Abel González, hepatólogo: «No se debe consumir alcohol, pero de hacerlo, es mejor con comida»

ENFERMEDADES

El jefe de sección de Digestivo del Hospital Universitario Lucus Augusti analiza las dos formas de ingesta en la población
22 sep 2025 . Actualizado a las 14:36 h.El doctor Abel González, jefe de sección de Digestivo del Hospital Universitario Lucus Augusti, es el hepatólogo más veterano de la Unidad de Hepatología del centro lucense. Preocupado por el tipo de ingesta que hacen los jóvenes desde edades muy tempranas, reconoce que la cantidad de alcohol que mucha gente hace a diario es suficiente para suponer un peligro real de enfermedad hepática.
—¿Le preocupa lo normalizado que está el consumo del alcohol en la sociedad?
—Sí, me preocupa la normalización en general, y la que hacen las personas jóvenes. Porque el consumo de alcohol empieza a edades muy, muy tempranas. Además, se trata de un consumo muy particular, porque es de fin de semana, ingieren grandes cantidades de alcohol muy concentrado y en días concretos. Es el modelo de consumo que hay ahora.
—¿Hay algún mito que se resista a desaparecer?
—El de que existe la posibilidad de que un poco de alcohol sea saludable. Esto es muy interesante. A nivel científico, en los últimos años se había planteado la posibilidad de que un consumo moderado de alcohol pudiera ser beneficioso para la salud, concretamente a nivel cardiovascular. Esto hacía referencia al vino tinto, del que se decía que podía contener propiedades beneficiosas para las arterias y para el sistema circulatorio. Esa actitud permisiva se ha dejado de lado en la actualidad, y la recomendación es que no hay ningún consumo saludable.
—Casi todo el mundo conoce a alguien que se toma dos o tres cervezas al día. ¿Cómo de perjudicial resulta?
—Sí, existen dos grandes modelos de consumo de alcohol. Por un lado está el diario, algunas veces relacionado con las comidas, sobre el que existe el concepto de que puede ser menos perjudicial. En esto puede haber parte de razón. Es decir, beber una dosis moderada de alcohol de baja graduación con las comidas parece ser menos perjudicial que beber o fuera de ellas. Por otro lado, está el consumo de fin de semana, donde la gente bebe una gran cantidad aún cuando a diario no lo toma. Son modelos distintos con consecuencias diferentes para la salud.
—¿Cómo cuáles?
—El consumo diario no es beneficioso y puede tener, a la larga, consecuencias más crónicas sobre algunos órganos. Los más dañados son el hígado, el páncreas, el corazón y, a nivel cerebral, el sistema nervioso central. Este consumo diario puede provocar pancreatitis crónica, hígado graso y hepatopatía relacionada con el alcohol que termine en cirrosis. También problemas de insuficiencia cardíaca por una miocardiopatía relacionada con el alcohol. Sin embargo, el consumo intenso en días concretos puede tener efectos más agudos. Es decir, una ingesta muy intensa de sábado por la noche puede conducir a una pancreatitis aguda o a una hepatitis aguda alcohólica. Son consecuencias graves pero agudas en ese momento.
—La cirrosis es la etapa final, pero antes, el daño hepático es silencioso.
—Claro, el paciente puede no notar ninguna clínica porque el hígado no duele. Lo primero que aparecería por el consumo de alcohol continuado y excesivo es el hígado graso. Esto es así porque el alcohol se transforma en triglicéridos en el hígado, se depositan en él y hace que tenga un tamaño aumentado con grasa. Eso a la larga produce fibrosis que, a su vez, se convierte en cirrosis y ya es irreversible. Por el camino puede que la persona no haya notado ninguna sintomatología. Solo haciéndole una analítica, una ecografía o una elastografía, que son las técnicas que usamos para ver cómo está el hígado, podemos prever cómo van las cosas y que el consumo que está teniendo de alcohol lo está dañando.
—¿Cambiar el estilo de vida es suficiente para revertir el daño hepático en fases iniciales?
—Por supuesto que sí. El daño inicial, mientras no hay una fibrosis importante, puede revertirse. El hígado es un órgano agradecido. Además, hay que saber que, aparte del daño hepático por el alcohol, que es una de las causas principales a nivel mundial de cirrosis, hoy en día estamos viviendo una epidemia de hígado graso relacionado con el sobrepeso, con la obesidad y con el síndrome metabólico. Muchas veces las dos situaciones se combinan, es decir, el consumo de alcohol junto con una dieta inadecuada que lleva a tener sobrepeso y obesidad. Los dos factores juntos hacen que el problema de hígado graso y de desarrollo de cirrosis sea más rápido.
—¿Ha evolucionado el perfil de paciente en la unidad?
—No he visto mucho cambio en el perfil de pacientes. La verdad es que a nivel mayoritario son varones, aunque también haya mujeres, claro. El problema se suele detectar a edades medias. Esto no significa que antes no existiese, sino que las consecuencias en el hígado se ven a los 50, 55 o 60 años. Aquí, un paciente que estaba asintomático puede debutar con una descompensación de su cirrosis. Aparecer con ascitis o con los ojos amarillos, lo que nos indica que el hígado falla. La forma de beber que tienen los jóvenes, más de fin de semana y en cantidades más grandes, también evoluciona con problemas de hígado a la larga, pero no es el perfil mayoritario de la consulta, sino que es el de la persona que toma vino todos los días.

