Laura Estremera, psicóloga infantil: «Aquello que le preocupa a los niños, va a ser el contenido de sus juegos»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Laura Estremera es psicóloga experta en crianza.
Laura Estremera es psicóloga experta en crianza.

La experta señala que utilizar un andador no solo no favorece, «sino que perjudica su desarrollo»

25 sep 2023 . Actualizado a las 11:17 h.

«Estamos en una sociedad en la que se tiene poca conciencia sobre el desarrollo de los niños y niñas. Quizás buscamos los hitos, los objetivos finales. Tenemos la sensación de que, cuanto antes, mejor». Son palabras de Laura Estremera, psicóloga y psicomotricista relacional especialista en atención temprana. Después de asesorar a familias en temas de desarrollo y crianza, publica su tercer libro Criar con apego seguro (Ariel, 2023), una guía en la que explica cómo acompañar a los más pequeños en el día a día. 

—¿Cómo afectan esas prisas al desarrollo del niño?

—No nos damos cuenta de que para llegar a esos momentos a lo largo de la vida de los niños, como por ejemplo, dejar el pañal, aprender a leer o a escribir, hay que ver qué va sucediendo. No prestamos la atención que necesitan esos momentos y ese camino. Y va a afectar en el sentido de que los niños y las niñas se van a ver presionados por algo que todavía no pueden lograr y sin que, ni ellos ni los adultos, disfruten de ese proceso que es necesario.

—¿Y nuestro comportamiento como adultos, cómo afecta al desarrollo de un niño?

—El rol del adulto va a tener gran peso en el desarrollo infantil. Es cierto que hay una parte que ya viene marcada por nuestra especie. La denominamos filogenética. Luego, hay otra parte genética que depende de cada niño o niña, que le hace ser único. Pero todo esto también puede modificarse por la epigenética: a través del trato del adulto, del acompañamiento, de los vínculos que se forman, de las oportunidades que le preste ese adulto en su evolución. El rol del adulto y cómo acompañamos a los niños va a influir en esas oportunidades que puede tener o no, en cómo le dejamos mostrarse tal cual es. Todo eso también va a influir en su autoestima, autonomía y en cómo interpreta el mundo, las relaciones y las situaciones. 

—¿Qué es exactamente el vínculo de apego seguro? 

—Somos seres sociales. Nuestros niños y niñas nacen muy dependientes. Necesitan cuidados por parte del adulto para poder desarrollarse, no lo pueden hacer por sí mismos. A diferencia de otras especies que sí que pueden hacerlo. Los niños necesitan una serie de cuidados y que existan unas personas que puedan atender sus necesidades. En función de cómo esas personas que están alrededor del niño o la niña atiendan esas necesidades y les traten, se van a crear diferentes tipos de vínculos de apego. De hecho, hay vínculos de apego seguros e inseguros. El vínculo de apego seguro es el que conocemos hoy en día que tiene beneficios para la persona. Tanto cuando es pequeña, como cuando va creciendo y es adulta. Está relacionado con cómo esa persona se valora a sí misma, relacionado con cómo explora el mundo, si le interesa lo que tiene alrededor y el tipo de relaciones que puede establecer con el resto de personas.

—¿Cómo se establecería ese vínculo?

—Se desarrolla cuando hay una persona cerca de ese niño, de una forma estable y continuada en el tiempo, que atiende sus necesidades. Y además, le trata bien, con cariño y respeto. Este vínculo seguro le aporta a la criatura esa sensación de seguridad y calma. En relación a sí mismo, va descubriendo que es una persona que merece ser escuchada y atendida, que es importante lo que expresa. Todo eso va a repercutir en esa imagen que crea esa persona de sí mismo. En su autoconcepto, su autoimagen y autoestima. También va a repercutir en cómo se relaciona con los demás. Va a ver que las personas están en el mundo porque son personas de fiar, personas que escuchan y atienden. 

