Ya falta menos para que Donald Trump asuma el cargo de 47.º presidente de los Estados Unidos tras su amplia victoria electoral del pasado mes de noviembre. Una buena parte de la opinión pública europea se mantiene expectante ante el futuro de la relación con el gigante americano. Muchos vaticinan un cambio de Camelot a Gotham; del espíritu de aquel presidente soñador que fue Kennedy al malvado de película que quiere expandir Gotham con su movimiento MAGA. En definitiva, un posible fin de la idílica colaboración europeo-americana iniciada tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.
En el Finisterre, como buenos gallegos, disponemos del comodín del depende; conocedores de que solo el asesinato de Kennedy consiguió elevarlo a un altar al que no estaba destinado por la gestión que desarrolló durante su corta presidencia. Es lo que tiene mentar a Camelot, que suele ser mentar un sueño.
Cuando Gotham se haga realidad, a partir de hoy, será cuestión de repasar la filmografía de James Bond en su acepción freudiana para anticipar los movimientos de Elon Musk en su intento de controlar el mundo; y los de su nuevo amigo en sus intentos de jugar a presidente: el choque entre titanes no parece que vaya a retrasarse mucho. Al final, como la vida es un depende, es posible que Gotham termine siendo más productiva para los europeos que cualquier Camelot imaginario. El orden mundial actual es un caos que no da mucho más de sí, y a veces un niño juguetón alborotándolo todo no concluye en una mala solución: todo dependerá del cómo reaccionen los demás niños del patio.
Que Europa comience a tomarse en serio su propia realidad puede hacer productivo el momento Gotham, sobre todo si lo hace antes de que sus franquicias se instalen definitivamente en los Gobiernos de nuestro continente. Es lo que tienen las crisis: que suelen ser grandes oportunidades para cambiar lo que no funciona, o para hundirse definitivamente.