La creación de la novela realista llegó con Honoré de Balzac

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El novelista Honoré de Balzac
El novelista Honoré de Balzac

Acudimos a nuestra cita mensual trayendo a esta página a grandes escritores cuyos nombres ocupan un lugar de privilegio en la literatura mundial. De diferentes lenguas y de épocas distintas, se irán sumando a la lista que hemos ido desgranando

12 dic 2019 . Actualizado a las 00:56 h.

El realismo es el movimiento filosófico, cultural y artístico que, a mediados del siglo XIX, sucede al romanticismo. Europa está atravesando una época en que se dan varios avances científicos que van a provocar cambios y conflictos en los individuos y en la sociedad. Los escritores intentan describir esa realidad, y de ahí procede el nombre de esta corriente literaria, de la que Balzac es uno de sus principales representantes. Su capacidad de observación y su talento narrativo le permiten retratar en La comedia humana la sociedad francesa de la primera mitad del siglo XIX. «Balzac -después de Stendhal- creó en Francia el prototipo de la novela realista, cerrada y total, aunque frecuentemente sus temas, con otra óptica, se acerquen al más desbordante romanticismo. Máquina de escritura, como Balzac se calificó a sí mismo, consiguió retratar todos los ángulos de una sociedad en un amplio friso de novelas que van desde el costumbrismo al psicologismo, pasando por la novela filosófica, analítica y hasta fantástica, pero siempre desde ese punto de mira de lo real», escribe el poeta y crítico literario Luis Antonio de Villena.

Honoré de Balzac (1799-1850) fue el precursor de la novela moderna. Sus ansias de triunfo y riqueza hicieron que fuera un escritor muy prolífico y que se embarcara en varios proyectos editoriales que acabaron en fracaso, lo que le obligó a escribir constantemente para saldar sus deudas. Aun así, no se privaba de gastar cantidades ingentes de dinero en trajes llamativos y lujos extravagantes, todo lo cual hizo de él un personaje diferente, muy popular y reconocido entre la burguesía francesa.

INFANCIA Y COMIENZOS

Nació en Tours (Francia) en 1799, en el seno de una familia burguesa. Su padre era un funcionario del Estado y su madre, una rica heredera, hija de un banquero. Sin embargo, la infancia del escritor fue difícil. Era el segundo de tres hermanos y sus padres mostraron un desapego emocional del niño que lo marcaría profundamente y para siempre. Primero cuidó de él una nodriza, con la que viviría, fuera del hogar paterno, hasta los 4 años. Podía visitar a sus padres, como si fuera un extraño, dos domingos de cada mes. Cuando pasó a vivir a la casa paterna, estos lo trataron con gran frialdad, hasta que fue enviado a un internado en la localidad de Vendôme, donde pasaría siete años. Las condiciones del internado eran duras y no había vacaciones escolares, por lo que no veía a sus padres en todo ese tiempo. Toda su frustración familiar se reflejaba en sus estudios, pues fue un mal estudiante. Su triste experiencia en el internado la plasmará en su novela semiautobiográfica Louis Lambert (1832).

Siendo ya adolescente, se trasladó a París. Allí estudió Leyes, como casi todos los hijos de la pequeña burguesía, y se licenció sin grandes méritos. Poco después, comenzó a trabajar como pasante de un abogado. Compaginaba el trabajo con clases de literatura en la Universidad de la Sorbona, hasta que decidió comunicar a sus padres que se dedicaría por entero a ser escritor. En pleno auge del romanticismo, Balzac escribió sus primeras novelas, que firmaba con seudónimo. La crítica se ensañó con él y se mofó de sus aires de grandeza. Decepcionado, abandonó la novela para dedicarse a escribir artículos en periódicos de poca monta entre 1821 y 1828.

