Así es la conducta suicida: «No iba a pedir ayuda porque no entendía qué me estaba pasando»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Luis intentó quitarse la vida a los 24 años.
Luis intentó quitarse la vida a los 24 años.

En el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, los supervivientes y quienes han intentado quitarse la vida subrayan la importancia de darle a la vida un sentido y un propósito

12 sep 2023 . Actualizado a las 10:41 h.

El aumento del número de suicidios es un problema urgente. Aunque la forma de entender la salud mental ha ido cambiando de un tiempo a esta parte, los últimos datos disponibles indican que España registró 4.079 muertes por esa causa a lo largo del año pasado. Una cifra que supone más de once suicidios diarios. Exploramos los motivos que llevan a alguien a tomar esta decisión y las consecuencias que puede tener en la vida de sus seres queridos.

Situaciones de riesgo

«La conducta suicida es un fenómeno complejo, multifactorial, dinámico, interactivo, no es igual para todo el mundo y tiene gran influencia cultural y social. Básicamente podríamos decir que está vinculado a un contexto biográfico de sufrimiento y esto es algo personal», explica la doctora en Psicología Susana Al Halabi, que se dedica al estudio de este fenómeno desde hace más de quince años y es autora del Manual de Psicología de la Conducta Suicida (Pirámide, 2023).

Entender las causas que hay detrás de la decisión de una persona de quitarse la vida no es algo sencillo. Cada caso es particular y cada conjunto de circunstancias es único. Lo que tienen en común las historias de aquellos que lo han intentado y, afortunadamente, han sobrevivido, es un sufrimiento profundo al que no se encuentra ninguna otra solución. «Desde ese sufrimiento, en cualquiera de sus manifestaciones, el suicidio solo representa que la persona está intentando lidiar con ese dolor y que la única manera que había en ese momento fue el suicidio», dice Luis Ángel Díaz, paciente asturiano con antecedentes de intento de suicidio.

Luis tiene 34 años y tuvo un intento de suicidio a los 24. Pero su historia con los problemas de salud mental comenzó mucho antes, en la escuela infantil. El puntapié inicial fueron las relaciones complicadas con sus compañeros. «Empecé a sufrir acoso escolar o bullying. Con cuatro años me insultaban bastante los niños, pero todavía no habían pasado a las agresiones físicas. Un año más tarde, las agresiones físicas empezaron a ocurrir y los padres de los niños que me insultaban tampoco se preocupaban. Esta deriva social empezó a extenderse con solamente cinco o seis años», recuerda Luis.

Luis venía de un entorno sumamente vulnerable. «Mi situación era la de una familia desestructurada, que es lo más habitual en estos casos. También mis abusadores y acosadores más graves venían de familias completamente destrozadas. Padres o madres ausentes, padres o madres adictos. Había ciertos problemas que hicieron que no hubiera una vigilancia sobre mí en esos momentos», cuenta.

A lo largo de su vida escolar, la situación de acoso que sufría Luis fue escalando sin que los adultos fueran capaces de ponerle un límite; en parte, dice él, porque no conocía otra forma de relacionarse con sus compañeros y, por lo tanto, no pensó siquiera en la posibilidad de pedir ayuda. «Esa gente siguió insultando y agrediendo físicamente. El colegio fue un suplicio», recuerda. Esto se intensificó hasta el punto en que Luis llegó a sufrir abusos sexuales en el instituto. «Yo no iba a pedir ayuda porque ni siquiera entendía qué estaba pasando. Yo ya había vivido todo el rato en vejación y en insulto. Es algo difícil de entender desde fuera», explica.

A raíz de estos abusos, Luis abandonó el colegio y, aunque el intento de acabar con su vida no se materializó hasta años después, fue en su adolescencia cuando comenzó a redactar su carta de adiós. «Nunca me planteé tener un futuro, ni siquiera pensaba que llegaría a cumplir veinte años. La muerte o la idea de desaparecer vivía conmigo desde muy joven. Llegué al punto del suicidio a los 24 años. Tenía agorafobia, fobia social, estrés postraumático severo y disociaciones. Había pasado por todo eso a los 24 años y ya había una fatiga que era muy difícil de sostener. Cuando una persona está en una situación tan precaria que solo conoce lo malo de la vida, pensar que queda mucho por vivir solo significa sufrir más», dice.

Diez falsos mitos sobre el suicidio

1. «Quien se quiere matar no lo dice». Nueve de cada diez personas que se suicidan manifiestan su intención de forma más o menos clara.

