¿La «Mirada Gen Z» refleja una pérdida de habilidades sociales?: «Esa cara neutra puede ser un mecanismo de defensa»
EN REDES

La inexpresividad y el contacto visual incómodo pueden parecer signos de desinterés. Sin embargo, estas conductas podrían ser una estrategia emocional para manejar un entorno sobreestimulante, en lugar de una señal de desconexión social
26 ago 2025 . Actualizado a las 10:17 h.En redes sociales se ha vuelto viral una escena repetida: jóvenes de la generación Z trabajando en tiendas o cafeterías, atendiendo con una expresión neutra, casi impasible, que ha sido bautizada por los usuarios como la «mirada Gen Z». Ni sonrisas, ni amabilidad forzada. Solo una mirada inexpresiva que desconcierta a clientes, jefes y usuarios de TikTok que se preguntan si esta generación ha perdido la capacidad de empatía social. Pero detrás de esta expresión aparentemente vacía, podría haber mucho más de lo que parece. ¿Estamos ante una pérdida real de habilidades sociales? ¿O simplemente observamos un cambio en los códigos de comunicación?
Para Isabel Duque, psicóloga y autora del libro Acercarse a la generación Z, este tipo de lecturas parte de una premisa equivocada: el adultocentrismo. «Desde una mirada adultocéntrica, analizamos todo lo que hacen las nuevas generaciones con cierta retrospectiva idílica, pensando que lo pasado era mejor», advierte Duque. La psicóloga señala que tendemos a interpretar los comportamientos juveniles desde un prisma de juicio y alarma, olvidando que las formas de vincularse y comunicarse no desaparecen, sino que se transforman.
La generación Z, que agrupa a quienes nacieron entre 1995 y 2009, es conocida como la primera en crecer con acceso pleno a internet y redes sociales. Por otro lado, la Generación Alpha, nacida a partir del 2010, es la primera en tener una relación aún más profunda con la tecnología, pues han crecido con inteligencia artificial y dispositivos inteligentes.
Fuente: McCrindle Research
Desde esta óptica, lo que muchos ven como una pérdida de habilidades sociales sería, más bien, la adaptación a un entorno post-digital: «Lo que hay por debajo, como la necesidad de conexión o de vinculación, es lo mismo de siempre. Solo que las herramientas y los códigos son otros», explica Duque. La «mirada Gen Z», por ejemplo, podría tener múltiples explicaciones: desde una sobreestimulación emocional constante que lleva a una expresión facial neutra como escudo de defensa, hasta un mecanismo consciente de protección frente al juicio ajeno.
Cómo está mutando la comunicación
Juan Alonso, psicólogo interno residente en el Hospital La Paz de Madrid, coincide en que los cambios son evidentes, pero no necesariamente negativos: «Yo creo que hay diferencias. Principalmente por el uso de las redes sociales. Se ve un patrón distinto de relacionarse con el otro», señala. Según Alonso, hay una menor presencia de contacto físico y una preferencia por la comunicación asincrónica —mensajes de texto o audios— que permite mayor control sobre lo que se dice, pero a la vez puede limitar la espontaneidad y la autenticidad en las interacciones cara a cara.
Una de las transformaciones más relevantes tiene que ver justamente con ese factor de asincronía: «Una vez que tú no estás obligado a responder en un instante, como en una conversación diaria, puedes que haya más control sobre lo que dices, pensar más las respuestas o escribir un mensaje y luego cambiarlo, o borrarlo, o derechamente no escribir y que pasen más horas hasta que se esté listo para contestar», detalla Alonso. Y aunque reconoce que esto da espacio para la autorregulación, también señala que «puede afectar a la naturalidad de la acción o a que sea más genuina».
Duque, por su parte, ofrece una interpretación alternativa sobre esta lógica comunicativa. Para ella, no responder de inmediato no es una muestra de frialdad, sino de autonomía. «Yo creo que la gente joven ya está normalizando la idea de contestar cuando puedo y cuando quiero», afirma.
Más allá de la «mirada Gen Z», la gran pregunta sigue siendo si estamos asistiendo a una pérdida de habilidades sociales. Para Duque, esa idea parte de una visión errada de lo que implica socializar: «No hay que reeducar nada», enfatiza. «Lo que tenemos que crear son más espacios intergeneracionales, para poder compartirnos y para poder entendernos, para poder escuchar a la gente joven», afirma con seguridad.
La psicóloga considera que las nuevas generaciones no son emocionalmente incompetentes, sino todo lo contrario; argumenta que acompaña a jóvenes de entre 16 y 18 años que demuestran un conocimiento avanzado sobre empatía y validación emocional, temas que ella misma aprendió en la universidad o en cursos especializados.
Además, sostiene que muchos jóvenes han aprendido a entrenar sus algoritmos para consumir contenido que les sea emocionalmente nutritivo. Si bien reconoce que algunos jóvenes buscan validación emocional, subraya que este problema es mucho más notorio en la población más adulta. Subraya que la juventud está, en muchos aspectos, más avanzada.
Hay que seguir teniendo precauciones
Juan Alonso también reconoce el potencial positivo de la digitalización, que es el acceso a la información en general. Además, reflexiona que existe una sensación de que el mundo está más conectado: «Las diferencias entre culturas puede que se estén haciendo más sutiles porque al final hay una gran cultura común de internet», puntualiza el psicólogo.
¿Estamos, entonces, perdiendo la capacidad de empatizar, de leer al otro, de compartir tiempo presencial? Alonso cree que aún es pronto para «ver cuáles son las consecuencias que van a experimentar estos niños que nacen y ya están en exposición con las pantallas», indica. Sugiere que es importante analizar hasta qué punto la tecnología está limitando áreas cruciales en las personas, como el contacto y las interacciones con los demás.
Lejos de las alarmas y las críticas, tanto Duque como Alonso coinciden en algo esencial: no estamos ante una juventud sin recursos, sino ante una generación con herramientas diferentes. Antes de juzgar una expresión neutral o una respuesta tardía, vale la pena detenerse a mirar con otros ojos. Quizá, detrás de esa cara seria y de esos silencios, haya una generación que simplemente está hablando otro idioma.