Sísifos modernos, un trastorno laboral creciente: «Los sueldos bajos, jornadas indefinidas o la eterna interinidad son causas de la sisifemia»
SALUD MENTAL
Este trastorno laboral puede producirse cuando los empleados son sometidos a altos niveles de presión, es más común en ciertos colectivos como los médicos o los periodistas
18 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.El mito de Sísifo, conocido como Prometeo en la mitología griega, dice que su protagonista hizo enfadar a los dioses y, como castigo, fue condenado a empujar una piedra montaña arriba hasta la cima, solo para que esta volviese a caer rodando hasta el valle. Así una y otra vez. Esta historia fue la que inspiró al doctor José Manuel Vicente, director de la Cátedra de Medicina Evaluadora Pericial de la Universidad Católica San Antonio de Murcia, para acuñar un nuevo trastorno laboral que se define como el cansancio mental del trabajador infatigable.
El agotamiento del que se somete, día tras días, a una sobrecarga mental extrema. «Es propio de un trabajo muy exigente, con mucho apremio, en el que tenemos que responder de forma inmediata y continua con una dedicación mayor de lo normal, no pudiendo permitirnos ningún descanso», comenta el experto, que a su vez es el jefe de la Unidad Médica de Valoración de Incapacidades en el Instituto Nacional de la Seguridad Social en Gipuzkoa, y que junto a su equipo publicó en el 2022 un artículo donde nombraban, por primera vez, a este problema.
La sisifemia es habitual en trabajos que conllevan mucha responsabilidad, inmediatez en su ejecución, exigencia y un alto calendario día tras día. «Afecta más al colectivo médico, abogados, personal de comunicación y prensa, analistas financieros o auditores», detalla. A la propia exigencia de la empresa, se suma un tipo de personalidad. Trabajadores con una gran implicación con la entidad, individuos perfeccionistas, quienes se exigen a sí mismos por encima de los límites. Es un círculo vicioso que lo vuelve una condena y hace que llegue un agotamiento físico y mental», contempla el experto, que no exime a las empresas de gran parte de la culpa. Por mucho que la personalidad medie, si el ritmo de trabajo fuese adecuado, esto no debería ocurrir.
El perfil del afectado
En cuanto al tipo de contrato, destaca aquel con un carácter más precario, como los temporales, de becarios, freelance o interinos. «En becarios o similares. Acostumbran a coincidir jóvenes en inicio de actividad laboral, sueldos bajos, jornadas indefinidas, carga de trabajo intensa, sobrecarga mental, y la temporalidad en el empleo o la eterna interinidad», recoge el experto en su publicación original. Sin embargo, nadie queda exento.
Así, aquellos empleados más seniors también pueden someterse a esta presión, «cuando ven amenazada su carrera profesional o por falta de promoción si no cumplen en sus puestos laborales», añade. Además, parece que este trastorno es más habitual en personas con un alto nivel de formación: un profesional junior o recién graduado, con un expediente académico brillante, dominio de idiomas e incluso cursos de especialización en su mochila.
La causa está clara para el doctor Vicente: una falta de equilibrio entre una alta demanda de trabajo y la capacidad de dar respuesta por parte de quien lo sufre, lo que aumenta las tareas pendientes, se dificulta el resolverlas a tiempo y entran en un círculo vicioso que se alimenta a diario. Esto hace que el trabajador aumente su dedicación en forma de horas extra y tareas para casa, «que expanden el trabajo al área sagrada de lo personal», precisa.
Así, no es de extrañar que la sisifemia contribuya al deterioro psicológico y emocional de manera progresiva, a veces —dicen los autores del artículo— con la esperanza de que la situación mejore y cambie, o negando la realidad. Mientras tanto, el trastorno se traduce en un mal descanso, en una nula desconexión laboral, en falta de ocio y conciliación familiar, en un descuido de la actividad física, en malos hábitos de consumo como el tabaco o el alcohol, en el abuso de ansiolíticos u otras sustancias. Todo ello con el objetivo de o bien mantener el ritmo y la concentración o reducir la ansiedad y poder dormir.