Por último, también va a tener que ver con su autonomía, exploración y aprendizaje. Sabiendo que existen unas personas detrás tuyo que si te ocurre algo están ahí para ayudarte, te vas a atrever a descubrir el entorno, te va a parecer curioso, interesante, porque sabes que si algo se complica, esas personas van a estar ahí para echarte una mano. 

—¿El apego inseguro es todo lo contrario?

—Dentro de los apegos inseguros hay varios tipos. El ambivalente, el desorganizado… Depende de cómo el adulto dé esa respuesta al niño, este va a tener patrones diferentes que, principalmente, van a estar relacionados con esa sensación de inseguridad. Según el tipo, lo van a expresar de una forma u otra. También hay que tener en cuenta que estos tipos no son puros. Aquí estamos hablando desde la parte teórica, como si fuera todo blanco o negro, pero luego, en la realidad, vemos una mezcla, porque los niños y las niñas van a estar relacionándose con diferentes personas. Y aunque el primer vínculo tiene un peso importante, no va a ser determinante para su desarrollo. 

—¿Debemos poner límites con los niños?

—A veces, cuando hablamos de crianza respetuosa, o lo que se conoce más como crianza con apego, puede llevarnos a pensar que el adulto no establece límites. Pero los niños los necesitan. No unos límites expresados de una forma autoritaria, porque soy el adulto y soy el que mando, sino unos límites que al niño o niña le va a proporcionar seguridad y estructura. Cuando un adulto va a un lugar y sabe cómo es la secuencia de las cosas que van a ocurrir, lo que puede hacer o no, da seguridad. Para un niño o niña, también. Van a permitir que los niños se centren en las cosas realmente importantes para el momento evolutivo en el que están. En explorar, jugar, aprender… y que no tengan que estar prestando atención a cosas que ellos todavía no pueden manejar. Por eso hablamos de esos límites. Que van a ser siempre ajustados al momento evolutivo en el que están.

—¿Podría proporcionar un ejemplo?

—Por ejemplo, un bebé que gatea. Un límite físico, en este caso, puede ser poner una barandilla delante de una escalera para que no se caiga, poner una valla delante de la chimenea o que no pueda acceder a la ventana. Todos esos, serían límites físicos. No podemos ir en contra de esa necesidad y todavía no puede comprender nuestras explicaciones verbales diciendo que el fuego quema o que esa figura es muy delicada. Pues con la misma idea, lo podemos llevar a las diferentes edades, cuando los límites se vuelven verbales, para que los niños y niñas se puedan orientar. 

—Los conflictos que puede tener un adulto con un niño, ¿pueden ser positivos?

—Los conflictos, que siempre tienen esa connotación social negativa, siempre son oportunidades de aprendizaje. No es tanto el conflicto en sí, sino cómo lo abordamos y resolvemos. Y todo lo que, gracias a ese conflicto, los adultos pueden aprender. A veces nos faltan herramientas para poder abordarlos y ya de entrada, nos asustan e intentamos evitarlos. O intentamos resolverlos pronto o de una forma muy autoritaria. Porque soy el adulto, mando y se hace así. Pero es una gran oportunidad de aprendizaje. Yo, como adulto, puedo llegar a tener unas ideas y unas necesidades. Y el niño, otras. No siempre encajan entre sí. Si aprovechamos esas situaciones, ese clima del conflicto, para expresar lo que necesito y mis emociones, y lo mismo por parte del niño o la niña, podemos elaborar estrategias para poder comunicarnos y comprendernos. Es una gran oportunidad de aprendizaje. 

—Ahora mismo podría venir a la cabeza de muchos una rabieta. 

