráneo a civiles y militares ante los constantes bombardeos rusos. Stalingrado, por el contrario, era un emporio industrial con más de 600.000 habitantes, cuyas comunicaciones daban paso a lugares estratégicos de Rusia.

Antes de la invasión rusa del año pasado en Bajmut vivían 73.000 ucranianos. La guerra ha supuesto que 50.000 ciudadanos hayan abandonado la localidad. Los vecinos que se marcharon han sido sustituidos por cadáveres. Solo en el bando ruso han fallecido 20.000 personas desde que comenzó la batalla. Los heridos ascienden a 50.000. El número de bajas ucranianas se desconoce, pero se considera que es elevado.

Como en Stalingrado, en Bajmut se está desarrollando una batalla urbana, una de las más difíciles, ya que cada esquina es un lugar a conquistar y el dormitorio de una casa puede ser una fortaleza. Además, los duelos artilleros han convertido la ciudad en una escombrera. Y tanto rusos como ucranianos han excavado en los exteriores una red de trincheras en las que se lucha como en la Primera Guerra Mundial, pero con drones sobrevolando un terreno embarrado y lleno de cuerpos mutilados.

La masacre de Navidad

Rusia intentó tomar Bajmut en los inicios de la guerra, pero de manera previa la atacó con artillería y misiles para desgastar a los defensores y obligarlos a abandonar sus posesiones. Ucrania aguantó. En agosto Rusia intentó una ofensiva, pero los atacantes fueron detenidos de nuevo con una lluvia de misiles. El 1 de enero Rusia sufrió un golpe humillante en la cercana Makiivka.

Alrededor de 700 soldados de las unidades que iban a combatir a Bajmut fallecieron al ser bombardeos tras haber sido detectados por sus teléfonos móviles cuando participaban en una fiesta de Navidad. Un mes después, Rusia envió a la zona a los mercenarios de Wagner, quienes han sostenido la ofensiva que sí consiguió tomar el centro de Bajmut.

Los ucranianos definieron Bajmut como la «picadora de carne», ya que cada ataque ruso se saldaba una masacre. Pero Rusia ha dispuesto de material y tropas como soportar esa sangría. En el caso de Stalingrado, también las tropas rojas soportaron la peor parte (1.200.000 soldados muertos frente a 740.000 alemanes). Pero allí ganaron. «Desde un punto de vista estratégico, a veces hay que saber perder para ganar una guerra», considera el general Gan Pampols.

«Hay un momento en el que lo más inteligente es retirarse porque estás comprometiendo demasiados esfuerzos. Kiev se ha visto obligado a hacer rotaciones con sus unidades ante los golpes que estaba recibiendo. Quizá debería haberse retirado antes para que el desgaste del adversario no se convierta en el desgaste propio», agrega.

Ambiciones limitadas

Analistas norteamericanos del Instituto de la Guerra Moderna, vinculado a la academia militar de West Point, comparten esa opinión. El haber mantenido la lucha durante demasiado tiempo en Bajmut ha supuesto un castigo para ambas partes. La incógnita es saber cómo afectará la masacre a la ofensiva prevista por Ucrania para la primavera o el verano.

«Ucrania ya está planteando ambiciones limitadas y ahora asegura que quizá no llegue hasta el mar o no consiga aislar Crimea de sus conexiones con el continente. Lo que está pidiendo es que le quiten presión», explica Gan Pampols.

La contraofensiva dependerá de varios factores. En primer lugar, el clima. En la actualidad, muchas zonas del frente son un barrizal en el que quedará atrapado cualquier ejército. En segundo lugar, la disposición del armamento occidental que ya está llegando a Ucrania y su capacidad real. Pero la clave es la respuesta rusa.

«El ejército invasor no es el que entró en Ucrania en febrero, convencido de que la victoria era cuestión de días y fue diezmado. Ha aprendido de sus errores y cuenta con una mayor preparación. Además, ha tenido tiempo de fortificarse y está esperando a los ucranianos». Como en todas las guerras, lo peor está por venir.