Treinta años del crimen que marcó Israel: Isaac Rabin, la paz esquiva y la ultraderecha en auge

Y. BEN HORIN JERUSALÉN / EFE

INTERNACIONAL

Netanyahu pasa junto a un retrato del primer ministro Isaac Rabin, durante una ceremonia por el aniversario de su asesinato.
Netanyahu pasa junto a un retrato del primer ministro Isaac Rabin, durante una ceremonia por el aniversario de su asesinato. Abir Sultan

El que fuera primer ministro definió la expansión de los asentamientos en Cisjordania ocupada como «un cáncer en el corazón de la nación»

04 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El asesinato del primer ministro Isaac Rabin a manos de un israelí de extrema derecha estremeció al país y erosionó la idea de que la paz con Palestina era posible. Treinta años después de su muerte, el Gobierno de Israel está en manos de uno de sus mayores rivales en vida, Benjamin Netanyahu, y los ultras que defienden los asentamientos y el uso de la fuerza contra cualquier país.

«El asesinato horrorizó al Estado de Israel. Era algo que no creíamos que pudiera ocurrir aquí; pensamos que eso les sucede a otros, no a nosotros. La conmoción fue profunda», rememora en una entrevista con Efe Nurit Cohen, historiadora del Centro Rabin en Tel Aviv.

Cohen no cree que, como sugiere la leyenda popular, «todo Israel estuvo de luto», sino que hubo «quienes sintieron alivio e incluso alegría tras el asesinato» entre sectores de la población que décadas después han dejado de ser marginales. Rabin, a quien el afamado escritor israelí Amos Oz describió como un hombre falto de carisma, pero un dirigente capaz, nació en Jerusalén en 1922 y fue mudando de piel desde jefe del Estado Mayor durante la victoria en la guerra de los Seis Días (1967) a embajador en Estados Unidos, pasando a ejercer dos mandatos como primer ministro. Como líder estableció un curso firme, como recoge su biógrafo Itamar Rabinovich, en pos de la paz tanto con la vecina Jordania como con el Líbano y Siria. Y con los palestinos como arquitecto de los Acuerdos de Oslo, una de las iniciativas más admiradas y denostadas en la historia del país.

En 1995, el radical Itamar Ben Gvir, hoy ministro de Seguridad Nacional, apareció en televisión blandiendo la insignia de metal robada del capó del Cadillac de Rabin tras unos violentos disturbios. La presencia en el Gobierno de radicales como Ben Gvir demuestra una tendencia al auge de la ultraderecha, que para Yossi Beilin, otro arquitecto de los Acuerdos de Oslo, representa «una mala noticia tanto para la izquierda como para la derecha».

En una entrevista, recuerda que Rabin definió la expansión de los asentamientos en Cisjordania ocupada como «un cáncer en el corazón de la nación».