Su madre, poseedora de una considerable fortuna, nunca se quiso implicar en ayudar a su hijo en los pequeños negocios, siempre relacionados con libros, que iba iniciando. Por eso los fracasos editoriales y las deudas acumuladas le hicieron volver a la literatura. Tenía 29 años y empezaba la que sería su carrera definitiva como escritor. En 1828 publicó Los chuanes, una crónica ambientada en la Revolución francesa, y por primera vez firmó con su nombre real. Cosechó un éxito rotundo que le valió el reconocimiento inmediato de sus coetáneos. A partir de entonces, la alta sociedad parisina lo llamaba para sus fiestas y celebraciones, a las que acudía siempre con excéntricos atuendos. Los asistentes a esos eventos acabarían inspirando los personajes de sus novelas. Entre 1830 y 1840 publicó sus títulos más memorables. Al sonreírle la fama empezó a vivir bien y a gastar lo ganado: escribía a destajo, durmiendo de día y velando de noche a base de café. Desmesurado en su vida, era preciso en su escritura; era un don innato, lo mismo que su capacidad para despertar el interés de los lectores, tanto en sus novelas de sociedad como en sus relatos góticos o fantásticos.

MÁQUINA CREADORA

Desde este momento, su vida giraría en torno a su creatividad, a su criatura, a su obra. Necesitaba escribir, su mente era una máquina creadora y al mismo tiempo poseía esa virtud de llegar al público, ya que seguidores y detractores acudían a leer sus obras fuera cual fuera su opinión sobre ellas. Como militó en las corrientes políticas más conservadoras, e incluso reaccionarias, en su obra unas veces defenderá la monarquía y la religión como los pilares básicos de la sociedad, pero en otras se identifica con el pueblo, adopta posiciones sociales solidarias con las clases bajas y critica a la burguesía y a la aristocracia. No era políticamente correcto, pero es que era muy independiente y estaba por encima de convenciones sociales. En este sentido, Balzac rompió el molde establecido, algo que se aprecia hasta en su forma de vestir. Por todo ello, los críticos literarios del momento dejaban de lado los devaneos políticos del escritor para atender preferentemente a su esencia literaria, que siempre era muy valorada.

Su obra novelística

Después de Los chuanes publicó desenfrenadamente numerosas novelas de éxito, como Eugenia Grandet (1833) o Papá Goriot (1834). Todas sus obras constituían exploraciones sistemáticas de los distintos ambientes de la época que él conocía a la perfección. En Eugenia Grandet la acción tiene lugar en un ambiente provinciano perfectamente retratado por Balzac. Cuenta la historia de un padre que, por avaricia, sacrifica la vida sentimental de su hija al oponerse a su casamiento con Carlos, un joven sin dinero ni bienes del que estaba enamorada. Frente a este ejemplar de la avaricia, Eugenia encarna a la joven romántica, soñadora, apasionada e indiferente ante los bienes materiales. En Papá Goriot nos cuenta la historia de un anciano que ama intensamente a sus hijas, que responden a tanto amor y abnegación dejándolo morir abandonado.

«LA COMEDIA HUMANA»

En 1840, Balzac concibió la idea de recoger bajo un mismo título toda su novelística. Así nació La comedia humana, una obra gigantesca cuyo título toma de La divina comedia, de Dante. Dedicó siete años a escribir, organizar y corregir el conjunto. Pensaba que el escritor está obligado a ofrecer al lector un panorama completo de la sociedad («Quiero explicar mi siglo»), por lo que proyectó una obra de enormes dimensiones. Según sus propias palabras, esta obra habría de contener «todos los tipos y todas las posiciones sociales, sin que una sola situación de la vida, una fisonomía, un carácter de hombre o de mujer, una manera de vivir, una profesión, un aspecto social ni cualquier otra cosa referente a la infancia, a la vejez, a la edad madura o a la política, a la justicia y a la guerra haya sido olvidada». De las cien novelas que debía comprender La comedia humana, Balzac solo logró terminar 24 y varias series de narraciones breves también incluidas bajo el título global. En homenaje a los zoólogos, estudiosos de los animales, Balzac se vio a sí mismo como estudioso de la especie humana, que presenta desde todos los ángulos: las pasiones y las costumbres; la bondad y la maldad connaturales al hombre; el negro poder del dinero y las finanzas; los abogados, los grandes señorones y las damas desgraciadas; los apuestos jovenzuelos… Soberbio parque humano de miseria y grandeza.

