La historia detrás del trasplante de corazón que contó La Voz: «Solo les pedí que me salvaran, tengo dos hijos»

Uxía Rodríguez Diez
Uxía Rodríguez LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Sandra sostiene una de las fotografías realizadas por La Voz durante la operación de su trasplante de corazón.
Sandra sostiene una de las fotografías realizadas por La Voz durante la operación de su trasplante de corazón. LAURA LEIRAS

Meses después de presenciar el trasplante en el Chuac, hablamos con la mujer que recibió ese corazón. Sandra cuenta por primera vez cómo fue el antes, el después y todo lo que significa vivir con un órgano ajeno que le salvó la vida

27 jul 2025 . Actualizado a las 12:35 h.

Hace unos meses fuimos testigos de algo extraordinario: pudimos contar cómo un corazón dejaba de latir en un cuerpo para empezar a hacerlo en otro. Dos operaciones dentro de los quirófanos del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), decenas de profesionales, horas de tensión y esperanza. Un donante y un receptor. Un final y un comienzo porque detrás de cada trasplante hay mucho más que una intervención quirúrgica. Hay una vida suspendida, una espera silenciosa y un futuro que pende de un hilo. Un acto de generosidad, probablemente el mayor que pueda existir, para darle una segunda oportunidad a un desconocido. Ese desconocido hoy deja de serlo. Ese corazón tiene rostro, voz y una nueva vida. Sandra cumplió 41 años en el hospital y sabe que sin ese donante no estaría aquí. Por eso, cuenta su historia. 

«Ha sido un proceso muy largo, de espera, de lágrimas, de muchos dolores. Los médicos me decían que día tras día estaba perdiendo vida. Mi corazón no podía más», recuerda todavía emocionada mientras damos un pequeño paseo, caminando despacio, por el centro de Lugo. Una emoción en forma de lágrimas, risas, voz entrecortada y silencios.  

 A los 33 años descubrieron que tenía una malformación congénita en el corazón. Hasta ese momento su diagnóstico siempre fue el mismo: migrañas. A ella, desde que recuerda, le ha acompañado un cansancio intenso, con unos dolores de cabeza cada vez más fuertes y recurrentes. «Yo siempre viví cansada, con dolores horribles. Intentaba hacer una vida normal, estar con mi familia, con mis hijos, no perderme nada. Siempre me hacía la fuerte, pero por dentro nada estaba bien», explica. 

Hasta que un día, después de dejar a sus hijos en el colegio su estado empeoró. «Entré como pude en la farmacia y mi farmacéutica desde hace años ya vio que estaba fatal. Yo solo podía rogarle que hiciera algo y me llevó al hospital. Todo está borroso hasta que, por fin, escuché mi verdadero diagnóstico», recuerda. Tras mucho tiempo ingresada llegó una operación para tratar de aliviar la presión de su corazón, pero la situación era muy delicada. Sandra asegura que nunca se le olvidará la frase de uno de los médicos que la atendió en ese momento: «Vive y disfruta cada día como si fuera el último». En aquel momento, confiesa, no entendió del todo el alcance de esas palabras. Hoy sí.

Aunque su familia llegó a plantearse otras opciones fuera de Galicia —su hermano la llevó a Barcelona—, Sandra confiaba en el equipo del Chuac. Su estado fue empeorando revisión tras revisión, hasta que un día los médicos pusieron sobre la mesa la opción de un trasplante. 

En febrero del 2024 entró oficialmente en la lista. El 4 de marzo la llamaron por primera vez: había un corazón para ella. Estaba lista para entrar en quirófano, pero finalmente la operación no pudo llevarse a cabo. Hubo que seguir esperando. Y con la espera siguieron los miedos, las dudas, las analíticas, los tratamientos, la fragilidad extrema. Meses después, durante un ingreso para realizarle un cateterismo, la noticia llegó por sorpresa. «Me dijeron que había un corazón para mí y no me lo creía. Todo pasó muy rápido. Mi familia logró llegar cinco minutos antes de que me bajaran. Me despedí de ellos, crucé la puerta del quirófano y me derrumbé. No podía dejar de llorar. Lo único que dije antes de dormirme fue: ‘Por favor, salvadme, porque tengo dos hijos'. No me acuerdo de nada más», dice.

