Luis Gutiérrez Rojas, psiquiatra: «Si queremos que nuestros hijos sean fuertes, hay que enfrentarlos al miedo»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martinez LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Luis Gutiérrez Rojas es doctorado en Psiquiatría por la Universidad de Granada.
Luis Gutiérrez Rojas es doctorado en Psiquiatría por la Universidad de Granada.

El experto considera que los mensajes de «positividad tóxica» típicos de redes sociales «nos pueden angustiar porque podemos no saber cómo tolerar lo que nos está pasando»

10 abr 2023 . Actualizado a las 14:08 h.

El psiquiatra Luis Gutiérrez Rojas acaba de publicar Vivir más libre. Elige una vida feliz (Vergara, 2023), un libro en el que defiende que «solo siendo auténticamente libres podemos ser verdaderamente felices». De esta forma, expone cuáles son las causas y los peligros que, según él, propician que perdamos nuestra libertad, así como las claves para «conquistarla en los distintos ámbitos de la vida». 

Gutiérrez Rojas es licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Navarra y doctorado en Psiquiatría por la Universidad de Granada. Actualmente ejerce como profesional clínico especialista en Psiquiatría en el Parque Tecnológico de la Salud de Granada. Además, es vocal de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (Sepsm).

—El libro se titula Vivir más libre. Elige una vida feliz. ¿Hasta qué punto la felicidad se puede elegir?

—Es una de las ideas a las que más vueltas le doy en el libro: ¿Hasta qué punto una persona está condicionada o diseñada para ser menos libre? Y repaso los distintos condicionantes de la libertad. Por un lado, el genético. Está claro que todos tenemos unos genes que nos apuntan a una dirección u otra. También hablo del condicionante psicológico, porque todos hemos sido educados y, por lo tanto, vamos a tener una serie de experiencias vitales que van a marcar nuestra existencia.También hablo de lo material, ya que no todo el mundo tiene el mismo dinero, posibilidades… Y al final voy desgranando cómo todos estos condicionantes que, evidentemente, existen e influyen en nuestra libertad, pero no son los más relevantes. Es mucho más importante nuestra capacidad para tomar decisiones. Pongo un ejemplo con una especie de parábola, con el póker. En este juego, a cada participante le tocan unas cartas y no siempre el que tiene las mejores gana. Ni siempre el que tiene las peores cartas pierde. De alguna manera es, independientemente de las cartas que te hayan tocado, aprender a jugar bien la partida y tomar buenas decisiones. Porque te das cuenta de que esas buenas decisiones son más importantes que los condicionantes externos. 

—¿Cómo defíniría usted la felicidad?

—Todo el mundo busca la felicidad pero, de alguna manera, el plantearnos estar contentos y alegres en todas las circunstancias de nuestra vida es una definición bastante falsa e inasumible. Creo que la felicidad tiene mucho más que ver con esa sensación que uno tiene de estar haciendo lo correcto, con tener una vida plena, poniendo nuestro talento y nuestras capacidades al servicio de nosotros mismos y de los demás. Una persona feliz es aquella que se conoce bien, se acepta tal y como es, y que intenta vencerse a sí mismo para ser mejor persona. Y sobre todo, para mejorar la vida de aquellos que le rodean. Creo que esa definición es más completa, plena, humana, sincera y asequible que una felicidad basada en alcanzar todo lo que quiero en la vida, porque es poco probable que uno lo consiga. 

—Según lo que usted ve en consulta, ¿cómo de "feliz" es nuestra socidad?

La felicidad es un ideal un tanto inalcanzable si uno se lo plantea como ser feliz en todos los instantes de la vida, lo vuelvo a repetir. Lo que sí podemos conseguir es tener un ideal de felicidad bastante más humano o realista. Ahí sí que podemos encontrar a gente que puede definir su vida como feliz. Tiene que ver con eso que decía: conocerse mejor, aceptar nuestros fallos, ser capaces de superar aquellas cosas del pasado que nos agobian, aceptar qué cosas de mí no voy a ser capaz de cambiar porque forma parte de mi personalidad y entender que las personas que me rodean son como son. Todo eso tiene bastante que ver con la felicidad.

Existe mucha gente que pretende cambiar el mundo, a otras personas o al gobierno. Y se angustian existencialmente cuando se dan cuenta de que esto no es posible. Creo que es más sencillo alcanzar un concepto más sano de la felicidad cuando una persona asume que la realidad es como es y no como le gustaría que fuese. Esa aceptación no tiene que ver con la resignación, porque sí que pide que introduzcamos pequeños cambios. Las personas no podemos mudar al cien por cien, pero sí que podemos mejorar. Esto todo tiene que ver con el crecimiento personal, con ser capaz de luchar contra los defectos, ponernos pequeñas metas asequibles que vamos a ir cumpliendo. Ahí aparecen personas mucho más felices y plenas, aceptando su papel en la vida. 

—En el libro usted dice que una manera sencilla de alcanzar la felicidad es riéndose de uno mismo, ¿cómo conseguirlo?

