Radiografía del infarto en la mujer: «Todavía falta investigación específica sobre el corazón femenino»

ENFERMEDADES

Imagen de archivo de una mujer mientras toma el sol en Londres.
Imagen de archivo de una mujer mientras toma el sol en Londres. NEIL HALL | EFE

Las enfermedades cardiovasculares se encuentran entre las primeras causas muerte en la población femenina

15 sep 2025 . Actualizado a las 15:52 h.

El corazón de una mujer no es igual que el de un hombre. Es más pequeño, con vasos sanguíneos más estrechos y con un ritmo más rápido que trata de suplir la diferencia de tamaño. En principio, está más protegido por factores hormonales. Con todo, aún queda mucho por estudiar. «Todavía falta investigación específica sobre el corazón femenino, esto incluye tanto aspectos anatómicos y funcionales, como diferencias en la microcirculación o en la respuesta al estrés, así como la manera en que las mujeres responden a determinados fármacos o intervenciones», expone la doctora Carolina Ortiz, coordinadora del proyecto Mujer y Corazón de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), quien destaca la necesidad de incluir una mayor perspectiva de sexo y género en la investigación y en la práctica.

Ello convendría para mejorar la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares, la principal causa de muerte en la población femenina tanto en Europa, como en España. 

El mayor culpable no es el cáncer, una verdad que se sitúa lejos de lo que se suele pensar. Según una encuesta realizada por la SEC, el 74,2 % de los participantes desconocían que la patología del corazón es la que más fallecimientos causa en la mujer. Ni siquiera ellas lo conocen. El 73,2 % de las encuestadas apuntaba hacia otras condiciones como un tumor o las enfermedades neurodegenerativas. 

Pese a que una amplia mayoría (el 78,1 %) decía estar bien informado sobre las patologías cardiovasculares, el 68,7 % respondía que la mortalidad por un infarto es más habitual en los hombres. Algo que es falso. De hecho, esta mortalidad casi se duplica en las mujeres. Ellas tienen más probabilidades de perder la vida. En concreto, la mortalidad intrahospitalaria en ellos se sitúa en el 5 %, mientras que en la mujer asciende al 9,1 %, según datos del Informe Anual del Sistema Nacional de Salud 2022.

Una invisibilización que se da —precisa la experta de la SEC— en parte en el ámbito sanitario. Sus raíces son históricas: «Durante décadas, la investigación cardiovascular se centró casi exclusivamente en varones, lo que generó una importante laguna de conocimiento en torno a las mujeres. Como resultado, se desconocen muchas de las particularidades en el diagnóstico, manejo y pronóstico de las enfermedades cardiovasculares femeninas», detalla Ortiz, quien lamenta que también se haya comunicado poco y mal que las mujeres están en riesgo. 

Factores de riesgo exclusivos y crecientes

La salud de la población femenina tiene características particulares. Si bien comparte con el hombre los factores de riesgo clásicos como la hipertensión arterial, la hipercolesterolemia, la diabetes, la obesidad, el sedentarismo y el tabaquismo, también presenta factores de riesgo exclusivos relacionados, precisamente, con los cambios hormonales que atraviesan durante su vida.

Algo paradójico, especialmente, si se tiene en cuenta que se pensaba que estos las protegían. «Aún son poco conocidos y, en muchos casos, no se tienen en cuenta a la hora de calcular el riesgo cardiovascular, lo que puede llevar a una infraestimación del riesgo real en la mujer», aclara la doctora Carolina Ortiz. 

En este punto, las circunstancias que aumentan el peligro se dividen según la etapa de la mujer. En la época de vida fértil, enfermedades como el síndrome de ovario poliquístico o el uso de anticonceptivos orales las ponen en el punto de mira. También lo hace que la mujer haya tenido un parto prematuro (previo a la semana 37), o dos o más abortos consecutivos o no. Así se refleja en un documento de consenso entre cardiólogos, ginecólogos y endocrinólogos europeos, publicado en la revista European Heart Journal, bajo el nombre Salud cardiovascular después de la transición a la menopausia, trastornos del embarazo y otras condiciones ginecológicas.

Allí se explica que la enfermedad del corazón y la pérdida recurrente de embarazo suelen compartir factores de riesgo como el tabaquismo, el exceso de peso o la ingesta de alcohol. Además, se observó que las embarazadas procedentes de familias con enfermedad aterosclerótica podrían estar predispuestas a sufrir más pérdidas. Algo que no debe alarmar, pero que sí tener en cuenta a la hora de medir su peligro. 

En esta etapa, y específicamente durante la gestación, pueden aparecer complicaciones como la hipertensión o la diabetes gestacional, «que alteran la función endotelial y aumentan el riesgo de desarrollar hipertensión y enfermedad coronaria años más tarde», describe la cardióloga. 