—¿Cuánto se considera un consumo excesivo?
—Primero tenemos que definir qué es una unidad de alcohol. A día de hoy se consideran los 10 gramos de alcohol. ¿Y qué bebida y qué cantidad de bebida lleva esta cantidad? Una cerveza de 33 mililitros, o una copa de un vino de unos 100 mililitros. La sensibilidad al alcohol para las mujeres es diferente que para los hombres. Para ellos, consideramos ya una ingesta relevante tres unidades al día, es decir, tres cervezas; y 20 para la mujer, es decir, dos. Ojo, eso ya es un consumo importante. Este es el límite máximo y ya conlleva un riesgo a largo plazo. Y, desde luego, lo que ya se sabe de manera muy, muy clara, es que 50 gramos de alcohol en mujeres y 60 en hombres a diario supone un riesgo elevado de acabar con una enfermedad hepática, cardíaca o pancreática. Pero ojo, porque insisto, tomarse dos o tres cervezas al día ya es un riesgo para la salud.
—¿Es peor tomar alcohol con el estómago vacío?
—Vamos a ver. La recomendación es que no se consuma nada de alcohol, ahora bien, si alguien toma un poco, la forma menos dañina de hacerlo es acompañándolo de la comida. Por ejemplo, algo de vino con la comida. En nuestra dieta atlántica, cuando se definió hace unos años, estaba puesta la posibilidad de consumir cantidades pequeñas de vino con la comida, en la definición de dieta atlántica que se dijo en su día. Es la manera menos dañina.
—¿Se absorbe menos con el alcohol?
—El primer metabolismo que sufre el alcohol sucede en el estómago. Hay una enzima que es la alcohol deshidrogenasa, que es la que primero empieza a consumir el alcohol, incluso antes de que este pase a la sangre. Al haber comida en el estómago mezclada con el alcohol, el alcohol se absorbe menos. Si tú bebes una copa de vino sin comer, pasa muy fácil a la sangre. Es decir, actúa sobre la alcohol deshidrogenasa y luego pasa a la sangre. Si tienes comida, el vino se absorbe menos. Es una forma de que no provoque tanto daño.
—¿Se puede decir que hay bebidas alcohólicas peores que otras?
—Sí. Primero por la graduación alcohólica. Un destilado tiene 40 grados, mientras que un alcohol fermentado va desde los cinco de la cerveza a los 13 grados del vino. Con el mismo volumen de líquido, si bebes vodka o whisky consumes una mayor cantidad de alcohol. Luego, se puede hablar del producto. En los fermentados, en concreto, en la fermentación de la uva, se cree que pueden ir algunos ácidos grasos que son antiinflamatorios. En cualquier caso, la diferencia de peso es la graduación.
—¿Qué recomendaciones puede dar a la hora de reducir el consumo de alcohol y evitar el daño hepático?
—Cuando ya hay un daño hepático, pancreático o cardíaco, la recomendación es la ingesta cero de alcohol. En el paciente, está clarísimo. La persona con cirrosis no puede tocar el alcohol y tiene que tener una dieta saludable que no genere grasa en el hígado. Esta pauta es muy difícil, porque el alcohol provoca una dependencia física, como otras drogas. Y luego también está la dependencia social. Está el bebedor social. Aquella persona que bebe como parte de su actividad social. Los vinos por la mañana, los vinos por la tarde, y aunque le digas que debe dejar de beberlo, sabes que no lo va a hacer, porque forma parte de su vida. Esto es un problema. Por otro lado, el paciente sano o los más jóvenes tienen que moderar el consumo intenso de fin de semana, porque supone un riesgo de pancreatitis aguda, de daño sobre el hígado o de daño sobre el sistema vascular y el cerebro. Y luego, aquellos que pacientes de mayor edad, que beben a diario con la comida, aunque se pueda decir que es la forma de ingesta menos dañina que se conoce del alcohol, deben reducirlo en la medida de lo posible.