—Siempre que doy conferencias empiezo diciendo, en plan divertido, que me llamo Luis Gutiérrez Rojas y no pronuncio la «r». Que tengo un frenillo que difícilmente será capaz de superar ese reto. Puede que tuviera que ir en su día al logopeda y no fui. Eso tiene que ver con eso que decíamos de ser capaces de reírnos. Muchos de nuestros defectos físicos, psíquicos o de personalidad, puede que nos angustien y no tienen la mayor importancia. Lo mismo sucede cuando una persona tiene un fracaso profesional o una enfermedad. Y esto es a lo que me refiero cuando digo lo del póker, que no tiene tanto que ver las cartas que te tocan, sino la actitud. Cómo toleras, cómo aceptas y cómo juegas esa partida de la vida. Una manera inteligente de vivirla es riéndose de las tonterías que nos pasan. De alguna manera, ser capaz de relativizar situaciones de la vida cotidiana, creo que tiene mucho que ver con cómo se alcanza la felicidad. 

—No obstante, no sé si estará de acuerdo conmigo en que cuando una persona se encuentra mal o está pasando por un período complicado de su vida, es difícil ver más allá. 

—Sí, hay muchas personas que viven angustiados por la vida que les ha tocado vivir. Creo que de alguna manera, lo primero, sería que buscáramos ayuda. Y esto no quiere decir ir a quejarse y a contarle a los demás lo mal que me va. Buscar ayuda también significa escuchar un poco a las personas que nos rodean. Abrir los ojos y darnos cuenta de la cantidad de gente que existe a nuestro alrededor, empezando por la guerra de Ucrania u otras personas que están pasándolo mal por una enfermedad… Todo eso tiene que servir para darnos cuenta de que existe mucho sufrimiento y mucho dolor y que a lo mejor el mío no es tan grave, aunque no lo maneje bien.

Lo segundo que se puede hacer es buscar soluciones sencillas. Es decir, si ante un problema de la vida yo me planteo soluciones inabarcables, no se van a conseguir. Hay que plantearse cosas realistas, sencillas y posibles. Sobre todo, que dependan de uno mismo. Porque mucha gente deja todas las decisiones de su vida, en manos ajenas. «Esta persona debería de cambiar» o «esta otra debería de hacerlo de esta forma». No, eso no va a pasar. Hay que plantearse, de todo lo que nos pasa, qué tiene que ver con nosotros mismos y plantearnos soluciones. De esa forma, seguramente esa sensación que señalas de sentirse en un bucle sin salida y estar indefenso ante la realidad, podría cambiar. 

—¿Cómo definiría nuestra zona de confort?

—Es un término que hoy en día se utiliza con mucha frecuencia. De alguna manera, lo cambiaría por «ser más libre». La zona de confort significa que, a veces, todos estamos cómodos en las circunstancias que hacemos cosas que más o menos se nos dan bien y nos conformamos con ello. Es algo que no está del todo mal, pero sí que hace que nos empobrezcamos. De alguna manera, nos hacemos más pequeños. 

Yo siempre pongo el ejemplo del cuento del elefante encadenado de Jorge Bucay, que salta de un árbol, intenta desatarse de él, pero que como no lo consiguió, se pasó toda la vida atado a un árbol cuando podía haberlo superado perfectamente. Y cuántas de esas cosas nos pasan, ¿no? Estamos agobiados por un problema, defecto, trauma, un trabajo en el que nos dijeron que no o una circunstancia que nos pasó de pequeños. Eso se convierte en la peor de las cadenas y eso es la zona de confort. Acostumbrarme a lo que tengo y no querer ser mejor. Salir de esa zona es plantearse qué hay de nuestra vida que no nos gusta, qué queremos cambiar, qué queremos mejorar… Y si uno no sabe como hacerlo, que pida ayuda. En ese momento, crecerá y saldrá de su zona de confort. 

—¿Qué papel tiene el miedo en nuestra vida?

—Diría que vivimos en un mundo con miedo a la libertad. El miedo suele ser una emoción que muchas veces es interaccional. Existe miedo al miedo. Después, hay gente que le tiene miedo a una serie de cosas que no sucederán. Como por ejemplo, si tengo otro hijo, cómo lo voy a sacar adelante. Si cambio de trabajo, me quedaré en el paro y no ganaré nada. Si suben los tipos de interés, me arruinaré. Estar siempre pendiente de una serie de posibilidades que pueden pasar, o no, pero que muchas veces, la simple amenaza de que pueden pasar ya nos lleva a la parálisis. Ese es el peor de los miedos: cuando me imposibilita ver las cosas de otra forma y crecer. Ese es un miedo negativo. 

—¿Cómo se combate ese miedo?

—Creo que tenemos que ser conscientes de esa parte de bidireccionalidad que tiene el miedo. Al final, el que está muy pendiente sopesando pros y contras de cualquiera de sus decisiones, no toma ninguna. En el libro insisto mucho en el miedo a ejercer la libertad, ya que las personas no toman ninguna decisión y al no tomar ninguna, piensan que no se equivocan. Pero no es verdad, porque no elegir nada ya es elegir. Combatir el miedo a la libertad consiste en equivocarse y no darle tanta importancia a lo que pueda suceder, porque uno aprende a través de la equivocación. 