—Socialmente, quizás se pueda llegar a pensar que es una lucha de poder: el niño quiere tener razón y tenemos que oponernos porque «se va a salir con la suya». Pero cuando miramos con otra óptica esa misma rabieta, lo que estamos viendo es que el niño empieza a tener una capacidad suficiente como para poder expresar sus propias ideas y que cuando estas chocan con las del adulto…

Por ejemplo, el niño quiere subir en el coche y no ponerse el cinturón de seguridad. El adulto pone un límite porque tiene una idea diferente y le dice que no, y ahí, aparece la frustración. Aparece una emoción muy intensa. Visto desde fuera, podemos pensar que es esa lucha de poder por parte del niño que está oponiéndose, que está diciendo que no porque quiere llevar la contraria al adulto. No, no quiere. Lo que quiere es expresar su idea y su necesidad que, en ese momento, es ir en una silla sin atar. El adulto, que tiene otros conocimientos y puede anticipar otras consecuencias que el niño todavía no puede, sabe que eso no es seguro. Por eso, establece el límite. Ahí es donde encontramos el conflicto, pero también una valiosa oportunidad de aprendizaje para que podamos calmar al niño. Saber cómo calmar esa rabia y qué hacer con esa frustración para que poco a poco, después de muchas oportunidades y de una maduración cerebral que necesitan los niños, puedan enfrentarse a diferentes situaciones y sepan qué hacer ante esas emociones intensas. 

—Comentas en el libro que hay varios temas tabús que los adultos preferimos no tratar con los niños. 

—Sí. De hecho, en el libro, menciono tres que creo que son donde más tabú existe: la sexualidad, la muerte y el último, aunque a lo mejor es menos que los anteriores, el divorcio. Los adultos evitamos entrar en esos temas a no ser que nos toque muy de cerca. Esperamos no abordarlos a no ser que sea estrictamente necesario. Y que importante sería el poder normalizarlos, hablar sobre ellos y no tratarlos con tanto tabú. 

—¿Qué importancia tiene el juego en su desarrollo?

—Es una necesidad básica de la infancia. Va a ser la base de esa rama más intelectual, de todos los aprendizajes escolares y todos los que van a realizar a lo largo de su vida. Durante la primera infancia va a ser a través del juego lo que va a sembrar toda esa base. Al igual que para la expresión y la elaboración emocional, que es donde pongo la atención en el libro. Solemos asociar juego a diversión, entretenimiento… por eso dedicamos el tiempo a otras actividades y, si sobra, a que los niños jueguen. Pero en la primera infancia, es justo al revés, los niños, todos esos aprendizajes se van a asentar a través del juego. Van a descubrir todo a través de él. Luego ya le pondrán significado y forma para estructurarlo que tenemos en nuestra sociedad. Pero es que a parte, el juego, ayuda a esa expresión emocional y a esa elaboración emocional.

—¿De qué manera?

—Aquellas situaciones que les dan miedo o les preocupan a los niños, van a ser los contenidos de sus juegos. Muchas veces, los adultos nos preocupamos y decimos: «Este niño, ¿qué le puede pasar? No se abre conmigo, no me cuenta, no me dice». Pero es que a través del juego de los niños, estamos expresando todo ese mundo interno. Y qué importante darle valor. Es más, esos pequeños conflictos emocionales que nos pueden preocupar, a través del juego, ellos mismos lo van resolver. Por eso es muy importante ofrecer esos tiempos de juego. No solo cuando son pequeños, también durante toda la etapa de Primaria, porque les va a servir para toda esa expresión y elaboración emocional. 

—¿Debemos tener muy en cuenta la edad en los hitos de su desarrollo?

—Bajo mi punto de vista, debemos de tener más en cuenta la evolución. Es decir, que vayan sucediendo unas etapas detrás de otras y cómo las va realizando, más que una edad concreta. Es cierto que esta última, en determinados momentos, nos va a servir como signo de alarma. Conocer si hay una dificultad o no. Pero lo realmente importante es ir descubriendo y conociendo toda esa evolución y ver, además, cómo realizan esa evolución. Puesto que hay niños que tienen ritmos más rápidos y otros que los tienen más lentos, pero ambos entrarían en la normalidad. 

—Uno de los hitos más buscados en su crecimiento es que empiecen a andar. ¿Debemos estimularlo en ese proceso?

