«Todos tenemos hemorroides, al igual que todos tenemos ojos»: ¿cómo evitar que se conviertan en un problema y qué soluciones existen?

ENFERMEDADES

Tan frecuentes como escondidas, las almorranas suelen aparecer por realizar esfuerzos durante la defecación
17 abr 2025 . Actualizado a las 18:06 h.La patología hemorroidal, vulgarmente conocida como almorranas, es el engrosamiento y posterior descenso de un tejido que en condiciones normales está situado en el canal anal. Lejos de lo que se suele pensar, el término correcto para definirlo no es hemorroides: «Todos tenemos hemorroides, al igual que todos tenemos ojos», aclara el doctor Blas Flor Lorente, vicepresidente segundo de la Asociación Española de Cirugía (AEC) y adjunto de cirugía de la unidad de coloproctología del Hospital Universitario La Fe de Valencia. Lo dice porque muchas veces en los informes de endoscopia, el paciente lee esta palabra y se asusta pensando que se trata de un diagnóstico: «Cuando ponemos “hemorroides internas” no quiere decir que sea patológico, sino que es una descripción anatómica», apunta.
Así, el nombre correcto de la inflamación o desplazamiento de esta estructura es la patología hemorroidal: «Cuando tenemos sangrado o un prolapso de las hemorroides, que a través del ano se ve un bulto, es cuando hablamos de un problema», añade.
Una persona tiene hemorroides internas, localizadas en la parte inferior del recto, aunque pueden salir hacia el exterior a través del ano, y externas, que están bajo la piel de este último.
El síntoma más habitual de un problema es que la persona se encuentre sangre roja tras la defecación junto a las heces o en el papel higiénico. Cuando las internas no se proyectan hacia fuera no suelen doler, pero si llega a suceder, ya sea de manera intermitente o permanente, sí ocasionan incomodidad, picor anal o incluso molestia. De hecho, puede provocar un episodio de dolor agudo, sobre todo, si se ha protuido y no puede regresar al interior. A su vez, las hemorroides externas pueden desarrollar una trombosis, o lo que es lo mismo, coagularse, lo que da lugar a un bulto duro, violáceo y muy doloroso en la parte externa del ano que puede sangrar al romperse.
El doctor Flor señala que tanto el sangrado como el bulto son los motivos más frecuentes que conducen al diagnóstico: «No hay sangrado igual para todos, pero da igual como sea, cuando se ve sangre es sinónimo de consulta médica», precisa el cirujano. En concreto, cuenta que muchos la describen «como la típica sangre roja y fresca que ocurre con la defecación». Y si bien hay muchas causas, además de una patología hemorroidal, que expliquen un sangrado, «nadie debe aguantarlo», destaca.
¿Por qué se produce?
En este tipo de patología influyen varios factores. El más habitual es el estreñimiento crónico o la diarrea, que conllevan importantes esfuerzos durante la defecación. El experto explica este mecanismo como un fenómeno mecánico: «Las personas que están estreñidas hacen más fuerza, y al empujar más, las hemorroides, que están sujetas con un tejido conectivo, se acaban descolgando. En suma, si las heces son duras, rascan y rompen las venas que forman las hemorroides, por lo que terminan sangrando», describe.
Fisiológicamente, esta estructura tiene un cierto margen de salida y se reintroduce de forma automática, el problema llega cuando la persona hace tanta presión que se queda fuera y no puede volver al sitio inicial», precisa.
También es un factor de riesgo que la persona pase sentada en el váter durante períodos prolongados, que haya escasez de fibra en su dieta porque favorece el estreñimiento, o el embarazo, ya que esta condición aumenta la presión en el abdomen.
Del grado I al IV: la gravedad de las almorranas
El diagnóstico establece cuatro grados en función de la gravedad de la patología, del uno, con menor dificultad, al cuatro, de máxima. El grado I corresponde a hemorroides que permanecen dentro del canal anal; el II a aquellas que protruyen con la deposición pero regresan solas al interior; en el Grado III, también se exteriorizan al defecar, pero requieren ser reintroducidas manualmente; y en el Grado IV, las hemorroides permanecen prolapsadas de forma permanente.
