Celia Pérez, neuróloga: «Hace treinta años predominaba la demencia senil, un diagnóstico que ya no damos»

ENFERMEDADES

Celia Pérez, neuróloga.
Celia Pérez, neuróloga. CESAR QUIAN

La presidenta del Comité Científico del Congreso Nacional que Afaco está celebrando estos días en Coruña recuerda cómo era el alzhéimer hace tres décadas, las que la asociación lleva en activo, y desgrana los principales desafíos actuales de esta enfermedad

28 nov 2025 . Actualizado a las 14:29 h.

La Asociación de Familiares de Enfermos de Alzhéimer e outras demencias de A Coruña (Afaco) cumple treinta años acompañando a personas diagnosticadas y a sus familias. Para conmemorar este aniversario, celebran un Congreso Nacional con más de cuarenta ponentes que llega en un momento clave: la aprobación de los primeros tratamientos modificadores para el alzhéimer que, según la neuróloga Celia Pérez Sousa, presidenta del comité científico del congreso y neuróloga especializada en demencias del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), abre una nueva etapa «ilusionante y exigente». 

—¿Cómo recuerda el alzhéimer hace treinta años?

—Justo en ese momento me vine a hacer la residencia, cuando Afaco vio esa necesidad que había de acompañar a pacientes y familiares. En aquel momento, había mucha indefinición. Probablemente estaba surgiendo todo este conocimiento sobre el alzhéimer y otro tipo de demencia, porque hasta ese momento, predominaba el término demencia senil, la enfermedad de personas mayores, que además no tenía tratamiento. Pronto se aprobó el primero de los fármacos sintomáticos y eso aportó una visión diferente. Empezó a existir un interés general, tanto por parte de la comunidad médica, como de la sociedad, en conocer mejor la enfermedad. 

—¿El término demencia senil ha quedado obsoleto?

—La demencia senil es una pérdida de facultades, con un impacto sobre la vida de la persona y sobre su capacidad funcional, y el añadido de senil lo único que nos marca es una edad, que acontece en mayores de 65 años. Ese diagnóstico, nosotros en las consultas, hace mucho que no lo damos. Pero sí que es verdad que la población, de vez en cuando, todavía lo menciona. Es ahí cuando tenemos que puntualizar que la demencia más frecuente entre personas mayores es el alzhéimer, pero que hay otras.

—Participa en una mesa sobre diagnóstico y primeras intervenciones en el alzhéimer. ¿Qué importancia tiene detectar la enfermedad lo más precozmente posible?

—Cuando antes diagnostiquemos una enfermedad, antes podemos en marcha una serie de medidas que van a ser importantes para la persona. Incluso en algo que no tiene tratamiento, como te dicen a veces la gente de la calle o las familias o incluso los propios compañeros del ámbito médico: «Si no lo podéis tratar, ¿para qué queréis diagnosticarlo cuanto antes?». Pero ese paciente tiene que poder saber que tiene esta enfermedad y que va a empeorar con el tiempo. Es muy importante de cara a tomar decisiones, sobre cómo quiere ser cuidado, qué cosas quiere al final de su vida y poder poner en marcha asuntos pendientes que puedes llegar a tener. Ya no hablemos de gente que cuando recibe el diagnóstico todavía está laboralmente activa.

Asimismo, existen terapias no farmacológicas. Adquirir hábitos saludables que sabemos que nos van a beneficiar o, por lo menos, van a favorecer una evolución un poco más lenta. Y los nuevos tratamientos aprobados que están por llegar, provocarán un incremento de consultas que empezarán por el médico de familia. Gente preocupada por pérdidas de memoria, sobre todo, que van a querer saber si esos tratamientos que ralentizan la progresión de la enfermedad en fases iniciales, son para ellos. 

¿Cuáles son los nuevos tratamientos que se esperan para el alzhéimer?

Después de demostrarse que en la enfermedad de Alzheimer se deposita la proteína amiloide entre las neuronas, formando placas, se han diseñado unos nuevos fármacos que funcionan como anticuerpos monoclonales y que están destinados a impedir que se sigan formando esas masas.

Dicho así parece sencillo, pero el camino hasta su aprobación no ha sido tan fácil. Mientras que la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) aprobó el lecanemab en el 2023 y el donanemab en el 2024, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) fue más cauta. Recomendó en julio del año pasado no conceder la autorización comercial a lecanemab, si bien a los cuatro meses, cambió de opinión: tras revisar nuevos datos, los beneficios superaban a los riesgos. En abril de este año, emitió su autorización comercial y en julio, le siguió donanemab (son de diferentes casas comerciales). En España, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios será la encargada de establecer las condiciones de financiación y uso de estos fármacos.