—Las intervenciones, ya sea nuestras como adultos o que utilicemos un instrumento para ayudarlo, son un error. Utilizar un tacataca o un andador, no solo no favorece, sino que perjudica su desarrollo. Aunque exista una industria que nos lo venda y esté al alcance de nuestra mano. O que sean prácticas muy arraigadas. Es habitual ver adultos enseñando a los niños a moverse o ayudándole a caminar agarrándolo de las manos, pero el ser humano está preparado para ir adaptando por sí mismo las diferentes posturas, apoyos y formas de desplazamiento. Es algo interno.

Conforme va madurando su cuerpo, ellos van pudiendo adquirir nuevas posturas. Además, las van perfeccionando en la práctica. Les damos la oportunidad de estar en el suelo y lo que va a ocurrir es que va haber unas posturas que se van a ir apoyando en las anteriores. Es decir, tienen que ir haciendo un camino, un recorrido. Cuando los adultos intervenimos, lo que instauramos es el objetivo final. Por ejemplo, caminar. Lo pongo de pie y luego andar. O cojo lo siento y le pongo cojines alrededor. Pero todo esto no está favoreciendo el movimiento, porque es algo interno que depende de la práctica y la maduración, a nivel de sistema nervioso. Son prácticas que lo que van a generar, son tensiones en el cuerpo, crispaciones y que no puedan desarrollar ese movimiento. Con todo lo que eso implica. 

—Cuando todavía no andan, ¿no debemos cogerlos en brazos porque se acostumbran? 

—No se acostumbra y, de hecho, lo necesita. Es decir, en cada etapa, van a necesitar cosas diferentes. Un bebé pasa por un período de exterogestación. Esto quiere decir que, como seres humanos, nuestros bebés nacen antes de estar desarrollados. De hecho, la infancia, es muy larga. Y los primeros nueve o doce meses de vida, nos están hablando de que existe una gestación fuera del útero. Necesita contacto, escuchar nuestra respiración y una serie de respuestas por nuestra parte que van a ser muy diferentes a las que necesite cuando tenga tres años, cinco o nueve. Los niños pequeños necesitan ese contacto. Necesitan tener la seguridad desde el diálogo tónico. Necesitan, a través del contacto, que bajen sus hormonas del estrés y suban las del placer. Es una necesidad de la primera infancia. Si respondemos a lo que nos están pidiendo cuando nos lo demandan, transmitimos esa sensación de seguridad. Y lógicamente el niño va a ir evolucionando y cada vez necesitará más autonomía. Necesitará irse a explorar, sabiendo que tiene unos brazos que le pueden ayudar en situaciones de dificultad. No encontraremos esa forma de «acostumbrarse» a la que tanto tememos sino que, lo que habremos hecho, es satisfacer una necesidad en el momento que aparece. Eso no quiere decir que sea para siempre o que nos lo vayan a demandar siempre. Porque los niños van a estar en evolución constante y también nuestra respuesta va a ir cambiando en función de su evolución. 

—Un consejo que suelas dar mucho sobre criar con apego seguro, pero que crees que no está instaurado en nuestra sociedad. 

—Diría dos. Uno, que prestemos atención a sus necesidades. Si nos están pidiendo o demandando, es por algo. Escucharlos en el sentido amplio, no solo porque verbalmente nos digan: «Me pasa esto o necesito esto otro». Cuando hay una demanda por parte de los niños, no es por capricho, es por necesidad. 

Y la segunda sería jugar, jugar y jugar. Favorecer y permitir que jueguen los niños y las niñas. No en ese tiempo que sobra, sino darle ese valor en el desarrollo de la infancia. Esa sí que se nos suele olvidar, o la tenemos presente para momentos muy puntuales, como cuando es fiesta o vacaciones. Esa es la que más recomiendo y la que más utilizo. 

Sin darnos cuenta de que para poder llegar a esos momentos, por ejemplo, caminar, dejar el pañal, aprender a leer, escribir… Diferentes momentos a lo largo de la vida de los niños, ver qué va sucediendo y no prestamos la atención que necesita esos momentos y ese camino

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.