Para llegar al diagnóstico, el coloproctólogo detalla que se debe realizar una anamnesis previa, descartar otras patologías y observar la situación de las hemorroides. «Hay que tener en cuenta que los pacientes en consulta se cohíben mucho, e incluso a veces, les pedimos que se hagan fotos en casa en postura de defecación. Con ello, podemos ver si se quedan fuera, se reintroducen o si sangran», explica.
Esta detección va a implicar, a su vez, el tipo de tratamiento. Si los síntomas son leves, es posible que los fármacos disponibles sean suficientes, porque tratan el sangrado y la inflamación. Además, se recomienda un cambio de dieta y del estilo de vida, para evitar que la persona tenga que hacer grandes esfuerzos a la hora de defecar debido al estreñimiento. Esta situación supone, según el cirujano, el 90 % de los casos hoy en día
Cuando este abordaje no surte efecto, se puede avanzar en la complejidad. A algunos pacientes se les propone la ligadura o banda elástica. Esta banda se sitúa en la base de la hemorroide, de forma que interrumpe su circulación y la hemorroide se desprende, lo que provoca una cicatriz. Es un tratamiento ambulatorio y puede requerir varias sesiones.
También existe la posibilidad de recurrir a una inyección esclesorante, con la que se interrumpe el riego sanguíneo de la hemorroide mediante la inyección de una sustancia química en su base; a una anopexia circular mecánica, que consiste en una operación con grapadora o sutura mecánica que recoloca las hemorroides en el interior del ano para mejorar algunos síntomas; la ligadura arterial hemorroidal, con la que se reduce el flujo de sangre de algunas ramas arteriales. Y, finalmente, una hemorroidectomía, el gold estándar de todas las intervenciones y con una tradición de más de 200 años.
Se trata de una operación que se realiza bajo anestesia, y está indicada cuando fracasa el tratamiento conservador y las hemorroides son muy voluminosas e irreductibles. Consiste en la extirpación del tejido excesivo que provoca el sangrado y la protrusión. Es la técnica más compleja en lo que a postoperatorio se refiere. «Hemos intentado minimizar la intervención con diferentes técnicas, pero hagas lo que hagas, siempre hay dolor», precisa. Así, aunque hoy en día sea menos agresiva que en el pasado, se sigue produciendo una herida porque el objetivo es extraer las hemorroides: «Tenemos que ir al baño todos los días, y cuando las heces pasan por ahí, la desgarra. Se suma que es material fecal que está contaminado», reconoce el cirujano. Con todo, y pese la recuperación, que puede alargarse de dos a tres semanas, es la intervención más efectiva y con menor riesgo de recidiva. «Desde que se opera de hemorroides siempre se dice que pasa mucho dolor en el postoperatorio, pero se cura», apunta.
Ahora bien, este tipo de intervención no se adapta a todos los pacientes, puesto que algunos no están dispuestos a soportar el dolor posterior. «Para ellos se han ido desarrollando técnicas menos efectivas a largo plazo, pero menos molestas. Ahí es donde entra el láser, la radiofrecuencia o las mucopexias, que simplemente consisten en devolver las hemorroides a su lugar, no en quitarlas», cuenta. Con estas últimas existe una mayor probabilidad de que haya que repetir el proceso en el futuro.
¿Se pueden evitar?
Prevenir el estreñimiento reduce el riesgo de padecer patología hemorroidal. Para ello, se recomienda beber dos litros de agua al día, consumir una dieta rica en fibra, mediante el aporte de verduras, frutas, legumbres y productos integrales; evitar la ingesta de alcohol, pues perjudica la circulación sanguínea y dificulta la digestión, así como reducir el consumo de sal, que favorece la retención de líquidos. También se aconseja evitar el esfuerzo defecatorio, practicar deporte de forma regular y evitar grandes esfuerzos que supongan hacer fuerza con la zona abdominal. Con todo, se estima que la mitad de la población terminará sufriendo sus síntomas en algún momento de la vida.