Luis Enrique dice que la leche es un «matarratas»: ¿por qué el ser humano es la única especie que la bebe en edad adulta?
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Respondemos a la pregunta del entrenador del PSG, que también se ha despachado contra las bebidas vegetales
12 dic 2024 . Actualizado a las 17:38 h.Luis Enrique es una personalidad polémica. El entrenador del PSG suele hacer comentarios que generan controversias y su opinión sobre los lácteos no es la excepción. En su nueva serie documental de Movistar+, Luis Enrique, no tenéis ni puta idea, ha catalogado la leche de animales como un «matarratas», asegurando que solo la compra para sus invitados y que en su casa «no se toma leche». En la escena, se le ve preparando un café con leche, diciendo «ahí le meto matarratas» al añadir la leche de vaca.
El entrenador va más allá, llegando a cuestionar por qué el ser humano es la única especie que consume leche de otros animales después de destetarse. Pero esta pregunta, para muchos expertos, no es suficiente como para poner en duda el consumo de este tipo de alimentos. En la visión de Luis Enrique, las bebidas vegetales, como las de almendras, las de avena o las de soja, tampoco están a salvo. «Avena con almendra, esto es otra mierda pinchada en un palo. El café se toma solo», afirma. Analizamos la evidencia científica al respecto y explicamos cómo las personas hemos llegado a ser capaces de digerir, incluso en la edad adulta, la lactosa.
Una ventaja evolutiva
Desde tiempos prehistóricos, la leche ha sido una fuente clave de nutrientes para los humanos. Su consumo comenzó hace unos 10.000 años, cuando surgió la ganadería en el Neolítico. A la pregunta de cómo nos convertimos en «la única especie» que bebe leche de esta manera, Rafael Urrialde, vocal de la Sociedad Española de Nutrición, responde que hace unos 4.000 años, «una serie de poblaciones sufrieron una mutación selectiva que hizo que un gen mantuviese activa la lactasa. Así, la supervivencia fue más fácil para esta gente que para la que no».
En otras palabras, su consumo prolongado en el tiempo ha conseguido que la fisiología de ciertas poblaciones se haya adaptado a este alimento. Este hecho evolutivo crucial es la pieza que falta en el puzle del discurso de Luis Enrique. La persistencia de la lactasa es la que ha permitido a esos humanos del Neolítico en Europa del Norte aprovechar todos los beneficios nutricionales de este alimento, que, como veremos, no son pocos. Para ellos, la leche se convirtió en una fuente fundamental de calorías que les ayudó a pasar unos inviernos duros y largos.
Nutritiva y completa
A diferencia de otros alimentos, la leche es excepcionalmente completa, proporcionando proteínas de alto valor biológico, calcio, fósforo, magnesio, zinc, yodo, vitaminas A, D y del complejo B. Según Urrialde, «la leche es un alimento cuya relación de nutrientes está hecha para cubrir necesidades fisiológicas específicas. No solo es que tenga calcio, sino que este mineral se absorbe mejor en medio de la lactosa, y además, la leche en sí, cumple con muchos ratios, por ejemplo, entre el calcio y el fósforo, que aseguran una buena estructura de los huesos».
A nivel nutricional, uno de los mayores beneficios de la leche es su biodisponibilidad de calcio. No solo contiene este mineral en abundancia, sino que su absorción está potenciada por la presencia de lactosa y vitamina D. En comparación, los vegetales ricos en calcio, como espinacas y acelgas, contienen oxalatos y fitatos que reducen su absorción a apenas un 5-10 %.
Aunque a menudo se señala su contenido de grasas saturadas, estudios recientes muestran que estas grasas son distintas a las de otros productos animales. Contienen ácidos grasos de cadena corta y media, como el butírico y el caprílico, que se metabolizan rápidamente y no aumentan el colesterol 'malo'. De hecho, los expertos consideran preferible el consumo de lácteos enteros a las alternativas desnatadas, ya que al desproveer a la leche de grasa se eliminan también vitaminas liposolubles que sin ella cuesta asimilar, como es el caso de la A o la B.
Mitos derribados
Los argumentos en contra de la leche se suelen centrar en su potencial inflamatorio o en la presencia de antibióticos en el producto final. Sin embargo, los estudios científicos no han respaldado estas afirmaciones. El doctor Ramón de Cangas, miembro de la Academia Española de Nutrición y Dietética, explica en este artículo que esta inflamación no es significativa a nivel científico y que la leche puede formar parte de un patrón alimentario mediterráneo, considerado saludable, aunque, eso sí, no se la considera un alimento necesario.
Tampoco es cierto que la leche contenga antibióticos. Desde el año 2006, en la Unión Europea está prohibido administrar antibióticos a los animales para su engorde, «y solo es posible con fines terapéuticos y bajo prescripción del veterinario», indica De Cangas. De hecho, según Urrialde, cuando es necesario que reciban una medicina, «tiene que haber un período de carencia desde que la vaca es ordeñada y produce la leche hasta que llega al consumidor» para así asegurar una ausencia de estos fármacos.
Por su parte, las leches sin lactosa, que contienen lactasa para aquellas personas que no cuentan con esta enzima, no tiene el mismo efecto en el organismo. «La lactosa es un azúcar de absorción lenta porque se digiere en la parte alta del duodeno, que es donde está la lactasa». Sin embargo, las leches sin lactosa, al contener lactasa, que permite romperla en azúcares simples (glucosa y galactosa), «hace que pase a la sangre más rápido porque se absorbe rápidamente en el estómago», indica Urrialde.
Alternativas vegetales
La popularidad de las bebidas vegetales ha crecido, con opciones que van desde aquellas hechas a partir de cereales como la avena hasta otras basadas en legumbres como la soja, o frutos secos, como las almendras. Pero no todas son iguales y su valor nutricional es variable.
De base, hay que entender que todas las bebidas vegetales serán diferentes a la leche de vaca, «porque la materia prima lo es», explica en este reportaje Patricia Ortega, dietista-nutricionista especializada en alimentación vegetariana y patología digestiva. De hecho, la Unión Europea prohíbe llamarlas «leche» porque carecen de la complejidad de los lácteos.
Las bebidas vegetales tienen menos contenido calórico en comparación a la de vaca y, además, son más bajas en proteínas o grasas. Al proceder de cereales o legumbres podrán tener más fibra, hidratos de carbono o proteína vegetal, en función de la que se escoja. Son productos variables y diferentes de la leche de vaca, «tanto a nivel nutricional, como en sus propiedades organolépticas, el sabor, el olor, la textura o el color», señala Ortega.
En cualquier caso, si lo que mueve al consumidor a comprar una opción u otra es que la tabla nutricional sea lo más parecida posible a la leche, tendrá que escoger la de soja. «Contiene un aporte proteico de calidad y si está fortificada en calcio y vitamina D, será todavía más similar», apunta la nutricionista. Si optamos por este tipo de bebidas, conviene elegir una que no contenga azúcar añadido y que esté enriquecida con nutrientes como calcio o vitamina D.