«La inflación es una locura»

Héctor Estepa BUENOS AIRES / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Marina Martínez, Alejandro Cofiño, Sandra y Fran Gómez hablan de la difícil situación que atraviesa el país.
Marina Martínez, Alejandro Cofiño, Sandra y Fran Gómez hablan de la difícil situación que atraviesa el país.

La lucha para afrontar la escalada imparable de los precios desespera a los argentinos

17 dic 2023 . Actualizado a las 10:25 h.

Argentina se encuentra inmersa en una carrera contra la inflación. El país acumula una subida de precios superior al 160 % en el 2023 y la llegada de Javier Milei al poder la ha acelerado. Su Gobierno anunció un duro ajuste el pasado martes con el objetivo de «sincerar» el mercado, que incluye la devaluación del peso argentino un 50 %. El efecto más inmediato ha sido una escalada vertiginosa de precios.

Marina Martínez.
Marina Martínez.

1. MARINA MARTÍNEZ

«LA PEOR CRISIS ES ESTA, HA SIDO MUY FUERTE»

«Está bravo el panorama. Esto hay que sufrirlo de a poco, porque duele mucho», dice la octogenaria Marina Martínez mientras compra un poco de pollo en una carnicería del barrio bonaerense de Almagro, una de las zonas más castizas de la capital argentina, donde habita una clase media cuyo poder adquisitivo ha descendido notablemente en los últimos meses. No es la primera crisis inflacionaria que recuerda Marina. Su padre llegó a Argentina en los años sesenta proveniente de Arantei, parroquia perteneciente a la pontevedresa Salvaterra de Miño, y ella ya vivió el «rodrigazo» en los setenta, la dictadura, la hiperinflación con Raúl Alfonsín a finales de los ochenta y el corralito del 2001. «Creo que la peor crisis es esta. Ha sido muy fuerte», señala mientras el carnicero anuda la bolsita blanca con su compra. La crisis está afectando especialmente a los jubilados. La pensión mínima ha quedado, con la devaluación del peso, y una subida reciente, en unos 106.000 pesos, unos 122 euros, al cambio oficial. Marina mira cada precio y recorta gastos. «En una semana ha subido un 40 % la carne de res», interpela Fran Gómez, el carnicero de Marina. En su local ya no hay precios expuestos.

Alejandro Cofiño.
Alejandro Cofiño.

2. ALEJANDRO COFIÑO

«HAY GENTE QUE ESPECULA Y SE GENERA UNA CADENA»

«Siempre estás con una zanahoria delante y vas detrás», lamenta Alejandro Cofiño, un cuarentañero, de origen asturiano, que por la mañana trabaja en un negocio de distribución de aceite y por la tarde abre una pequeña despensa de ultramarinos en Almagro. «Imagínate que lo que yo dejé a un restaurante hace una semana en aceite ya vale un 138 % más cuando lo voy a cobrar. No me sirve ni para reponer. Cobro lo que prometí y después pongo plata mía, pero hay gente que especula, que pone precios exorbitantes, y empieza la especulación. El de enfrente sube, yo también subo, miro a ver a cuánto tiene los huevos el de al lado; todos empiezan a subir y se genera una cadena en la que, en realidad, no sabes cuál es el precio», lamenta.

El portal Infobae calculó que los precios de los productos básicos podrían subir un 98 % en diciembre y enero. El banco JP Morgan pronosticó una inflación acumulada del 60 % para esos dos meses. La Voz ha comprobado estos días, tanto en Buenos Aires como en Córdoba, la segunda ciudad del país, que una parte importante de los consumidores se enfrascan a diario en la búsqueda del precio más bajo.

3. ISABEL ORTEGA

«LA LECHE YA HACE NO SÉ CUÁNTOS MESES QUE NO LA TOMAMOS»

«Hay que caminar y buscar ofertas, es lo único que nos queda», dice Isabel Ortega, ama de casa a la fuerza —el trabajo no abunda pasados los 45—, mientras recorre con su amiga Silvia Sequeira los supermercados de Alberdi, un barrio de Córdoba, un viernes de bochorno, a 36 grados de sensación térmica. «Vamos informándonos y tenemos contacto con otras personas, organizándonos en redes sociales para ver los precios. Así nos ayudamos todas», dice Silvia. «Lo que más ha subido es la carne y el pan. La leche ya hace no sé cuántos meses que no tomamos», añade. «Si había dos o tres teléfonos, quedamos con una sola línea. En el colegio nos organizamos con las mamás para comprar los libros al por mayor. Y carne, ni se diga, una o dos veces al mes, vamos a salir volando...», señala, antes de admitir tanto ella como su marido que están racionando la comida. «Almuerzo bien, quizás meriendo un poco y por la noche me tomo un té», admite. «Ni mi marido ni yo cenamos. Es una locura, pero no te queda otra. Un té y unas galletitas, y ya», confiesa también Isabel.

4. IVANA FARÍAS

«PARA REDUCIR GASTOS EMPEZAMOS A COMER MAL»

La situación es peor para quienes tienen pequeños. En un parque junto a la estación de Policía de Córdoba juegan los tres hijos de Ivana Farías, de 32 años. «Se fue todo al doble esta semana», lamenta mientras vigila a su hija pequeña, de 5 años. La niña tiene anemia. «Ella estaba acostumbrada a desayunar bien. Con huevo, fruta... Para reducir gastos empezamos a comer mal. Mucha pasta, más económica, y le empezamos a dar pan. La llevamos al médico y la diagnosticaron», lamenta Ivana. Su marido cobra un salario humilde, pero está en blanco, lo que significa que la familia no recibe las ayudas que benefician a los más necesitados. Están pensando en irse del país, rumbo a Italia. «No sé cómo lo vamos a hacer. Mi marido tiene que recoger al niño en bicicleta porque no nos da para cinco billetes de autobús, y ahora lo quieren subir. Eso, con las deudas que hemos tenido que ir adquiriendo..., no sé», confiesa.

Sandra en el comedor social al que acude para poder alimentar a su familia.
Sandra en el comedor social al que acude para poder alimentar a su familia.

5. SANDRA

«COMEMOS COMO PODEMOS, NO SE PUEDE VIVIR»

«Comemos como podemos», cuenta Sandra, usuaria de un comedor social en el barrio bonaerense de Barrancas. Sin ese servicio tendría graves problemas para dar el almuerzo a sus hijos, porque con el sueldo de su marido no alcanza. Es el drama de cientos de miles y argentinos que trabajan —el desempleo es apenas del 6 %—, pero, debido a la inflación y a la informalidad, los sueldos no les alcanzan. Falta empleo de calidad. «Carne no se puede comer. A veces, algún fin de semana, compramos alitas de pollo, las congelamos y las hacemos por porciones. La inflación es una locura. No se puede vivir», confiesa, inmersa en una situación que está, según los argentinos, avivando la tensión y afectando a la convivencia.