Las lágrimas del presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich definen la situación diplomática de Europa con Estados Unidos
INTERNACIONAL
Las divergencias dominaron la cumbre en la que Keith Kellogg, el enviado especial para la guerra en Ucrania de Donald Trump, dijo abiertamente que no consideran que los europeos deban participar directamente en las negociaciones
17 feb 2025 . Actualizado a las 13:35 h.En Múnich ha acabado una Conferencia Internacional de Seguridad que, visto lo visto, da paso a un período de una gran inseguridad mundial. Quizás por eso el responsable máximo de esa conferencia lloraba desconsolado al dar por clausurado el evento. «Putin huele la debilidad, solo entiende la fuerza», decía Christoph Heusgen, presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich. «Después del discurso del vicepresidente Vance tenemos que temer que nuestra base de valores comunes ya no sea tan común», ha añadido. Y justo antes de terminar su discurso de cierre, el veterano diplomático alemán se desplomaba. Lágrimas de decepción ante este nuevo orden mundial que la llegada de Donald Trump ha precipitado, como se ha podido ver estos tres días de imposición de aranceles, cuestionamiento de la democracia en el Viejo Continente y ninguneo a Bruselas en las negociaciones de paz para Ucrania.
En horas, la Unión Europea ha pasado del estupor a la indignación. Ahora busca una respuesta conjunta. La reunión en Múnich de los titulares de Exteriores de la Unión ha sido la antesala de esa reacción que seguirá este lunes en París con una cumbre de líderes europeos promovida por Macron. Han confirmado asistencia, de momento, Alemania, Reino Unido, Italia, Países Bajos, Polonia y también España. Les acompañarán los presidentes de la Comisión Europea, Von der Leyen, y del Consejo Europeo, Antonio Costa, y el secretario general de la OTAN, Rutte.
Las divergencias entre EE.UU. y Europa sobre Ucrania dominaron la Conferencia de Seguridad
Rodrigo Zuleta
La fuerte divergencia entre Europa y EE.UU. sobre el proceso negociador para poner fin a la guerra rusa en Ucrania dominó la Conferencia de Seguridad de Múnich, que concluyó este domingo con una inquietud generalizada por el hecho de que Washington quiere excluir al Viejo Continente de la mesa de negociación.
Los líderes europeos han repetido como un mantra durante los últimos tres días en la capital bávara la idea de que no puede haber un proceso negociador sin Ucrania y sin Europa, ni tampoco una discusión sobre la futura arquitectura de seguridad del continente sin Europa.
Keith Kellogg, el enviado especial para la guerra en Ucrania del presidente de EE.UU., Donald Trump, ha dicho abiertamente que no consideran que los europeos deban participar directamente en las negociaciones.
Washington alega que el proceso de Minsk en 2014 y 2015 para un alto el fuego en el Donbás ucraniano fracasó porque había demasiadas partes involucradas.
Además, Trump ha dado a entender que un acuerdo de paz pasa por un pacto primero entre él y el jefe del Kremlin, Vladímir Putin, y no con el jefe de Estado del país invadido, Volodímir Zelenski.
Así, los europeos no solo están preocupados por no tener ninguna voz en la mesa, sino también porque no están siendo consultados ni informados siquiera sobre el tipo de paz que EE.UU. quiere plantear para Ucrania.
El presidente de Letonia, Edgars Rinkevics, insistió este domingo en la necesidad de seguir apoyando a Ucrania para que esté en una situación de fuerza que no permita negociar a espaldas suyas.
Rinkevics afirmó asimismo que si Europa tiene que asumir más responsabilidad sobre Ucrania, como lo quiere EE.UU. y como está dispuesta a hacerlo, entonces tiene que tener un papel en las negociaciones.
«Estoy convencido de que EE.UU. quiere terminar la guerra. En quien no confío es en Vladímir Putin y existe el peligro de que EE.UU. se confunda con él. Porque, ¿de que estamos hablando? ¿De una paz duradera o de un cese el fuego que le permita a Rusia rearmarse?», dijo.
Con respecto a posibles concesiones a Rusia -como las que planteó en días pasados el secretario de Defensa de EE.UU., Pete Hegseth, al calificar de «ilusoria» la idea de volver a las fronteras de 2014- algunos mandatarios europeos han evocado una comparación con la política de apaciguamiento de Neville Chamberlain frente a los nazis que quedó plasmada en los resultados de la Conferencia de Múnich de 1938.
«Como turista me gusta el lugar (Múnich). La gente es amable, la cerveza perfecta, las pinacotecas excelentes. Como historiador y político, hoy sólo puedo decir, nunca más Múnich», dijo en su cuenta de X el primer ministro polaco, Donald Tusk.
También se han establecido comparaciones con la Conferencia de Yalta, de la que se cumplen 80 años y en la que la Unión Soviética, el Reino Unido y EE.UU. definieron la arquitectura de Europa tras la Segunda Guerra Mundial.
Al «espíritu de Yalta» se ha opuesto el «espíritu de Helsinski», en alusión a los 50 años del Acta de Helsinski, donde la URSS se comprometió, al igual que EE.UU. y el resto de países europeos, a respetar los derechos humanos y las libertades fundamentales, y al cumplimiento del derecho internacional.
«Vengo de un país pequeño que necesita más Helsinski que Yalta. Creo que debemos revivir su espíritu», afirmó este domingo a modo de conclusión del sentir europeo el presidente finlandés, Alexander Stubb.
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El efecto Vance
Los líderes europeos se esperaban una explicación por parte de EE.UU. de su plan de paz, si es que existe, pero lo que escucharon en el escenario principal de la Conferencia de Seguridad de Múnich fueron críticas al modelo democrático de Europa, otra evidencia de las fisuras que han surgido o resurgido en las relaciones transatlánticas con Trump.
En su discurso del viernes, el vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, afirmaba que la amenaza no proviene de Rusia o de China, sino del interior mismo de Europa.
Denunció lo que consideró una falta de libertad de expresión en el Viejo Continente, el cual, dijo, debe eliminar los cordones sanitarios y vetos a «voces alternativas», como la ultraderecha y los populistas de izquierda.
La exministra de Exteriores española y actual rectora de la Escuela de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de París, Arancha González Laya, calificó en declaraciones a Efe lo sucedido en la Conferencia de Seguridad con la delegación estadounidense como «un punto de inflexión» en las relaciones transatlánticas.
No obstante, recalcó que este cambio de tono en una Administración estadounidense cada vez más asertiva ya se venía anunciando, pues llega tras una serie de medidas y anuncios de Trump sobre la imposición de aranceles a Europa y exigencias de un aumento considerable del gasto en defensa, así como tras su llamada a Putin.
«Todo esto precedió a Múnich y ahora aquí ha cristalizado también con un cuestionamiento sin precedentes» de la democracia europea, dijo.