Horas de tensión, ciencia, trabajo frenético y coordinado. Todo lo que no recuerda Sandra está documentado minuto a minuto en el reportaje que se publicó en La Voz hace unos meses. «Lo he leído y he visto el vídeo decenas de veces, he perdido la cuenta, pero sigo emocionándome», reconoce. 

El despertar fue duro. «Sentí dolor, desconcierto, muchas máquinas. Pero también vida. Una enfermera me dijo: ‘Ya tienes tu corazón nuevo'. Yo lloraba, solo podía decir gracias. Cuando mi marido se lo contó a mis hijos, ellos no reaccionaron con miedo, solo se pusieron a saltar de alegría», recuerda Sandra.

La recuperación, como en todo trasplante, fue larga, difícil, incierta. Pasó más de dos meses sin poder recibir visitas, sola en una habitación. En esos días, dice, el equipo del hospital fue crucial. «Me trataron con tanto cariño, con tanto amor… como si yo fuera parte de su familia».

Durante ese tiempo aparecieron infecciones, hubo momentos de debilidad, de miedo al rechazo. Pero cada pequeño avance, cada prueba que salía bien, era una victoria. El 5 de mayo, Sandra volvió a casa. Desde entonces, intenta acostumbrarse a su nueva realidad. Hay días en los que se mira al espejo y todavía le cuesta creerlo: «Estoy viva», se repite. 

«Tengo que controlar también mis propios pensamientos. Las primeras semanas al irme a dormir, tenía miedo por si no me despertaba», reconoce. A lo largo de toda la narración de sus historia repite una y otra vez que lo que no necesitan las personas con problemas graves de salud como el suyo es compasión ni pena. Un mantra casi tan presente como sus agradecimientos continuos y la reivindicación de la importancia de donar. 

Vivir con un órgano trasplantado no es solo un cambio físico: es un viaje emocional, profundo, difícil de explicar. «Al principio tenía una mezcla de felicidad y tristeza. Felicidad por mí, pero mucha tristeza por pensar en la persona que fue el donante. Pensaba que mientras yo sonreía, otra familia estaría llorando», reflexiona. «Me encantaría poder decirle que su corazón late fuerte, que me ha dado tiempo con mis hijos, con mi marido, con mi familia». Lo único que puede hacer, insiste, es vivir con gratitud: «Otros anhelan tener una casa, un coche, joyas… Yo solo quiero vivir». 

Mucho más que una operación: ciencia, precisión y humanidad

José Cuenca y Marisa Crespo, referentes en trasplante cardíaco, en el Chuac.
José Cuenca y Marisa Crespo, referentes en trasplante cardíaco, en el Chuac. EDUARDO PEREZ

Un trasplante de corazón no es solo una proeza médica. Es el resultado de años de seguimiento clínico, de decisiones complejas, de tratamientos que mantienen la vida en vilo hasta que llega una oportunidad, de tecnología que avanza y de equipos de profesionales que siempre reman en la misma dirección en cada fase: antes, durante y después de la operación. En el Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña, uno de los centros de referencia nacional en trasplante cardíaco, lo extraordinario ocurre gracias a lo cotidiano. Rutinas exigentes, formación constante y una coordinación clínica y quirúrgica que hace posible lo que parecía imposible.

La doctora Marisa Crespo, coordinadora de la Unidad de Insuficiencia y Trasplante Cardíaco del Chuac, y el doctor José Cuenca, jefe del Servicio de Cirugía Cardíaca, nos abren la puerta al otro lado de la historia de Sandra. El lado en el que la ciencia, la experiencia y la emoción van de la mano para salvar una vida.