Tras la publicación de su obra Los parientes pobres (1847-48) su fiebre creadora disminuyó. No gozaba de buena salud y estaba desanimado. La prensa lo acusó de inmoral por los detalles anatómicos que incluía en su obra La solterona y por el universo sórdido reflejado en la obra Esplendores y miserias cortesanas. Aunque lo que más le afectó fue que le negaran el acceso a la Academia Francesa de las Letras.Sin duda, una injusticia. Pues si como persona su figura resulta entrañable y especial, como escritor resultó pionero en sus propuestas, ya que se le atribuye a él la primera reivindicación por los derechos de autor. Balzac fue un genio inteligente y rápido, escritor que revolucionó el mundo de la literatura por su diferente (moderna) forma de percibir el mundo que le rodeaba, algo que le llevó a protagonizar innumerables discusiones intelectuales, a ser diana de mordaces críticas y bulos, situaciones que superó gracias a su ingenio y creatividad.

Las mujeres de su vida

Se dice que la vida de Balzac gira en torno a tres mujeres, las tres mayores que él, lo que no deja de ser psicológicamente curioso. Y se aventura que esto se debe a que siempre estuvo buscando esa mujer madura y tierna que sustituyese a la figura de su madre, que nunca fue así. Ese cariño añorado en su infancia se constituyó en una búsqueda constante para el escritor adulto. La madre, pues, o la ausencia de la madre en su vida, fue la primera mujer que adquirió un papel importante en la trayectoria vital del escritor.

La segunda, madame Larue de Berny, era una mujer 17 años mayor que él, pero estuvo muy enamorada del escritor y vivieron años en una fructífera armonía. Elegante, dulce, bella e inteligente, supo admirar al novelista francés, quien, hasta la aparición de la condesa Eveline, la amó sinceramente. La aparición de esta última en la vida del escritor provocó el distanciamiento entre madame de Berny y Balzac. Hasta el punto de que ella murió sola. Balzac estuvo arropado por esa madura mujer de una belleza serena, que lo malcrió suministrándole todo aquello que este necesitaba. Su historia de amor fue plácida y armoniosa, pero con un final amargo y triste.

La condesa ucraniana Eveline Hanska irrumpió como un vendaval en la vida del escritor. Lo hizo mediante un anónimo que llegó a manos de Balzac y fue el detonante del romance entre ambos. «La Extranjera» -así firmaba sus notas- era una guapísima y rica mujer casada que residía en Ucrania. Su historia de amor fue larga en el tiempo, ya que la condesa, hasta que no muriera su marido enfermo y mayor que ella, no pretendía nada serio con el joven escritor. A la muerte de su esposo retomaron su relación y mientras ella permanecía en su lujosa casa en tierras lejanas, Balzac la añoraba, como deja traslucir en su correspondencia. Su historia de amor fue intensa y pasional al principio, aunque, una vez hicieron oficial su compromiso, ella se mostró con él mucho más comedida y discreta. Puede ser porque era una reciente viuda y había que guardar las formas, tratándose especialmente de una condesa.

En 1850, tras una serie de problemas económicos y de salud, y la prohibición expresa del zar ruso, Balzac contrajo matrimonio en Wierzchownia (Ucrania) con la condesa Eveline, con la cual se trasladó a vivir a una espléndida residencia a las afueras de París. El viaje de regreso empeoró la delicada salud de Balzac, que padeció graves crisis y recaídas hasta su muerte, cinco meses después.

EL PANEGÍRICO DE VÍCTOR HUGO

El día de su muerte había sido visitado por su amigo y gran admirador Víctor Hugo, quien se encargó de ofrecer el famoso panegírico sobre el escritor. Balzac fue enterrado en el cementerio de Père-Lachaise, de París, y su figura se conmemora mediante una monumental estatua encargada al escultor Auguste Rodin ubicada en la intersección de los bulevares de Raspail y Montparnasse.

Frente a su tumba, y ante un gran gentío, entre el que figuraban los principales artistas y escritores franceses del momento, Víctor Hugo pronunció las siguientes palabras en su honor: «A partir de ahora los ojos de los hombres se volverán a mirar los rostros no de aquellos que han gobernado, sino de aquellos que han pensado».