Quien quiera navegar que aprenda a rezar

Borja Iturbe

LA VOZ DE LA ESCUELA

Nuestra Señora de la Victoria, ante la que encomendaron los expedicionarios que darían la primera vuelta al mundo
Nuestra Señora de la Victoria, ante la que encomendaron los expedicionarios que darían la primera vuelta al mundo

La España del siglo XVI era cristiana, una sociedad que tenía presente la religión en todo lo que hacía. Con esto no estamos diciendo solo que la Iglesia como institución tuviera mucho poder, sino que lo que movía a las personas, el motivo, el porqué, el para qué de lo que hacían, estaba en Dios, en la Virgen María y en los santos.

22 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Por poner un ejemplo actual, sería equivalente a lo que hoy en día es la felicidad o el dinero. En la expedición de Magallanes, la religión también estaba muy presente. Hoy en día puede llamar la atención que las cinco naos que partieron en esta expedición tuvieran nombres religiosos: Trinidad, San Antonio, Concepción, Santiago y Victoria. Ésta última, la única que concluiría la vuelta al mundo, se llama así por la Virgen de la Victoria. Justo antes de partir, en el convento de esta Virgen, en Sevilla, se bendijeron las cinco banderas que llevarían los cinco barcos. Allí encomendaron el viaje a Dios y a la Virgen. Y, como relata el cronista Pigafetta, el capitán ordenó que toda la tripulación se confesara.

1. QUIEN QUIERA NAVEGAR...

Leyendo documentos de la época descubrimos que la vida de los marineros era especialmente dura. De hecho, uno de los dichos típicos en la España del siglo XVI era que quien quiera navegar que aprenda a rezar. Había varios momentos en los que ese rezar se hacía especialmente necesario: los mejores momentos, los de dificultades y problemas, y los acontecimientos extraños a los que no encontraban explicación.

Ante las buenas noticias, lo primero que hacían era dar gracias a Dios. Así aparece en el diario de Pigafetta al relatar el descubrimiento del paso que se llamaría estrecho de Magallanes: «Al saber que habían visto la continuación de la bahía, o mejor dicho, del estrecho, todos juntos dimos gracias a Dios y la Virgen María, y proseguimos la ruta». O, cada vez que desembarcaban, celebraban la misa en tierra.

Algo parecido sucedía cuando las cosas iban mal. Ante los problemas o tempestades, lo primero era trabajar duro, por supuesto, pero lo segundo, sobre todo cuando ya no había esperanza, era rezar, mucho rezar. En las tempestades, como decimos, oraban, pero también usaban reliquias, es decir, objetos relacionados con santos. La creencia de que un objeto o una parte del cuerpo de un santo era un medio privilegiado de comunicación con Dios ha sido algo muy presente en la historia del cristianismo. Por ello, siempre se intentaba llevar alguna reliquia en las expediciones.

Otra de las prácticas, en esas oraciones ante el peligro, era hacer una promesa a la Virgen o a algún santo. Sabemos que Elcano y los tripulantes de la nao Victoria, la única que logró dar la vuelta al mundo, hicieron una promesa a la Virgen durante una tempestad cuando viajaban desde las islas Molucas hacia Timor. Sentían tanto agradecimiento hacia ella que, al llegar a Sevilla, agotados como estaban, lo primero que hicieron fue caminar descalzos en procesión con unas velas hasta la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria.

2. LA EVANGELIZACIÓN

La España católica del siglo XVI será la que financie la expedición de Magallanes, una expedición comercial, pero también evangelizadora. Esta tarea, es decir, hacer cristianos los territorios descubiertos y a sus habitantes, fue lo que permitió que el papa Alejandro VI diera permiso a España (Castilla) y Portugal para repartirse el mundo en el Tratado de Tordesillas (1494).

Por eso después de Colón todas las expediciones marítimas tenían, además de su misión descubridora, conquistadora o comercial, una misión cristiana, evangelizadora.

Parece que Magallanes era hombre muy religioso. Después de atravesar el inmenso océano Pacífico, llega a islas de Filipinas. En las primeras que encuentra bautizará y hará cristianas a miles de personas. Y no solo eso, sino que también mandará construir en la isla de Mazava una cruz en el monte más alto. Y en la isla de Cebú pondrá una cruz en la plaza principal y les dejaría una imagen del Niño Jesús que todavía hoy es la más venerada de Filipinas: el Santo Niño de Cebú.

Poco sabemos de la religión de estas islas de Filipinas. Pigafetta habla de que tenían muchos ídolos. Parece que creían en espíritus, unos buenos (espíritus de sus antepasados) y otros malos (de sus enemigos). Estos espíritus, a los que llamaban anitos, estaban presentes en muchos momentos de sus vidas, los representaban en dibujos o en estatuas, los tenían en sus casas y les ofrecían comida u objetos.

Se relata que Magallanes no imponía la religión cristiana por la fuerza, sino que lo hacía de manera pacífica, con regalos, alianzas, ofrecimiento de paz y mostrando las ventajas de hacerse cristianos. Cuenta Pigafetta en su diario que, mientras estaban en esas islas, «el capitán general [Magallanes] bajaba a tierra todos los días a oír misa, a la que acudían nuevos cristianos, para los cuales hizo un catecismo explicándoles muchos misterios de nuestra religión».

ACTIVIDADES

1. La Virgen María tiene muchas advocaciones, es decir, muchos nombres con los que se le reza o se la venera. Aquí hemos hablado de la Virgen de la Victoria y de la Inmaculada Concepción, nombres que usaron en dos de las naos. Investiga, en las iglesias y calles de tu ciudad o pueblo, qué advocaciones o nombres hay de la Virgen María.

2. En la expedición de Magallanes pusieron nombre a muchas islas, cabos, mares y ríos que encontraban. De hecho, eran los primeros europeos que pasaban por ahí. Investiga dónde están el cabo de las Once Mil Vírgenes, el estrecho de Todos los Santos, la isla de San Pablo, las islas de San Lázaro.

3. Para saber más sobre las religiones prehispánicas en Filipinas, y la importancia del Santo Niño de Cebú, recomendamos dos artículos, uno de Antonia Castro Mateos: https://bit.ly/2TuNDiP, y otro de Pilar Romero de Tejada, titulado «El problema de los “anitos” de Filipinas».