Ya con la menopausia, la caída de estrógenos — que tienen un efecto protector sobre el sistema cardiovascular— favorece la disfunción endotelial, alteraciones del metabolismo lípido como el colesterol y un aumento de la presión arterial.

A su vez, existen factores de riesgo emergentes que cobran especial importancia en la población femenina. Por ejemplo, las enfermedades autoinmunes como el lupus o la artritis reumatoide, «que causan inflamación crónica y daño vascular», o la depresión, más prevalente en ella, «y que se asocia a un peor autocuidado, mayor inflamación sistémica y, en consecuencia, un aumento del riesgo cardiovascular», señala la experta. Conocer esta amalgama de antecedentes puede identificar  personas en riesgo muchos antes de que aparezcan los síntomas. 

El infarto, de cerca

La radiografía de un infarto en la mujer evidencia estas diferencias, porque difiere tanto en su forma de presentarse como en sus mecanismos de producción. «Mientras que en los hombres suele deberse a la obstrucción de una arteria coronaria por una placa de ateroma, en las mujeres, si bien esta es también la causa más frecuente, es más habitual que, especialmente en las más jóvenes, se produzcan infartos por mecanismos no ateroescleróticos, como la disección coronaria espontánea o el vasoespasmo», aclara Ortiz. Mecanismos que son más difíciles de diagnosticar y requieren un abordaje distinto. 

A ello se suma la variedad de síntomas que pueden no ajustarse a los más típicos. Aunque el dolor torácico sea el más habitual tanto en ellos como en ellas, «en estas últimas es común que se manifiesten otras molestias menos reconocidas, como fatiga extrema, dificultad para respirar, náuseas o dolor en el cuello, mandíbula o espalda», expone la cardióloga. 

Este caldo de cultivo hace que la detección se retrase o sea errónea, con una consecuencia vital: la mortalidad se incrementa. «Las mujeres suelen tener síntomas más atípicos, que no reconocen como infarto y atribuyen a otras causas, por lo que acuden más tarde a urgencias, cuando el infarto ya está más avanzado. Además, reciben con menor frecuencia tratamientos farmacológicos o procedimientos de revascularización», responde Ortiz. 

La doctora explica que este problema se debe, en parte, a un sesgo presente en la atención sanitaria que se potencia porque «muchas mujeres con infarto son mayores y presentan otras patologías asociadas». Esto provoca que sean percibidas como pacientes más frágiles y se infratraten.

Cuando más tiempo pase entre el inicio del infarto —que comienza cuando las células cardíacas dejan de recibir oxígeno y nutrientes por la falta de riesgo sanguíneo— y la atención médica, mayor será el daño. Retrasarlo sale caro. Según un estudio de la SEC, ellas tardan de media 37 minutos más en llamar al médico. Cifra que aumenta el Observatorio Regional Bretón sobre el Infarto de Miocardio (Francia) que lo sitúa en una hora de espera. 

Los datos parecen confirmar una realidad irrefutable: en la medicina se ha pasado por alto el ataque al corazón femenino. Se ha prestado menos atención a estas diferencias de sexo y género en las patologías del corazón, «lo que ha influido en el diseño de ensayos clínicos, con una inclusión muy limitada de mujeres, lo que dificulta extrapolar los resultados a la población femenina y comprender en profundidad las peculiaridades de la enfermedad en ellas», lamenta la cardióloga, que a su vez, celebra que la situación esté cambiando, pues crece la conciencia que reclama la necesidad de una medicina más equitativa y personalizada. 

Prevenir en todas las etapas

La buena noticia es que la prevención es igual de efectiva en hombres y mujeres. Desde la Sociedad Española de Cardiología se presentan cuatro estrategias que ayudan a reducir el riesgo cardiovascular. 

Por un lado, aquellas que hayan tenido hipertensión gestacional deben vigilar su presión arterial. A las que hayan padecido diabetes se les recomienda realizarse una prueba de tolerancia a la glucosa entre las cuatro y doce semanas tras el parto, así como repetirlas en el futuro. 

Una vez la paciente ha pasado la menopausia, la SEC divide su posicionamiento respecto a la terapia hormonal, que puede aliviar los síntomas y ser cardioprotectora en mujeres jóvenes, pero «no se recomienda en las que tienen un alto riesgo cardiovascular y después de eventos previos». 

Eso sí, a cualquier edad, un estilo de vida saludable se sitúa en la primera línea de batalla. Este debe basarse en la dieta, de forma que sea baja en grasas de mala calidad, rica en frutos secos, verduras, cereales, pescados, con escasa presencia de ultraprocesados y carnes rojas, y un protagonismo del aceite de oliva virgen extra. Sin olvidar el ejercicio, dando relevancia tanto al cardiovascular como al de fuerza, y evitar hábitos tóxicos como el tabaquismo. Se calcula que, con estas medidas, se podrían evitar hasta el 80 % de los casos de patología del corazón. 

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.