El Partido Republicano se cuadra ante Trump

Mercedes Gallego NUEVA YORK / COLPISA

INTERNACIONAL

Donald Trump, en una imagen del pasado 19 de diciembre
Donald Trump, en una imagen del pasado 19 de diciembre SCOTT MORGAN | REUTERS

Nikki Haley, la última rival del expresidente en la carrera hacia la candidatura, mira la cita de New Hampshire del próximo lunes como su última oportunidad

18 ene 2024 . Actualizado a las 19:52 h.

La tormenta de Iowa ha llegado a New Hampshire tras dejar muchos daños por el camino. Y no son solo los coches varados en la nieve o los vuelos cancelados. Dos aspirantes republicanos han tirado la toalla tras la contundente victoria de Donald Trump en los caucus que abrían la temporada de primarias: el inversor tecnológico Vivek Ramaswami y el exgobernador de Arkansas, Asa Hutchinson, además de la baja que causó el antiguo jefe del Gobierno de Nueva Jersey Chris Christie cinco días antes.

Con Ron DeSantis haciendo campaña en Carolina del Sur, estado natal de Nikki Haley y en el que fue gobernadora, ésta se ha tomado las primarias del Estado del Vive libre o muere como un duelo entre ella y su antiguo jefe. Un David contra Goliath en el que ella es el último hombre en pie, empatada al 40 % con Trump, según la encuesta del American Research Group, o a doce puntos de distancia en otras menos favorables.

En su candidatura se refugian los independientes y cualquier conservador escandalizado por la vuelta al poder de un candidato atorrante al que se contabilizaron más de 30.000 mentiras durante su presidencia del caos. Para estar batiéndose en un duelo a muerte, la agenda de Haley respira demasiado. El martes voló a Carolina del Sur para visitar a su padre en el hospital. Ha cancelado los dos debates previstos para esta semana con el argumento de que solo participaría si lo hace Trump, que no ha estado en ninguno.

Únicamente celebra un mitin diario, cuando lo habitual en esta recta final de New Hampshire es ver a los candidatos jugarse la piel por las carreteras heladas para cubrir cada rincón. «Puf, qué frustrante», dijo a The New York Times Mike Dennehy, estratega republicano en el Estado. «No la veo haciendo lo que tiene que hacer para sacar a votar a los independientes», cree. En Iowa, los que acudían a sus mítines se quejaban de sus tibios ataques contra Trump, al que sólo acusa de no poder servir (legalmente) más de un mandato, cuando la situación del país requiere de más continuidad, y de tener siempre una estela de caos tras de sí, «justa o injustamente».

Y es que el miedo a la venganza de Trump domina la campaña y la vida política del país. Como excolaboradora suya, Haley conoce su modus operandi. En su primera aparición ante los micrófonos de Naciones Unidas en el 2016, la entonces recién investida embajadora de Donald Trump lanzó un mensaje que traía las señas de identidad de su jefe: «Vamos a tomar nota y vamos a llevar la cuenta», amenazó a los países que no votaran con Estados Unidos.

En estos días en los que Trump la acusa de no haber sido lo suficientemente dura, Haley sabe que tampoco puede serlo en la campaña porque El Jefe vuelve a tomar nota. El pánico se ha instalado en el Partido Republicano. Todo el mundo sabe que si llega a la Casa Blanca sacará la lista negra para castigar a quienes no le hayan demostrado «suficiente» lealtad.

Vuelta al redil

¿Y cuánto es suficiente? En su cierre de campaña de Iowa el magnate anunció el respaldo del gobernador de Dakota del Norte, Doug Burgum, «un leal» que le había apoyado «desde el principio». Por «el principio», aclaró, se refería al 2015, cuando apenas se había lanzado a la política. El domingo, antes de qué se depositarán los votos de Iowa pero después de la última encuesta clave del Des Mones Register, el senador cubano americano Marco Rubio también se apresuró a mostrarle públicamente su apoyo con un contundente comunicado en el que alababa las duras sanciones contra Cuba y Venezuela de «un presidente que no se doblegó ante los intereses especiales o permitió que los burócratas le bloquearan», escribió.

Las ratas saltaban del barco y volvían al redil. Muchos habían preferido quedarse estratégicamente callados, pero eso no era «suficiente». El senador Ted Cruz, su aguerrido rival en las primarias del 2016 transformado en fiel aliado de su Gobierno, quiso «dar una oportunidad» a las bases. Tras los resultados de Iowa ha considerado que los votantes ya han hablado suficiente. «Creo que esta competición se ha acabado», dijo el martes a la cadena Fox. «Es hora de unirnos. Ted ni siquiera debería existir. Tendría que haberlo destruido. En cierto modo lo hice en el 2016, si lo piensas, pero le dejé vivir», contó The New York Times que había dicho a sus allegados.

Según la cuenta de ABC News, de los 538 respaldos electorales pronunciados, Trump tenía hasta los caucus del lunes 138, incluyendo a nueve gobernadores, 24 senadores y 116 diputados. Desde el martes los hijos pródigos vuelven al redil de Trump en cascada, por acción o sumisión del real politiks o de la política del miedo.

«El juego se ha acabado para DeSantimonius (El Santurrón, mote con el que Trump se refiere a Ron DeSantis)», tuiteó su jefe de campaña, Chris LaCivita, que ha dejado claro a los empleados que si no saltan del barco ahora no volverán a encontrar trabajo. «Contratarlos será la manera más rápida de que Trump respalde al oponente», habría dicho, según Político.