Cuando el mundo huele demasiado: así afecta la sobrecarga sensorial por olores a personas hipersensibles

Macarena Poblete / U.R. LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Sobrecarga sensorial olfativa
Sobrecarga sensorial olfativa istock

Este fenómeno puede provocar sobrecarga, estrés y la necesidad de escapar del lugar, según especialistas

29 ago 2025 . Actualizado a las 10:16 h.

Un perfume intenso en la oficina, el detergente de un baño público o el humo de una cocina industrial. Para la mayoría, son estímulos que apenas llaman la atención. Pero para algunas personas con alta sensibilidad, pueden convertirse en detonantes de malestar extremo, estrés y agotamiento físico y mental. La sobrecarga sensorial por olores se produce cuando la intensidad o persistencia de un estímulo olfativo sobrepasa la capacidad de procesamiento del sistema nervioso. «Tenemos cierto umbral de tolerancia para procesar dichos olores. El sentido del olfato está más desarrollado de lo que pensamos y está muy asociado a la memoria a largo plazo. El problema llega cuando ese umbral se sobrepasa: aunque podamos procesarlo, nos agotamos muchísimo, lo que acaba causando estrés, malestar o necesidad de huir del sitio», explica Claudia Pradas, psicoterapeuta.

Aunque este fenómeno es común en personas dentro del espectro autista, también afecta a otras condiciones y perfiles de alta sensibilidad. Además, la intensidad con la que se perciben ciertos estímulos puede variar mucho entre individuos. «Es muy frecuente que las personas con autismo tengan perfiles sensoriales alterados respecto a la población general. Aunque también hay hiposensibilidad, lo habitual es encontrar hipersensibilidad», señala Guillermo Benito Ruiz, psicólogo de la Confederación Autismo España.

Las hipersensibilidades o hiposensibilidades alteran la capacidad de percibir los cinco sentidos y el dolor. Mientras la hipersensibilidad magnifica estímulos, la hiposensibilidad los atenúa. Entre los casos más comunes se encuentran la hipersensibilidad auditiva, que vuelve insoportables los sonidos cotidianos, y la hiposensibilidad al dolor, que puede dificultar la detección de lesiones.

Un problema invisible

Las consecuencias de la hipersensibilidad se dejan notar en la vida diaria. Lugares con olores intensos, como bares, restaurantes o ciertos entornos laborales, pueden volverse intransitables: «En reuniones sociales, la persona ya está gastando energías interactuando. Si además hay olores fuertes, el sobreesfuerzo sensorial puede llevar a que tenga que irse», indica Pradas. Incluso actividades domésticas habituales pueden convertirse en un desafío: «Todo aquello que conlleve productos químicos agresivos, como la limpieza de baños, puede suponer un agotamiento extremo para una persona hipersensible a los olores», agrega la especialista. 

En espacios públicos, escolares o laborales, la ausencia de adaptaciones incrementa las dificultades. «Es frecuente que haya estímulos evitables que impiden a algunas personas concentrarse o permanecer en un entorno sin sufrir una sobrecarga. La conciencia social aún está por desarrollarse», advierte Benito Ruiz.

Benito Ruiz comenta que uno de los mayores obstáculos es la falta de comprensión. En muchos casos, la alta sensibilidad sensorial no se reconoce como un factor que pueda condicionar la participación plena de una persona en su entorno. El psicólogo explica que la gente tiende a asociar el autismo, en este caso, con lo comunicativo o lo cognitivo, y no con lo sensorial. Y esto se traduce en que las medidas de autorregulación ?como mascarillas, gafas de sol o auriculares con cancelación de ruido? no siempre se entienden o aceptan.

Esta incomprensión puede generar situaciones especialmente incómodas o incluso hostiles. «Muchas veces estas personas se ven obligadas a estar en entornos súper violentos para ellas, sin poder huir, porque la gente no quiere comprender que presentan una dificultad funcional en el día a día», denuncia Pradas.

Qué se puede hacer

Las adaptaciones, según los especialistas, deben partir de la escucha y del respeto a las necesidades expresada:. «Cuando sabemos que alguien en nuestro entorno tiene estas necesidades, debemos facilitar el uso de los espacios y generar accesibilidad. La clave está en la disposición personal y en la actitud de cada uno de nosotros como miembros de la sociedad», sostiene Benito Ruiz.

Pradas añade que en la práctica, las medidas para reducir los estímulos sensoriales pueden variar dependiendo del entorno. Estas medidas incluyen evitar productos con olores intensos en ciertos momentos, establecer horarios sin fragancias o crear zonas de baja estimulación sensorial. Lo importante es dar voz a la persona afectada y reducir al mínimo los estímulos que le resultan más agresivos.

Algunas organizaciones trabajan para que centros educativos, oficinas y comercios ofrezcan espacios más accesibles, pero la falta de normativa específica y la división de competencias administrativas ralentiza los avances: «Estamos haciendo incidencia para que, si no puede ser un entorno plenamente accesible, al menos haya períodos o zonas que sí lo sean. La clave muchas veces está en la actitud personal y en la disposición de cada uno de nosotros», indica Benito Ruiz. El cambio requiere también un esfuerzo en la formación de quienes trabajan en atención al público. «Si los profesionales están sensibilizados, con su trato y su ejemplo pueden incorporar este cambio de actitud de forma global», agrega. 

Pradas coincide, pero matiza que antes de llegar a una regulación legal es necesario un proceso de visibilización y concienciación: «A día de hoy tenemos muy poca información porque se habla muy poco. Primero hay que sensibilizar para que luego las adaptaciones y la regulación legal tengan sentido y apoyo social», puntualiza la psicoterapeuta.

Comprender lo que no se siente para ayudar

Para quienes conviven con esta realidad, aprender a identificar los primeros signos de sobrecarga es fundamental: «Por poder podemos, pero no tenemos que sobre adaptarnos constantemente. Hacer ese ejercicio de autocomprensión y autogestión es clave», subraya Pradas. Esto implica reconocer el propio umbral de tolerancia, apartarse de entornos que generan malestar, contar con un círculo de apoyo y disponer de espacios seguros para recuperarse. La psicoterapeuta destaca que comunicar las necesidades es importante, aunque reconoce que no siempre es fácil en un entorno poco comprensivo.

Para quienes no han experimentado esta hipersensibilidad, puede resultar incomprensible que un olor tenga un efecto tan intenso: «Para una persona autista, un estímulo que para una persona neurotípica es normal puede percibirse de forma desproporcionada y llegar a ser incapacitante. No es una simple molestia; es una estimulación tan fuerte que impide continuar con la actividad», resume Benito Ruiz.