—En esas primeras intervenciones que se realizan cuando llega el diagnóstico, ¿usted en su consulta 'receta' Afaco?

—Sí, recetamos Afaco y otras asociaciones de pacientes, centros de día o lugares donde se hacen terapias cognitivas. Tenemos que ser muy conscientes de que el neurólogo es una pieza más de esta enfermedad con tantas facetas y con tantos abordajes: desde la familia, la comunidad y el ámbito laboral. Nosotros evaluamos esos síntomas y confirmamos el diagnóstico, pero muchas veces, el médico de familia ya no tiene duda de que ese deterioro cognitivo existe, ya tienen muy clara esa sospecha. Confirmamos y aconsejamos, recomendamos tanto fármacos como terapias no farmacológicas, y como no, recursos sociosanitarios. Todo, en función de la gravedad de la demencia en el momento del diagnóstico. 

 —Menciona intervenciones no farmacológicas, ¿cuáles hay?

—Por un lado están las medidas preventivas, que se supone que son las que tenemos que poner en marcha antes de que aparezca el deterioro cognitivo. Cuando este asoma las fauces, es bueno seguir manteniendo esos hábitos, ese estilo de vida sana con ejercicio físico, con estimulación cognitiva intelectual, con una dieta adecuada y con control de los factores de riesgo cardiovascular estricto. Alejarse de los tóxicos, del sedentarismo, corregir la sordera y las cataratas o aquello que nos dificulta la visión, e intentar mejorar el sueño. Todo esto, sabemos que va a favorecer la evolución de la enfermedad y disminuir el riesgo de padecer deterioro cognitivo. 

 —¿Estas terapias no farmacológicas pueden adaptarse según el contexto?

 —Claro. Ir a un centro implica desplazarse y muchas personas, porque viven en el rural o no tienen un cuidador que les ayude, no pueden hacerlo. Las que se hacen en centros son beneficiosas en muchos aspectos, pero es verdad que no sirven para todos. Hay a quien les genera rechazo porque no les gusta estar con otra gente o se ponen muy nerviosos en contextos en donde saben que les van a dar un lápiz y papel. Por eso, las actividades hay que adaptarlas e individualizarlas según gustos, preferencias y voluntades.

Cualquier actividad que te obligue a madrugar, a tener un horario, a socializar, es beneficiosa. Aquellas personas que viven en el rural y están muy activos, que tienen animales, tierras, plantan y dan un paseo con vecinos o familiares, que hacen una ruta del colesterol todas las tardes, compensa esas terapias que se pueden hacer en un centro con otro tipo de tareas del día a día. Al igual que aquellos que van a la coral de la parroquia, que van a baile tradicional, a manualidades... Cada uno, adaptándolo a sus circunstancias. 

—Define esta etapa como «ilusionante y exigente», ¿por qué estas dos palabras?

—Ilusionante porque por fin vamos a disponer de un fármaco que sí nos va a ralentizar la progresión de la enfermedad. Podremos conseguir que la gente permanezca en etapas iniciales más tiempo. ¿Estos fármacos van a ser un antes y un después? Yo no me atrevería de momento a ser tan contundente, hay que verlo.

—Prefiere ser cauta.

—Si, porque a lo mejor estos vienen seguidos de una segunda generación de fármacos que funcionan mejor, que ralentizan más la enfermedad, tienen una mayor seguridad, que se pueden dar a todo tipo de pacientes en fases incluso en fases de pre-alzhéimer, predemencia, donde todavía no han aparecido los síntomas cognitivos. Al igual que si la enfermedad está más avanzada, poder frenarla. A futuro, son cosas que desearíamos que ocurrieran. 

—¿Y por qué «exigente»?

 —Porque estos fármacos, salvo que salgan unos de segunda generación que sean vía subcutánea u oral y se los pueda poner uno en su casa, requieren hospital, son intravenosos. Los pacientes van a requerir ir al hospital de día a ponérselos y, además, van a estar sometidos a una serie de controles con resonancias periódicas para prevenir sus efectos secundarios más graves, que es la aparición de inflamaciones o hemorragias en el cerebro. Todo esto no solo es incómodo para ellos, también va a sobrecargar el sistema de manera importante.

 —Si esta entrevista se volviese a dar de nuevo dentro de otros cuantos años, ¿qué le gustaría contarnos?

—Espero que a diez, quince o veinte años los tratamientos sean más eficaces. Conseguir intervenciones exitosas en fases precoces, en las que todavía no han aparecido los síntomas. Pero también que estas posibilidades lleguen para otro tipo de demencias de las que tendemos olvidarnos más, como las frontotemporales, con cuerpos de Lewy o las vasculares, desencadenadas por ictus.

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.