Usuarios del cannabis medicinal en Galicia: «Nos dicen yonquis por recurrir a esto cuando otras opciones no nos dan resultados»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

EL BOTIQUÍN

De izquierda a derecha, Juan Manuel, fotografiado por José Pardo, y Begoña, usuarios de cannabis a nivel terapéutico.
De izquierda a derecha, Juan Manuel, fotografiado por José Pardo, y Begoña, usuarios de cannabis a nivel terapéutico.

Cuatro pacientes explican cómo ha mejorado su calidad de vida gracias a esta planta que el Gobierno incorporará a la sanidad a nivel hospitalario

16 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La reciente aprobación del uso medicinal del cannabis por parte del Gobierno es un paso decisivo en el camino de los tratamientos médicos a base de esta planta. La medida podrá beneficiar a un número significativo de pacientes que sufren dolencias como la esclerosis múltiple, la epilepsia refractaria (resistente a otras terapias), diferentes tipos de cáncer o dolor crónico.

Pero el texto al que dio luz verde el Consejo de Ministros se queda, en opinión de algunos pacientes, demasiado corto. Si bien se permite por primera vez el uso del componente psicoactivo THC en el contexto terapéutico, la regulación es estricta a la hora de restringir su uso, limitándolo a individuos que reciben atención hospitalaria y explicitando que en ningún caso se dispensará cannabis para ser consumido fumado.

Activismo o terapia

Cuando se habla de cannabis, la línea divisoria entre activismo y ciencia puede volverse difusa. Se trata de una planta que ha demostrado tener beneficios en diferentes aspectos de la salud, pero que también puede atraer, por su consumo recreativo, consecuencias negativas que van desde problemas de memoria hasta dependencia de la sustancia o trastornos de la personalidad. La reciente aprobación de compuestos con THC en el contexto médico complica aun más el panorama. 

Los pacientes se sienten frustrados ante la situación de limbo legal que, afirman, les perjudica y les desprotege. Antonio, de 47 años, recibe a La Voz de la Salud en el local de la asociación Cannabum, el club cannabico que dirige en el centro de A Coruña. Un bajo sin ventanas ni cartel que pasa desapercibido a los viandantes. La organización convive así con la estigmatización que aún rodea al cannabis: oculta, a pesar de contar con los permisos necesarios para operar.

En el interior de Cannabum, el espacio es amplio, pero hermético. Una luz artificial tenue y fría ilumina de manera cenital toda la estancia, acondicionada con sofás y mesas, y la pared decorada con un mural con la imagen de un perro. El olor de las plantas llega, difuso, desde el fondo del local. Antonio nos invita a sentarnos y nos cuenta su historia, la del día, hace diez años, que lo cambió todo. «Sufrí un accidente. Me bebí un ácido sin querer dentro de una piscina y llevo años sin comer ni beber nada», relata, levantando su camiseta y enseñando su torso atravesado por una sonda gástrica.

En total, se sometió a 52 operaciones y aún hoy sufre dolores crónicos a raíz del accidente. «El THC puede calmarte para que no tengas que cargarte el hígado tomando quince pastillas», explica. Si bien toma medicación por su condición médica, complementa estas terapias con el uso del cannabis, una práctica que también siguen otros socios. «Aquí nos viene gente a la que la manda su médico, incluso, personas mayores, de más de sesenta y cinco años, que tienen cáncer y les viene bien para los vómitos», cuenta. A partir de ahora, este tipo de pacientes dispondrán de opciones elaboradas en base al cannabis en el hospital.

Otras personas aseguran haber podido dejar de tomar otros fármacos, pasando a utilizar exclusivamente esta planta. Es el caso de Begoña, de 36 años. Natural de Muros, la paciente recibió a los 16 el diagnóstico de fibromialgia, una patología caracterizada por el dolor musculoesquelético crónico y especialmente difícil de tratar.

Su vida está marcada por el trauma. Cuando Begoña tenía doce, su hermana falleció en un accidente de tráfico y sus padres decidieron que la familia se trasladaría a Fisterra para intentar empezar de nuevo tras la tragedia. Fue entonces cuando comenzaron sus primeros síntomas, que se manifestaron inicialmente a nivel anímico. «Llegué a tomar veinte pastillas, entre ellas, cinco medicaciones psiquiátricas muy fuertes», cuenta. Así se pasó años. Pero al llegar a la treintena, su perspectiva comenzó a cambiar. Conoció al que hoy es su marido, y él la apoyó para que buscara otras alternativas. «Pude dejar totalmente las pastillas y solo utilizar cannabis», asegura.

