
Los alemanes no solo decidieron este domingo su futuro Gobierno, también el devenir de la Unión Europea en un momento en que el orden mundial establecido parece desmoronarse. Si a ellos les va bien, al resto de comunitarios, también. Merz lleva toda la campaña prometiendo que quiere que Alemania vuelva a ser el motor de Europa; está por ver si la falta de cintura que le achacan para llegar a acuerdos no le juega una mala pasada y se alargan en el tiempo las negociaciones con sus futuros socios de gobierno, y la inestabilidad termina instalándose en Alemania. También si socialdemócratas y verdes pasan por el aro y apoyan la apuesta de Merz por una economía liberal y menos medioambientalista y una política migratoria más dura. Algunos en la izquierda incluso temen que pueda desdecirse de su palabra de ser parte del cortafuegos a la ultraderecha, si se encuentra con dificultades para formar Gobierno.
La UCD ganó, aunque no con la contundencia deseaba y muy lejos de las grandes victorias de Angela Merkel, la mujer que se cruzó en las ambiciones políticas de Merz. En sus manos tiene la última oportunidad de resolver los innumerables problemas que afronta el país. Si no lo hace, puede que la próxima vez la AfD ocupe su sitio.
En el otro extremo, los socialdemócratas tienen ante si la ingente tarea de renovarse o morir, a la vez que lidiar en la gobernanza con los conservadores. El mensaje de Scholz sonaba a despedida, pero hay dudas de que sea un adiós final a la política, ante su afán de frenar el auge de la ultraderecha. Eso sí, Pedro Sánchez se queda sin un socio en la Unión Europea.