«La cirugía cardíaca, por su complejidad, tiene en casi todas sus intervenciones, un importante componente emocional para todo el equipo. Esa gestión es algo que aprendemos, a lo largo de nuestra formación primero y, en el día a día, después. A su vez, los trasplantes de órganos tienen una dimensión emocional especial e importante», asegura el doctor Cuenca.Todos los pacientes son distintos y todas las intervenciones también, aunque el objetivo, recuerda el especialista del centro coruñés, siempre es el mismo: «Es nuestro trabajo diario mejorar la cantidad y calidad de vida de nuestros pacientes».

De mejorar vidas sabe mucho también la doctora Marisa Crespo, que conoce a la perfección la de Sandra y la de todos aquellos que la visitan durante años. Reconoce que acompañar a una persona hasta llegar al trasplante es una experiencia intensa y compleja, pero muy reconfortante: «Es mucho más que detectar un empeoramiento clínico o modificar tratamientos. Es construir un vínculo prolongado de confianza, esperanza y realismo con el paciente y sus cuidadores. Y ser humildes, ya que ni la mejor medicina puede garantizar resultados», asegura.

Crespo resalta una y otra vez la importancia del trabajo en equipo, en cadena. Las decisiones aquí se toman desde esa perspectiva multidisciplinar. Para que un paciente sea incluido en la lista, tiene que quedar claro que el beneficio es mayor con el trasplante que sin él, sus síntomas ya deben ser incapacitantes para la vida diaria y su riesgo de mortalidad a corto plazo elevado. Además, no puede haber contraindicaciones para el mismo.

En la parque quirúrgica también es primordial esa coordinación. «En todos los procesos quirúrgicos, de cualquier especialidad, intervenimos muchos profesionales y cada uno de ellos tiene unas funciones perfectamente definidas y coordinadas», señala José Cuenca. En concreto, en un trasplante de corazón como el de Sandra: «El tiempo entre el latido y la desconexión del paciente receptor de la máquina de circulación extracorpórea, que nos ha permitido realizar la cirugía, es muy importante, de incertidumbre y de mucho trabajo en equipo», recalca el Jefe del Servicio de Cirugía Cardíaca.

«Después del trasplante les acompañamos de por vida. Necesitamos hacer este seguimiento para poder ajustar el tratamiento de forma individualizada a cada paciente y para la detección precoz de un posible rechazo cardíaco y de las complicaciones de la inmunosupresión, que también pueden ser graves y van desde infecciones a daños del riñón o tumores», enumera Marisa Crespo. La adherencia del paciente al tratamiento, a adaptarse a los controles y a un nuevo régimen de vida requiere una educación sanitaria específica para él y sus cuidadores.

Pero los avances han sido muchos desde que hace tres décadas se realizara el primer trasplante cardíaco en el Chuac. Ahora, «en la gran mayoría de los casos, la calidad de vida es excelente. Tenemos pacientes que llevan más de 30 años viviendo con un corazón trasplantado y hacen vida normal», recuerda la doctora Crespo.

Uxía Rodríguez Diez
Uxía Rodríguez Diez
Uxía Rodríguez Diez

A Rúa, Ourense (1986). Coordinadora de La Voz de la Salud con una misión, que todos nos cuidemos más y mejor. La pandemia de covid-19 no solo la viví, también la conté en La Voz de Galicia. Mucho antes de todo esto trabajé en Vtelevisión durante casi una década como redactora, reportera y presentadora. Allí dirigí y presenté el programa Sana sana, sobre sanidad, bienestar y nutrición.

A Rúa, Ourense (1986). Coordinadora de La Voz de la Salud con una misión, que todos nos cuidemos más y mejor. La pandemia de covid-19 no solo la viví, también la conté en La Voz de Galicia. Mucho antes de todo esto trabajé en Vtelevisión durante casi una década como redactora, reportera y presentadora. Allí dirigí y presenté el programa Sana sana, sobre sanidad, bienestar y nutrición.