Al Sisi renovará su poder en Egipto con una farsa electoral

RICARD G. SAMARANCH TÚNEZ / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Carteles electorales de Al Sisi, cerca de El Cairo
Carteles electorales de Al Sisi, cerca de El Cairo AMR ABDALLAH DALSH | REUTERS

El mariscal, con decenas de miles de presos políticos, espera obtener de nuevo el 90 % de votos

09 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Una década después de dar el golpe de Estado que puso fin a la transición democrática en Egipto, el presidente Abdelfatah al Sisi busca reforzar su dudosa legitimidad en unas elecciones presidenciales que se iniciarán el próximo domingo y se prolongarán durante tres días. Como sucedió en anteriores comicios, cualquier atisbo de pluralismo es una farsa en una dictadura militar que mantiene entre rejas a decenas de miles de presos políticos, incluidos líderes de la oposición, activistas, e incluso influencers o artistas que no encajan en la estrecha visión moral de los uniformados.

Esta vez, Al Sisi, un mariscal de 69 años, contará con tres adversarios de paja, líderes de partidos que colaboran con el régimen. En sus mítines y entrevistas, ninguno de los tres ha criticado directamente al presidente o a sus políticas, siempre atentos a no cruzar ninguna de las líneas rojas establecidas por el régimen. Sin competición real, es muy probable que Al Sisi vuelva a obtener más de un 90 % de los votos.

El único aspirante a candidato dispuesto a ejercer realmente de opositor fue el exdiputado Ahmed al Tantawi, miembro de una coalición opositora progresista que agrupa una docena de formaciones. No obstante, Al Tantawi se halla procesado por «circular documentos electorales sin permiso oficial». Es decir, por haber simplemente intentado reunir las firmas suficientes para concurrir a los comicios, según lo establecido en la ley. Algunos de sus colaboradores fueron arrestados y otros acosados por la policía, lo que impidió lograr las 25.000 firmas requeridas.

Ante todos estos abusos, una vez más, la mayoría de los componentes de la oposición legal han optado por boicotear las elecciones. Lo mismo harán los Hermanos Musulmanes, el movimiento islamista que ganó todos los comicios durante la transición. «Llamamos al pueblo egipcio a desenmascarar esta farsa y a no participar en esta legitimación de un régimen injusto, que ha corrompido la vida política y social del país, y malgastado sus recursos», dice en un mensaje telefónico Mohamed Emad, un líder de la Hermandad exiliado en Turquía.

Para muchos analistas, el dato más interesante del proceso electoral será el de la participación, que ha mostrado una progresiva tendencia a la baja. En el 2019, solo el 41 % de los egipcios acudieron a la cita con las urnas, a pesar de que el Estado movilizó todos sus recursos para promover el voto, incluidas fuertes presiones a los funcionarios e incluso la amenaza de multas a los abstencionistas.

Difícil situación económica

Esta pérdida de apoyo popular está directamente vinculada a la difícil situación económica del país. A pesar de haber recibido 114.000 millones de dólares por parte de sus aliados del Golfo Pérsico en diez años, y de haber firmado tres créditos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) desde el 2016, hace un año El Cairo tuvo que pedir un cuarto préstamo de 3.000 millones de dólares al FMI. En poco más de un año, la libra egipcia perdió la mitad de su valor frente al dólar, sumiendo a millones de personas en la pobreza.

Ahora bien, el FMI exige una nueva devaluación de la libra y más recortes en el gasto público, y esa podría haber sido la razón por la que Al Sisi adelantó unas elecciones previstas para mitad del año próximo. «El régimen ha malgastado miles de millones en proyectos que han enriquecido a los generales, pero no han generado un tejido productivo más fuerte. De hecho, el sector privado lleva años encogiéndose», asevera Timothy Kaldas, del comité de expertos TIMEP.

Mientras la vecina Gaza arde bajo los bombardeos israelíes, buena parte de los egipcios resiente que su Gobierno, aliado de Israel, no haga más para evitarlo. Pero saben que cualquier crítica es una invitación a la cárcel.