Juan No, médico rehabilitador: «Mi mayor ilusión es que un paciente de cáncer me diga que sigue haciendo ejercicio»
ENFERMEDADES
El coordinador del programa de rehabilitación de los pacientes afectados por tumores del Hospital de Oza, en A Coruña, explica la importancia del movimiento en la recuperación de esta enfermedad
14 dic 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Juan No Sánchez (A Coruña, 1973), médico rehabilitador y coordinador del programa de rehabilitación de los pacientes afectados por tumores del Hospital de Oza, vaticina que su especialidad cada vez tendrá más demanda. En el futuro, cuando el cáncer se convierta en una enfermedad crónica, crecerán los largos supervivientes que acabarán en su consulta por una discapacidad u otra. «Las necesidades de la población van a aumentar y es algo que nos preocupa muchísimo. Quizás, nuestros gestores no lo tienen muy presente», adelanta.
—¿Cómo es el trabajo en una unidad de rehabilitación para pacientes, en este caso, oncológicos?
—El servicio de rehabilitación en general se dedica a tratar a los enfermos con discapacidad, ya sea neurológica, como por ejemplo un ictus, la esclerosis múltiple o un traumatismo craneoencefálico; la unidad de lesiones medulares, o la unidad de ortoprotésica a los enfermos amputados.
—¿Qué afectación suele producir el cáncer que conduzca a esta discapacidad?
—En los países avanzados, la primera causa de años de vida ajustados por discapacidad es el cáncer. Se ha convertido en una enfermedad crónica en muchos casos porque ha aumentado la tasa de supervivencia. Los tratamientos que se utilizan, que ayudan a curarlo, también tienen muchos efectos adversos. Y estos van a generar discapacidad en muchos casos, porque pueden provocar problemas musculares, neurológicos o, incluso, cicatrices que requieran rehabilitación. En la mayoría de los casos, uno de los síntomas más comunes es el cansancio, la fatiga generada por el propio cáncer, la enfermedad o sus tratamientos. Todo esto, en el fondo, provoca discapacidad porque produce un déficit funcional y nuestro trabajo es detectarla, valorarla, medirla y si es reversible intentar tratarla.
—¿Cómo ayuda el movimiento a recuperar la capacidad?
—El movimiento lo es todo. Si nos enfocamos hacia el ejercicio, hay que prescribirlo de forma individualizada, porque no solo tienen cáncer, sino que, en muchas ocasiones, son de edad avanzada. El principal factor de riesgo de la edad. Hay otras enfermedades cardiovasculares, neurológicas o respiratorias, las cuales también tenemos que valorar para ver si ese paciente está en condiciones de poder desarrollar un programa de ejercicio. Una vez que los valoramos, tenemos que diseñarlo, es decir, establecer qué volumen pueden hacer, con qué frecuencia, a qué intensidad y el tipo. Aquí, evidentemente, no tenemos esa capacidad logística para poder realizar este programa con todos los pacientes que tienen cáncer. Solemos enfocarnos a los pacientes que están más limitados o que necesitan una supervisión a nivel hospitalario, que son más frágiles. Pero hay muchos pacientes con cáncer que hacen ejercicio fuera del hospital.
—¿En qué ayuda el ejercicio?
—Es fundamental, porque el músculo es un órgano que va a ayudar a mejorar muchas funciones del cuerpo. Hoy en día sabemos que produce una serie de sustancias que van a mejorar nuestro sistema inmunitario y el funcionamiento de otros órganos en el cuerpo. Y hasta ahora, se sabe que el ejercicio tiene un máximo nivel de recomendación para mejorar la ansiedad y la depresión originada por el cáncer, la fatiga oncológica, la capacidad física, la calidad de vida y el linfedema, que es una de las complicaciones derivadas sobre todo del cáncer de mama en las mujeres. También se sabe, aunque no con el mismo nivel de evidencia, que mejora la salud ósea, la osteoporosis, derivada de muchos tratamientos, y la calidad del sueño. Hay muchísimos estudios en marcha porque muchos fármacos pueden producir toxicidad a otros niveles y parece que el ejercicio mejora la cardiotoxicidad, la neurotoxicidad y la función cognitiva. Incluso, y algo que valoran mucho los oncólogos, la tolerancia a los tratamientos.
