En 1883 la del volcán Krakatoa provocó un cataclismo global
03 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.En el océano Pacífico existen decenas de miles de volcanes. La mayor parte se distribuyen a lo largo de la costa formando un cinturón de fuego que ciñe al océano. Muchos están cubiertos por las aguas y carecen de actividad. Otros continúan escupiendo lava y cenizas y transformando dramáticamente su entorno. De hecho, muchas de las islas del Pacífico son de origen volcánico. Se formaron cuando la montaña de un volcán submarino alcanzó la superficie, o cuando los arrecifes de coral crecieron sobre un cono hundido hasta sobresalir fuera del agua. Pero los procesos volcánicos no solo crean islas, también las destruyen. Así sucedió el 27 de agosto de 1883, cuando la explosión del volcán Krakatoa provocó la casi total desaparición de la isla sobre la que se asentaba, situada entre Sumatra y Java, en el archipiélago malasio.
Nuestro planeta ha experimentado pocas veces un fenómeno tan devastador como aquel. La actividad volcánica en la cima del Krakatoa comenzó en mayo, cuando grandes columnas de piedra pómez y cenizas comenzaron a salir por la boca del cráter. A lo largo de todo el verano, las erupciones fueron ganando en frecuencia e intensidad. Por fin, en la mañana del 27 de agosto tuvieron lugar cuatro explosiones de increíble violencia. El sonido de extendió en un radio de 4.500 kilómetros y las gigantescas olas resultantes, algunas de más de 40 metros de altura, provocaron que el mar subiese más de 30 centímetros en el sur de África, situada a 7.000 kilómetros de distancia. La nube de ceniza que se produjo alcanzó 25 kilómetros de altitud, y se dispersó hasta cubrir más de 350 millones de kilómetros cuadrados. Durante varios días la oscuridad más completa reinó en una zona de 240 kilómetros de radio en torno a la explosión. A lo largo del tiempo que duró la erupción, más de 18 kilómetros cúbicos de materias volcánicas saltaron al espacio. Durante los dos años siguientes, el polvo en suspensión produjo amaneceres, crepúsculos y puestas de sol de inusual colorido en todo el mundo.
El desastre provocó la muerte de 36.000 personas y esterilizó por completo la vida en Krakatoa y en las islas vecinas. Incluso las raíces y los gusanos enterrados a gran profundidad dejaron de existir aquella mañana. Pero el primer verano que siguió a la erupción se vieron en la isla los primeros brotes vegetales y pequeñas arañas rojas correteaban sobre la desolada superficie de la isla. A partir de entonces, la colonización progresó sin interrupción. En 1886, los botánicos censaron 34 especies vegetales. Un año más tarde, el número había ascendido a 61 y, cuando en 1928 una expedición científica recorrió la isla, describió más de 276 especies de plantas y 132 especies de aves e insectos. La vida de Krakatoa comenzaba así a recuperar su variedad y esplendor primitivos.
Hemeroteca
En enero de este año, Eduardo Rolland escribió en la edición de Vigo de La Voz de Galicia un interesante artículo en el que contaba que la erupción del Krakatoa provocó en la costa gallega tres bajamares extremas (el mar se retiró por completo de los puertos) que provocaron el pánico. Lo puedes leer aquí: goo.gl/q1huZn.
Varios diarios locales, como la «Gaceta de Galicia», el «Anunciador» de Pontevedra, o «Las Noticias», cubrieron el acontecimiento.
Fábricas de islas
Muchas islas oceánicas son de origen volcánico: la lava que mana de un volcán submarino se va acumulando durante miles de años hasta formar una montaña cuya cima emerge del océano. Las islas Hawái se formaron de este modo.
Algunas de estas islas forman parte de archipiélagos con forma curva que se conocen como arcos islas. Los arcos se forman en zonas del océano donde dos placas tectónicas de distinta densidad chocan entre sí. Cuando esto sucede, la placa menos densa se desliza bajo la de mayor densidad y, a medida que se hunde, la corteza continental se funde y forma lava que sale a la superficie a través de volcanes. La gran erupción del Krakatoa fue provocada por el hundimiento de la placa indoaustraliana bajo la euroasiática.