2. «La prensa no debería hablar de suicidio». Los medios de comunicación pueden y deben jugar un papel en la prevención del suicidio.

3. «Solo dice que lo hará para llamar la atención». El 80 % de las personas muertas por suicidio habían avisado que lo harían.

4. «Solo se suicidan quienes tienen problemas mentales». Es un factor de riesgo de peso, pero no todas las personas que piensan en el suicidio tienen un trastorno mental.

5. «Suicidarse es egoísta / valiente». La persona que llega al suicidio simplemente es alguien que sufre y no ve otra salida.

6. «Mejorar tras una crisis elimina el riesgo». Muchas personas con ideas suicidas suelen volver a intentarlo al cabo de pocos meses.

7. «El suicidio no se puede prevenir». Dado que la mayoría de las personas dejan claras sus intenciones, el suicidio es un acto previsible y prevenible en la mayoría de los casos.

8. «Quien tiene ideas suicidas quiere morir». La opción del suicidio aparece cuando el sufrimiento es tan intenso que se vuelve insoportable. Muchas personas no quieren morir sino dejar de sufrir.

9. «Solo los profesionales pueden ayudar a una persona que se quiere suicidar». Lo que necesita una persona en riesgo es hablar. Todos podemos escuchar atentamente, con una mente abierta y empatía.

10. «El suicidio es hereditario». No hay evidencia de determinismo genético. Sí es hereditaria una predisposición genética a ciertos trastornos mentales, pero va a depender de muchos factores ambientales para que pueda desarrollarse, y no tiene por qué acabar en suicidio.

Fuente: APSAS

La culpa de los supervivientes

En contextos como el de Luis, existe un riesgo elevado de desarrollar trastornos de salud mental y las probabilidades de que haya conducta suicida son altas. Pero esto no significa que alguien que no tiene un diagnóstico relacionado con su salud mental esté libre de riesgo. «Recibir un diagnóstico de trastorno de la salud mental puede ser un factor de riesgo para la conducta suicida. Pero un factor de riesgo no implica causalidad. Este mito supone una idea reduccionista de la conducta suicida como si esta fuera un mero síntoma de un trastorno mental, y no es así», señala Al Halabi.

Precisamente, el caso de un trastorno previo no fue lo que ocurrió en la familia de Carles Alastuey, psicopedagogo y cofundador de la asociación Després del Suïcidi (DSAS). Su sobrino, Miquel, se quitó la vida con 19 años de manera abrupta. En el vocabulario relacionado con el suicidio, a los seres queridos de alguien que se ha quitado la vida se les denomina «supervivientes». Se trata, señala Carles, de una situación rodeada de estigma. «Si el suicidio es invisible, el sufrimiento de las personas que han perdido a alguien a causa del suicidio es doblemente invisible. No existe la valoración de que una pérdida de este tipo tiene unas características traumáticas muy poderosas que se comparan con el shock postraumático de una experiencia bélica. Sus consecuencias afectan gravemente a la salud de estas personas y se prolongan en el tiempo, porque el estigma que envuelve al suicidio es tan grande que normalmente tú no te atreves a hablar de tu pérdida abiertamente», describe.

En estos casos, la culpa es una de las emociones que más presentes están. «Al ser una muerte no prevista, cuando quieres a esa persona, el hecho de que se quite la vida voluntariamente es un elemento de perturbación profunda que causa una gran culpabilidad, nos preguntamos por qué no hemos sabido ayudar a esa persona, por qué no nos hemos anticipado, nos cuestionamos lo que hemos hecho, lo que no hemos hecho, lo que hemos dicho y lo que no hemos dicho», dice Carles. Como psicopedagogo de profesión, el peso de no haber percibido la necesidad de ayuda de su sobrino tuvo un impacto aún más profundo.

Al mismo tiempo, emergen en el superviviente otras emociones por las que, a su vez, también se siente culpable. «Hay sentimientos de enfado porque esa persona nos ha abandonado voluntariamente. Nosotros la queríamos, incluso es posible que si ha hablado de sus intenciones con nosotros le hayamos dicho que no lo haga, le hayamos intentado ayudar a buscar ayuda. Cuando se trata de personas que tenían un aspecto de madurez con respecto a nosotros en el vínculo, nos sentimos huérfanos, abandonados. Nos ha dejado así y nos preguntamos cómo vamos a poder gestionar todo esto ahora», explica.