—¿Podría decirse entonces que el miedo es necesario en nuestra vida?

—Efectivamente, el miedo tiene una parte positiva, que es que nos avisa de lo peligroso. En el sentido de que es algo que tenemos innato y que forma parte de nuestro paleocerebro. Tiene que ver con esa parte biológica en la que huíamos porque nos perseguía un león o cuando se daba un terremoto, o había una catástrofe. El miedo es positivo cuando pensamos que alguien nos puede hacer daño, tenemos que huir, un robo o una amenaza. El problema es que esa parte positiva que tiene el miedo acaba contaminando muchas vidas llenándonos de miedos absurdos, de miedos inexistentes e inventados. Además, creo que somos conscientes de que eso pasa. La gente dice: «¿Y cómo se vence al miedo?». Pues enfrentadonos a él, empequeñeciéndolo y no dejarte dominar. Entonces te das cuenta de que muchas de las cosas a las que tanto temíamos, no eran para tanto. 

 —A día de hoy, en redes sociales, existen muchos mensajes que nos invitan a ser felices constantemente. ¿Qué opinión le merecen?

—Sí, se habla mucho de la positividad tóxica. Estamos rodeados de mensajes de «no te quejes», «sé feliz», «la vida es maravillosa». Este tipo de mensajes pueden angustiar porque a veces la vida puede no ser maravillosa, o podemos no saber cómo tolerar lo que nos está pasando. De alguna forma podemos decir, ya que antes me preguntabas por el concepto de felicidad, que esta tiene mucho más que ver con la aceptación del dolor y no tanto con ver la vida de una forma maravillosa. El dolor, el sufrimiento, la pérdida, la muerte, la enfermedad, forman parte de la vida. Creo que las personas más libres no son aquellas que viven sin dolor, trauma o dificultad, sino aquellas que han sido capaces de enfrentarse a ese miedo y a esa dificultad y aceptarlo como parte del juego. Aceptar que en la vida a veces se pierde y que cuando uno pierde o falla, aprende. Creo que es un concepto de felicidad mucho más humano, más realista. 

—¿Rendirse ante lo que no podemos lograr también entra dentro de la felicidad?

—Efectivamente. Estamos continuamente queriendo cambiarlo todo o dándole la vuelta a todo lo que nos pasa. Y es muy frustrante. Hay que aceptar que hay cosas que no puedes cambiar y que esa parte que no puedes modificar no te generará tanta angustia. Te darás cuenta de que tampoco es para tanto. 

—¿Qué consejos daría para un persona que no puede estar pasando por su mejor momento?

—Creo que hay dos refranes que son muy positivos y que nos pueden servir para darle vuelta a esta situación. El primero es «al mal tiempo, buena cara» y el segundo «no hay mal que por bien no venga». Eso quiere decir que todo lo malo que me pasa tiene una lectura positiva y que todos tenemos esa experiencia. Incluso aquello que aparentemente es más absurdo o más angustioso, más sinsentido. Como puede ser una enfermedad, un accidente… Para empezar, creo que la mayoría de la gente que se queja no lo hace por cosas gordas, lo hace por cosas pequeñas. Y para continuar, una vida sin queja, donde uno lo tiene todo hecho y no tiene que enfrentarse a ninguna dificultad es una vida bastante absurda e inmadura. Lo vemos con los adolescentes y la gente joven. Precisamente uno de los problemas por los cuales nuestros adolescentes a veces tienen tanta angustia existencial, tanto problemas de ansiedad como depresión, tienen que ver con eso. No les hemos enfrentados a  la realidad, les hemos hecho una vida de color de rosas y se lo hemos dado todo hecho, mientras que no tienen heramientas para ser capaces de afrontar el dolor. 

Para alguien que esté leyendo esto y lo esté pasando mal, que piense que eso que le hace sufrir, aunque no se de cuenta en este momento, va a ser muy positivo y va a ser algo que le va a servir para madurar. El sufrimiento, que a todo el mundo nos angustia, tiene grandes enseñanzas y se aprende mucho más del dolor que de la alegría permanente. 

—¿Usted piensa que la ansiedad y la depresión que sufren los jóvenes es por una educación errónea?

—Sin lugar a dudas. Parece un poco absurdo y bastante incoherente que queramos que nuestros hijos sean fuertes y que tengan capacidad para afrontar el dolor, dándole la vuelta a la dificultad, sin decirles en ningún momento que ellos se tienen que enfrentar. Es como si le dijeras a alguien que leyera mucho sin enseñarle primero a leer. La única manera que una persona tiene de ser capaz de soportar o de tener estrategias para aguantar el dolor y manejarlo, es enfrentado a eso. Es la única manera. ¿Queremos que nuestros adolescentes o nuestros hijos sean más fuertes, menos quejicas, más estables? Pues no le tengamos miedo a enfrentarnos a las cosas. Si queremos que nuestros hijos sean fuertes, hay que enfrentarlos al miedo. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.