No pensar en el trabajo durante las vacaciones puede convertirse en misión imposible, pero las posibilidades se incrementan si podemos disfrutar de tres semanas de asueto
10 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Conciliar el trabajo con las vacaciones se está volviendo cada vez más difícil. Las antiguas vacaciones se acabaron y la irrupción de la tecnología, la era de la disponibilidad permanente, ha hecho que siempre tengamos cerca nuestro teléfono móvil. Y sobre él, sobrevuelan el estrés y la presión de la rutina. Todos ellos son factores que favorecen la desconexión, que el merecido descanso, nunca llegue. Oceanía Martín Recio, es psicología general sanitaria. Por consulta desfilan los casos de personas que deciden no parar, que deben seguir trabajando durante sus vacaciones o que no saben desconectar. Y tiene una perspectiva interesante que aportar.
—¿Es posible estar de vacaciones y no pensar en el trabajo?
—Considero que es muy difícil, aunque sí que hay personas que consiguen desconectar completamente. Creo que tiene mucho que ver con el trabajo que desempeñe cada uno. Hay trabajos que tienen un funcionamiento más mecánico, que permiten una desconexión mucho más real. Pero, por otro lado, están los trabajos que tienen contacto con otras personas o con la información. Estos últimos tienen una dificultad añadida.
—¿Supongo que también hay una gran diferencia entre ser tu propio jefe o ser un empleado?
—Sí, al final, una persona que es autónoma o tenga algún cargo importante, no desconecta en vacaciones. En estas situaciones se necesita tener todo en orden siempre.
—Hay casos en los que no la desconexión es difícil, ¿pero hay un período de tiempo de vacaciones que puede ayudar a que aparezca?
—Hay estudios que dicen que tres semanas es el período necesario para que de verdad podamos tener algo más de desconexión. Antes se hablaba de dos semanas. No sé si tiene que ver con el ritmo de vida que llevamos, pero el porcentaje de personas que conseguían desconectar con quince días era menor. Ahora se está viendo que en tres semanas ya se consigue que la persona pueda entrar en un estado de más relajación. Que ojo, no tiene por qué ser de más inactividad, es más una cuestión de relajación mental. En cualquier caso, faltan datos fiables. Sí que hay estudios y estadísticas de los que se desprende que la persona consigue desconectar más de su rutina. Cuando tenemos mucho estrés, tardamos más en lograr relajarnos.
—Asociamos julio y agosto a las vacaciones. Nos acostumbramos desde pequeños a disfrutar del verano, ¿pero hay épocas mejores que otras para cogerlas?
—Que esté justificado, no. El verano es la etapa de vacaciones en España. En esta época es cuando la mayoría de la población se va. Y esto es algo a tener en cuenta. Al haber un mayor cúmulo de gente disfrutando de su tiempo libre, puede llegar a ser un proceso estresante. En la medida de lo posible, sería conveniente tratar de evitar aglomeraciones. Se recomienda ir en épocas del año en las que se puedan hacer cosas con mayor facilidad, por ejemplo, en primavera o principios de otoño.
—Ha mencionado los agobios, ¿pueden ser las vacaciones una fuente de estrés?
—Sí, hay mucha gente que llega de sus vacaciones muy estresada. De hecho, hay ocasiones en las que llegan a ver este receso como un sacrificio. Es común iniciarlas con la creencia de que van a descansar, pero de repente se encuentran con largas esperas para ir a todos lados. No poder hacer ciertas cosas, influye en ese estrés. Diría que existen dos grupos de personas diferentes durante este período. Está el que se sobrecarga. Al estar tan acostumbrados al continuo ajetreo del trabajo quieren programar muchas cosas para disfrutarlas y se abruman con muchas actividades. Esto hace que la gente vuelva cansada y muy estresada. Luego existe la otra parte, en la que hay muchas personas que se estresan porque hay demasiada gente en los lugares y deben esperar por todo lo que se quiere hacer. La gente viene agotada de las vacaciones porque se pasa el día conectada con más obligaciones.
—¿Es aconsejable tomarse pequeños períodos de descanso?
—Cada dos o tres meses, lo ideal sería poder desconectar un mínimo cuatro días. Es verdad que vivimos en un país en el que hay muchos puentes, pero no todos los trabajos los tienen. También influyen mucho los horarios. Igualmente, es necesario poder hacer un parón de tres o cuatro días para desconectar. Lo que se debería hacer siempre es avisar de que uno se va un tiempo, desconectarse tecnológicamente y dejar todo preparado para no tener que pensar en eso. Y ya liberados, buscar ponerse en contacto con la naturaleza y permitirse la desconexión aunque sea solo cuatro días. Esto sería lo ideal.
—Hay personas que cubren las vacaciones y otras que se conectan al trabajo durante su período de descanso, ¿cuáles son las consecuencias psicológicas?
—Las personas que se quedan de sustitución para las vacaciones acusan más cansancio. Esto tiene que ver con que sigue habiendo mucha carga de trabajo, pero menos personal ocupándose de ellos. Además, los días son más largos y las temperaturas más altas. Luego está la gente que está de vacaciones, pero no desconecta. Estos tienen más posibilidades de terminar quemada con el trabajo. No tienen ese período de desconexión, por lo tanto, no hacen actividades satisfactorias que les permitan recargarse a nivel físico, emocional y mental para la vuelta al trabajo. No descansar correctamente puede provocar que tengan menos disponibilidad y paciencia.
—¿Se sigue yendo a terapia durante el período de descanso?
—Depende, hay pacientes que tienen riesgo por conducta suicida. Estas personas sí saben que me pueden contactar en cualquier momento; les hago un seguimiento independientemente de la época del año. En vacaciones, lo hacemos mediante llamadas telefónicas, mails o sesiones más cortitas. Igualmente, hay personas que durante su período de vacaciones no acuden a terapia. Esto depende mucho de la sintomatología que tenga cada paciente.
—¿Podría proporcionar algunos trucos para esta desconexión?
—Aunque suena un poco contradictorio, planificar las vacaciones. Hay que tener en cuenta que no todo el mundo las entiende igual. Las que alguien puede necesitar un año, no tienen por qué ser las que esa misma persona necesitan el año que viene. Un mes antes, más o menos, tienen que valorar lo que hay en el trabajo para que, antes de marcharse, puedan dejar los mails enviados y a alguien a cargo. En el caso de que sea imposible esta desconexión, hay que organizar los horarios en los que se trabajará. Pero siempre siendo estricto. No se puede estar mirando cosas del trabajo otro día. El problema es que todo el rato estamos con los móviles, los miramos para cualquier cosa. Entonces, hay veces que se nos hacemos trampas a nosotros mismos y decimos: «Lo miro un momento y ya está». Pero ese momento, activa al cerebro y ya se quiere comenzar a hacer más cosas.
La conexión con la naturaleza, de la manera que cada uno necesite, puede ser una alternativa. Al final, el agua o la montaña nos regula mucho internamente. Tanto a nivel del sistema emocional como al de estado de ánimo. Tener dos móviles o archivada parte de la agenda es algo que puede ayudar. También los mensajes automáticos de que no se está en el trabajo o quitar las notificaciones de ciertos grupos.