Estonia, primer toque de atención

Yashmina Shawki
YASHMINA SHAWKI CUARTO CRECIENTE

INTERNACIONAL

Sergey Bobylev / HOST PHOTO AGENCY RIA NOVOSTI / HANDOUT | EFE

20 sep 2025 . Actualizado a las 15:28 h.

No me da vergüenza confesar que allá por principios del siglo XXI mi conocimiento sobre las antiguas repúblicas soviéticas era bastante limitado. Aunque el desmembramiento de la URSS se había iniciado una década antes, todo el territorio más allá del telón de acero se antojaba oscuro, desconocido, casi siniestro. 

Mi generación y las anteriores crecimos con la idea de una división no tangible pero muy real entre el occidente democrático y capitalista, (no todo,  claro está) y el oriente dictatorial prosoviético y comunista.

Pero mi conocimiento fue aumentando a medida que la información se fue permeando y, sobre todo, cuando tuve la fortuna de conocer a una familia estonia. Las charlas con ellos, fundamentalmente con la madre, una mujer de mi edad, me abrieron para siempre los ojos. La población de las repúblicas bálticas tiene grabada a fuego, al igual que la ucraniana, el dolor, la humillación, el abuso y la represión que supuso la colonización soviética. 

 A comienzos del siglo XXI las repúblicas bálticas, étnicamente más afines a los países nórdicos esperaban con ansiedad el acceso a la UE. Confiaban en que entrar en el selecto club europeo les amparase de cualquier veleidad colonialista, de la nueva, pero siempre vieja, federación rusa. Y así fue a partir del 2004.  Hoy, más de dos décadas después, Estonia ha sufrido una nueva incursión aérea rusa. Putin quiere averiguar hasta dónde puede llegar y cuánto tarda en reaccionar el lento elefante europeo. Ahora ya lo sabe, pero nosotros también. Es tiempo no de reaccionar sino de adelantarse. Porque cuando veas las barbas de tu vecino pelar, pon las tuyas a remojar.

Toca prepararse para una guerra basada en juegos electrónicos.