«Las consecuencias de una pérdida de vida por suicidio no son solamente psicológicas o emocionales. Tienen que ver con nuestra situación en el mundo. Cuando se suicida un padre o una madre, esto tiene consecuencias en la estabilidad económica de la familia, en la posibilidad de continuar viviendo donde vivía, en cómo te van a cuidar a partir de ese momento. En caso de que sea tu pareja, tiene consecuencias parecidas si compartías una vivienda. El efecto devastador que causa una pérdida por suicidio va mucho más allá de lo psicológico. Puede hasta tener consecuencias económicas, hay muchos casos de seguros de vida que consideran al suicidio como una causa de no cobertura», detalla Carles.

El 10 de septiembre es el Día Mundial de la Prevención del Suicidio.
El 10 de septiembre es el Día Mundial de la Prevención del Suicidio. La Voz de la Salud | iStock

Darle sentido a lo que sucedió es una de las grandes necesidades para un superviviente. «No es exactamente igual a una pérdida que podemos comprender y situar en una narrativa habitual: estaba enfermo, tenía la edad que tenía, sufrió un cáncer. Esto no es posible en las pérdidas por suicidio. El elemento narrativo del ser humano nos pide explicar las cosas y en el caso del suicidio, es difícil explicarlo. Puede haber una narrativa relacionada con una enfermedad mental, pero muchas veces no está tan claro esto», dice Carles.

Encontrar un propósito

A pesar de todo, el final de la historia de Luis es feliz, porque encontró un propósito y una esperanza. «En el mismo momento en que te mueres, tu vida cambia por completo. Despiertas de ese letargo y, de repente, todo es diferente. Tardas mucho tiempo en asimilar la experiencia. Empecé a marcarme pequeños objetivos. Los fui cumpliendo poco a poco. Pero para mí lo más importante fue tener un propósito en la vida. En las personas que carecen de propósitos y de metas y, por lo tanto, viven de manera aleatoria, hay un punto en el que la muerte se presenta como una salida más», dice.

Luis convirtió su carta de suicidio en un libro en el que ficcionaliza sus experiencias de vida.
Luis convirtió su carta de suicidio en un libro en el que ficcionaliza sus experiencias de vida.

«Tener propósitos y metas es la forma más adecuada de alentar a una persona a que siga viviendo», cuenta Luis, que actualmente está estudiando para convertirse en psicólogo y así poder ayudar a quienes han pasado por situaciones de abuso. Además, participa de grupos de terapia como paciente profesional. «Empecé a conocer a mucha gente y aunque no pudiera ayudarlos directamente, lo que hacía era contarles mi historia y contar que ahora estudio y me muevo por la vida. Eso es lo que a ellos les anima. Tú ves que de esas situaciones tan extremas pude salir y eso te anima. Tú también puedes, tómate tu tiempo. Hay que ir poco a poco», cuenta.

Este sentido del propósito también es importante para el superviviente. «Lo único que nos salvó fue que en el círculo familiar más próximo vimos muy claramente que no podía ser una muerte en vano. Teníamos que hacer algo con todo aquello. Fue a partir de eso que hicimos el proceso de reconstrucción, que es la última fase del duelo, en la que tú aprendes a convivir con el agujero emocional que ha generado esa pérdida y entiendes que no hay forma de llenar ese agujero y que forma parte de tu vida. Creces alrededor de ese espacio vacío», cuenta Carles. En este sentido, él recomienda acercarse a asociaciones o a personas que hayan pasado por lo mismo y hablar del tema. Entender las etapas del duelo y habilitar las emociones, permitirse llorar y estar enfadado son pasos importantes en ese proceso.

Qué decir (y qué no)

«Lo primero que hay que hacer cuando alguien te cuenta que se quiere suicidar es escucharlo atentamente y validar sus emociones y su opinión. Tú no puedes decirle a alguien: "Con la familia que tienes, ¿cómo vas a estar mal?". Eso es quitarle validez. Es importante no juzgar. Con compasión y esperanza se puede conseguir», dice Luis.

Cuando el interlocutor es un superviviente, el consejo es el mismo: hay que evitar invalidar sus emociones. «Es un duelo. No basta con decir "Tienes que pasar página" o todas esas tonterías. que se dicen a una persona que ha perdido a alguien: "La vida continúa", "tienes que seguir adelante". En las pérdidas traumáticas lo que hacen es causar un profundo rechazo. Lo que queremos no es pasar página. Necesitamos vivir ese momento. Este es un duelo que va a tener consecuencias y va a cambiar nuestra vida profundamente», dice Carles.

Teléfono de ayuda ante el suicidio, disponible siete días a la semana durante las 24 horas

717 003 717

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.