Begoña relata un antes y un después con este uso de la planta. «El problema de la fibromialgia es que tienes dolor los 365 días del año, las 24 horas del día. Yo vivía encerrada. Mi cuerpo casi no respondía. Como no podía moverme, no podía quedar con gente y empecé a perder amistades. Me pasaba el día muerta de dolor y los tratamientos que me daban no me hacían efecto. Cuando dejé las pastillas y me quedé con esto, todo fue diferente», describe.

La experiencia de Claudia con el dolor ha sido similar. Esta gallega en realidad no se llama así, ha preferido mantener su nombre real en el anonimato. Sin embargo, decide hablarnos de su experiencia porque el cannabis le ha ayudado a aliviar algunos síntomas de la endometriosis que padece. «Es una enfermedad crónica inflamatoria que llega a generar un dolor incapacitante, fatiga extrema y problemas digestivos, entre otros síntomas», describe.

La patología ha tenido un gran impacto en su vida. Se ha sometido a múltiples cirugías que han afectado a diferentes órganos: el intestino, los ovarios, el peritoneo y la vejiga. A raíz de esta enfermedad, convive con «un dolor intenso, de forma constante y secuelas» que aún hoy limitan y condicionan su día a día.

Su paso por la unidad del dolor y la escala de tratamientos, que han ascendido desde antiinflamatorios hasta opioides como la morfina, infiltraciones y bloqueos, no le han dado los resultados que esperaba. «Fueron los médicos los que me derivaron a la asociación Dosemociones, especializada en cannabis medicinal, porque conocían otros casos en los que esto había ayudado», cuenta.

Al fin había dado con una respuesta. «El uso del cannabis medicinal ha tenido un impacto muy positivo en mi vida, gracias a él consigo controlar mucho mejor el dolor de lo que los medicamentos convencionales lo hacían y he podido dejar todos los tratamientos que me estaban recetando, por lo que los efectos secundarios que me generaban han desaparecido», asegura Claudia.

Una victoria que sabe a poco

La legalización de estos tratamientos a nivel hospitalario es un paso importante pero, para muchos, insuficiente. El ferrolano Juan Manuel, de 54 años, fue el primer español en hacer pública su petición oficial para cultivar marihuana para uso terapéutico. Es crítico con la medida: «La ley, después de tantos años de lucha, se me queda muy corta. Podría cubrir el uso para otras enfermedades, no limitarlo a las tres o cuatro que recoge».

Para él, el cannabis ha sido un gran apoyo terapéutico. Hace 34 años, quedó tetrapléjico tras una zambullida en una playa coruñesa en la que sus cervicales impactaron contra el fondo. Años después, un antibiótico le provocó una reacción de dolor neuropático que arrastra hasta la fecha y por la que llegó a tomar cuarenta píldoras diarias. «Me daban mucha somnolencia, me dejaban hecho polvo y tenía vómitos», contó a La Voz en el 2021.

A raíz de esta dolencia llegó al uso medicinal del cannabis. «Era darle unas caladas y se me quitaba el dolor y la espasticidad [la rigidez muscular]. Me dejaba en un estado de relajación y bienestar, me sentía muy bien», explica. Desde entonces, aboga por el autocultivo. «Tampoco es que haya otros tratamientos que les funcionen a todos los que tienen problemas de dolor como yo», señala Juan Manuel.

En el fondo del problema están las carencias que, aún hoy, existen en la comprensión médica del dolor y en la atención que el sistema sanitario ofrece a aquellos que lo sufren. «La inmensa mayoría de los pacientes que podrían beneficiarse de su uso no van a poder tener un acceso regulado y seguro. El autocultivo y el autoconsumo nos permitiría salir del limbo legal en el que nos encontramos los pacientes que hacemos uso del cannabis», argumenta en este sentido Claudia.

Por otro lado, señala Begoña, el estigma ha contribuido a limitar aún más el acceso a estos tratamientos y la falta de un marco regulatorio ha perjudicado a quienes los necesitan. «Llevo años utilizando el cannabis, pero pagándolo ilegalmente. Y nos dicen yonquis por recurrir a esto, cuando muchas veces las opciones que nos dan los médicos no nos dan resultados», observa.

«En mi opinión, este Real Decreto es restrictivo y claramente insuficiente. No permite que sean los médicos generales, sino solo los especialistas los que puedan prescribir el uso de los preparados, y solo podrán ser dispensados en las farmacias hospitalarias. Además, dejan al cannabis medicinal relegado a ser el último recurso, a pesar de que para muchos pacientes pueda ser mucho más beneficioso frente a los medicamentos convencionales», concluye Claudia.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.