El genio más precoz de la historia del ajedrez

Ricard González BUENOS AIRES

INTERNACIONAL

R.G.

Con solo diez años, Faustino Oro se impuso al número uno del mundo

05 ago 2024 . Actualizado a las 13:55 h.

Con tan solo diez años, Faustino Oro ya ha conseguido maravillar al mundo de ajedrez con sus hazañas, las más precoces registradas en la historia de este deporte. Por ejemplo, ya tiene el título de maestro internacional y hace unos meses se impuso en una partida rápida a Magnus Carlsen, el número uno del mundo. Por eso, su nacionalidad argentina y su reciente traslado a Cataluña para desarrollar mejor sus capacidades, la prensa especializada le ha colgado los motes de «el Messi del ajedrez», y «Chessi».

«Su primer contacto con el ajedrez fue durante la pandemia. El colegio estaba cerrado, a Fausti ya le habíamos enseñado varios juegos de mesa, y se aburría. Entonces, pensé en enseñarle el ajedrez y le creé una cuenta en chess.com», explica Alejandro Oro, el padre del chaval desde su apartamento en Badalona. Poco se imaginaba entonces que aquella decisión aparentemente intrascendente cambiaría el curso de su vida, y tan solo cuatro años después habría dejado una exitosa trayectoria profesional en Buenos Aires para trasladarse a miles de kilómetros con el fin de cumplir el sueño de su hijo: ser un profesional del ajedrez.

Alejandro no tardó en darse cuenta de que su vástago, con poco más de seis años, tenía un talento excepcional para el ajedrez. Apenas unas semanas después de aprender las reglas, Faustino ya era capaz de hacer jugadas tan complejas que su padre, un aficionado de este deporte con dos carreras y un MBA, no era capaz ni tan siquiera de ver. El siguiente paso fue apuntarlo a un club de ajedrez, el Torre Blanca, pero duró poco: resolvía los ejercicios del entrenador tan rápido, que los otros niños ni tan siquiera tenían tiempo de ver las fichas. Entonces, Alejandro decidió contratar a un entrenador privado, Jorge Rosito, que aún hoy le da un par de clases semanales.

Actualmente, Faustino compite en la categoría de adultos y cuenta con un equipo de cinco preparadores, cada uno especializado en un aspecto del juego diferente. Un mecenas que quiere guardar el anonimato se hace cargo de sufragar las clases de ajedrez de Faustino, así como de los billetes de avión y los hoteles para poder viajar a los torneos internacionales. De las 55 horas semanales que el chico dedica al ajedrez, unas veinte corresponden a las sesiones con sus entrenadores.

Justo durante la entrevista, Faustino se halla encerrado en su habitación entrenando. En un momento de descanso, aparece y saluda tímidamente al periodista intruso que se coló en el comedor de su casa. Le pregunta a su madre por la cena, y sobre todo, por su plato preferido, el postre. Al ser preguntado si le gusta Barcelona, responde con un escueto «sí». Pero se explaya un poco más explicando qué es lo que más echa de menos de Buenos Aires. «Los helados, allá están más buenos que acá», responde sin dudar un instante.

Y es que, como sus padres repiten en varias ocasiones, Faustino es un chavalín de barrio. «En algunos aspectos, es un niño muy maduro porque se mueve en un mundo de adultos. Pero para muchas otras cosas, es un chico normal, con la inocencia y las aficiones propias de su edad», explica Romina, la madre. Esta chocante dualidad la experimentó también Jorge Rosito, su entrenador de siempre: «Nunca hice una clase con él presencial. Siempre fue por Zoom. Y solo fue pasados unos meses que me di cuenta que trataba con un nene. Un día me dice de repente: mira con quién estoy... con mi nuevo peluche. Faustino era ya un maestro FIDE pero continuaba durmiendo con sus peluches», exclama el maestro en una conversación telefónica. Según Rosito, ni tan siquiera el mítico Bobby Fischer jugaba al nivel de Faustino a su edad. «Quizás algún día se cansará de jugar, o se podría estancar, pero ya ha hecho historia», remacha.