Las consecuencias del exceso de trabajo
Vivir para trabajar puede acompañarse, con el tiempo, de distintas enfermedades, como ansiedad, depresión, trastornos del sueño o consumo de tóxicos. A su vez, el individuo también podrá experimentar procesos fisiológicos cardíacos como arritmias, infartos, hipertensión, cefaleas, dolores de espalda, diabetes, obesidad o enfermedades de la piel. Cuando esto se cronifica, el trabajador, que se siente incapaces de ponerle remedio, acaba optando por la renuncia, la dimisión y abandono del trabajo.
Para el doctor está claro que la sociedad atraviesa la era del gran agotamiento, ya no solo físico, sino mental, el cual pasa más desapercibido: «Los riesgos psicosociales en el entorno laboral están menos controlados. Se presta más atención a los físicos. Sin embargo, tanto la OMS como la Agencia Europea de Seguridad en el Trabajos advertía de que los primeros suponen una amenaza seria al trabajador», precisa el experto, que a su vez, destaca que son difíciles de medir y cuantificar.
Sisifemia, burnout, estrés crónico y mobbing laboral son procesos etiquetados como trastornos de ansiedad, adaptativos, del ánimo, depresión o del sueño. Y son unos cuantos quienes los sufren. «Un 45 % de la población trabajadora dice estar agotada cotidianamente, y el 60 % dice estar desmotivada en mayor o menor medida», señala. Un hecho nada desdeñable, ya que según el experto, no hay cosa que más canse que un trabajo no deseado. A esto se suma el estrés encubierto del trabajador, una situación de tensión permanente. «El 45 % de la población trabajadora es incapaz de desconectar del trabajo», comenta. Un caldo de cultivo que explica que «el 18 % de los trastornos mentales, como la ansiedad o la depresión, se derivan de malas condiciones de trabajo», precisa. Es más, en el 2023, España registró casi 600.000 bajas relacionadas con problemas de salud mental y comportamiento, según el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, lo que supuso un incremento de, aproximadamente, el 16 % con respecto al año anterior.
A uno no solo le influye el trabajo, sino también, todo lo que es ajeno a ello. Son los factores psicosociales e incluyen la desigualdad por distintas causas, las adicciones, vivir situaciones de violencia, la soledad no deseada, un espíritu individualista y competitiva o presentar un problema de salud mental previo.
Si bien la empresa tiene responsabilidad de la salud de sus trabajadores, el doctor Vicente recuerda que uno mismo también debe saber y poder gestionar su bienestar. Por ello, recomienda estar pendiente de los posibles signos de alerta de este trastorno. Si una alta exigencia hace que uno no tenga ganas de dedicar tiempo al ocio, al deporte o a las relaciones con los demás; que le cueste dormir, o que se despierte precozmente pensando en sus tareas laborales, las alarmas pueden activarse.
¿Qué se debe hacer? En primer lugar, el experto recomienda no posponer el hecho de poner coto. «Tenemos que darnos cuenta de que hay que saber cortar este tipo de conductas», indica. Después, conviene cuidarse a uno mismo: priorizar el descanso, especialmente el nocturno; «hacer ejercicio, ya que no solo es un quemagrasas, sino también un quema ansiedad», dice el experto; poner en práctica la meditación, «a que favorece que estemos presentes en el ahora», y por último, intentar que el ocio sea saludable.
El papel de la empresa
Por su parte, la empresa no puede quedarse de brazos cruzados mientras sus trabajadores ven cómo se mina su salud mental. E incluso antes que darle solución, los expertos recomiendan trabajar en la prevención con diferentes medidas. La primera de ellas consiste en primar estrategias organizaciones, como cambios en la distribución de cargas de trabajo y una correcta adecuación de la jornada, flexibilidad horarios, pautas de descanso y compensación horaria o vacacional.
Otra propuesta es que la empresa venda como un valor un fomento real de un trabajo saludable, y que a su vez, forme al empleado en las habilidades necesarias para que sepa detectar un daño en la salud mental y cómo hacerle frente. Esto puede darse con cursos de mindfulness, meditación, relajación o promoción de la actividad física.