—Me habla de la fatiga asociada al cáncer y la importancia del ejercicio para contrarrestarla. Puede parecer contradictorio.
—Sí, es que en general, se suele confundir con la sensación de extenuación después de un entrenamiento. La fatiga oncológica no tiene nada que ver; es de origen central. Aparece, sobre todo, cuando la persona se encuentra en período terapéutico. Este tipo de cansancio se ha demostrado que mejora con el ejercicio adaptado a cada paciente.
—¿Cuál es la base del programa que proponen?
—Para poder adaptarnos y englobar al mayor número de pacientes posible, hemos empezado poco a poco, y con los tumores más prevalentes, que son el cáncer de mama, de próstata, de pulmón y de colon principalmente. En el cáncer de mama tenemos incluso un proyecto de investigación, un desarrollo para demostrar la eficacia del ejercicio. Lo que hacemos es programar un número de entrenamientos. Con ellos, además de tratar de mejorar la capacidad física de los pacientes, intentamos que aprendan a entrenar, para que luego ellas puedan hacerlo por su cuenta. En función del tipo de tumor, nos enfocamos más en la fuerza o en la capacidad cardiorrespiratoria. Por ejemplo, en mujeres con cáncer de mama, trabajamos mucho la movilidad del hombro por si las cicatrices posquirúrgicas producen problemas. En el de colon o en el de pulmón, trabajamos muchos aspectos respiratorios y la respiración diafragmática para mejorar los volúmenes pulmonares, porque van a ir a cirugías complejas. Hacemos un enfoque personalizado y buscamos educar a la población en el ejercicio a la población con cáncer.
—Cuando el programa termina, entiendo que la recomendación número uno es que continúen haciendo ejercicio.
—Siempre. Mi mayor ilusión es que cuando hago la revisión de condición física con un paciente, seis meses después, es que me digan que ha seguido haciendo ejercicio y que se ha notado mejor, que siente que la capacidad física es más parecida a la que tenía antes de la enfermedad. En estadios iniciales de la enfermedad se consigue mejorar esa calidad de vida, de hecho es uno de los aspectos que tiene mayor evidencia científica.
—¿Es difícil decirle a un paciente de cáncer que se tiene que mover aunque no tenga fuerzas?
—Sí. Nosotros trabajamos conjuntamente con los oncólogos y hematólogos. Ellos tienen una gran experiencia en el trato del paciente a nivel psicológico. Yo voy a ver a los que están ingresados, a los que también les hacemos rehabilitación, y está claro que no es lo mismo este perfil, con un estadio más avanzado de la enfermedad, porque mis objetivos serán conseguir la mayor funcionalidad entre sus limitaciones, o instruir a la familia en los cuidados. Hay una diferencia con el paciente que viene en fases iniciales, en los cuales pretendes mejorar su condición física para que tolere mejor el tratamiento y no tenga complicaciones. Además, cada persona es diferente psicológicamente. Mucha gente lo afronta con una posición muy fuerte y otros a los que hay que apoyar más. La mayoría vienen muy enfocados desde la oncología, y lo que nosotros tenemos que hacer es limitarnos a darles apoyo, a seguir con una parte más del tratamiento.
—¿Cree que la rehabilitación ha sido dejada de lado históricamente?
—Hay una historia en todo esto. Hubo una época en la que, efectivamente, al paciente se le decía que tenía que estar quieto, descansando y no hacer nada. Ahora, según avanza la ciencia y se conoce más el mecanismo de la enfermedad, se va viendo que es todo lo contrario. Que mientras el ejercicio se realice de forma regulada, habrá beneficio. Esto ha crecido en los últimos años de una forma exponencial. Cada vez hay más estudios, cada vez hay más trabajos, cada vez hay más grupos de trabajo y más rehabilitadores a nivel nacional que nos dedicamos a este tema, porque cada vez va a haber más pacientes supervivientes de cáncer que necesiten nuestra ayuda. Llegará un momento en el que el cáncer se convierta en una enfermedad crónica.