María lleva tres décadas padeciendo TOC: «Es como vivir en una celda»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

El TOC impacta en la vida cotidiana de los pacientes, llevándoles a repetir conductas compulsivas para aliviar los temores.
El TOC impacta en la vida cotidiana de los pacientes, llevándoles a repetir conductas compulsivas para aliviar los temores. iStock

La paciente de Lugo explica cómo impacta el trastorno obsesivo-compulsivo en la vida diaria: «Hay ciertas cosas que sientes que sabes que son ilógicas, pero aún así tienes que hacerlas»

29 may 2025 . Actualizado a las 12:50 h.

María tiene 48 años y lleva desde los 14 sufriendo diferentes síntomas y manifestaciones del trastorno obsesivo-compulsivo, comúnmente conocido como TOC. «Yo descubrí por mí misma que lo tenía, desde ya muy jovencita, pero no lo conté, porque no sabía qué nombre tenía esto que me pasaba. Simplemente, vivía con la sensación de ser alguien de otro mundo. Era tan absurdo lo que me pasaba, que no sabía cómo explicarlo», relata.

En muy poco tiempo, su condición empeoró considerablemente. No eran los problemas típicos de la adolescencia. Sus síntomas empezaron a ir a más. «Empecé a faltar a clases porque tenía que llegar a casa y desinfectar todo. Si no lo hacía, me daba la sensación insoportable de que todo estaba contaminado de la escuela. Empecé a estar más apática, me parecía que mis cosas estaban todas contagiadas y que iban a contagiar también a mi familia», recuerda María.

Sin embargo, no sabía lo que le pasaba y, como no podía ponerlo en palabras, no lo contaba. «Mis padres pensaban que todo esto se debía a que yo soy muy limpia y ordenada. No me hacían muchas preguntas. Hasta que llegó un día en el que tuve que hablar con mi madre y decirle que no podía volver a la escuela. No le pude explicar el porqué. Fue un proceso muy doloroso y muy triste», cuenta.

En aquel entonces, el TOC no era un trastorno conocido a nivel de la cultura popular. Esta falta de visibilidad impactó en la vida de María y le impidió buscar ayuda: al no conocer la existencia de esta patología, pasó años creyendo que, simplemente, era una persona diferente. «Ni siquiera había oído hablar de esto para nada. Era como si estuviera dentro de una película o dentro de una pesadilla. Dices: "Esto no es real, voy a despertar", pero no despiertas», explica.

Qué es el TOC

El trastorno obsesivo-compulsivo se caracteriza por un patrón de pensamientos indeseadsos y relacionados con el miedo. Estos se conocen con obsesiones y llevan a la persona a realizar conductas repetitivas, conocidas como compulsiones. Las obsesiones y las compulsiones en las que derivan pueden llegar a interferir en las actividades cotidianas y causan un sufrimiento emocional importante. Es frecuente que las personas que sufren TOC se obsesionen con temas como la higiene, con un miedo excesivo a contaminarse con gérmenes. Para aliviar este temor, los pacientes se lavan las manos reiteradamente hasta que llegan a causar lesiones en la piel.

Las obsesiones suelen estar vinculadas a temas como:

  • Miedo a la contaminación o la suciedad.
  • Dudar y tener dificultades para lidiar con la incertidumbre.
  • Necesidad de que las cosas estén ordenadas y equilibradas.
  • Pensamientos agresivos u horribles sobre perder el control y hacerte daño o dañar a otras personas.
  • Pensamientos no deseados, como agresiones o temas sexuales o religiosos.

Estos son algunos ejemplos de síntomas de obsesión:

  • Miedo a contaminarse al tocar objetos que otros han tocado.
  • Dudar si cerraste la puerta con llave o apagaste la cocina.
  • Estrés intenso cuando los objetos no están ordenados u orientados de cierta manera.
  • Imágenes mentales de arrollar a una multitud de personas con tu automóvil.
  • Pensar en gritar obscenidades o actuar de forma inapropiada en público.
  • Imágenes sexuales desagradables.
  • Evitar situaciones que puedan causar obsesiones, como darle la mano a alguien.

Al igual que las obsesiones, las compulsiones suelen tener temas, por ejemplo:

  • Lavar y limpiar.
  • Comprobación constante.
  • Contar.
  • Ordenar.
  • Cumplir con una rutina estricta.
  • Exigir tranquilidad.

Algunos ejemplos de síntomas compulsivos son:

  • Lavarse las manos hasta que la piel se ponga en carne viva.
  • Comprobar una y otra vez que las puertas estén cerradas.
  • Comprobar una y otra vez que la cocina esté apagada.
  • Contar siguiendo determinados patrones.
  • Repetir en silencio una oración, palabra o frase.
  • Intentar sustituir un mal pensamiento por uno bueno.
  • Organizar los productos enlatados para que miren todos hacia el mismo lado.

El camino del tratamiento

La falta de información es un factor que suma a la angustia Muchas veces, los pacientes se sienten solos. Este es el poder de un diagnóstico en salud mental: el conocimiento funciona como un contrapeso que alivia la soledad de unos síntomas que nadie más parece tener.

A medida que María empezó a conocer algo acerca de su trastorno, su situación comenzó a cambiar. «Cuando dejé de ir al colegio pensé que a lo mejor iban pasando los síntomas, pero no pasaron. Siguieron estando ahí. Al final acabé yendo al psiquiatra y le conté todo lo que me pasaba. Me dieron medicación, me explicaron cómo se llamaba la enfermedad y me recomendaron terapia», cuenta.

Pero los tratamientos no llegaron a controlar del todo sus síntomas. Con la medicación pudo disminuir la ansiedad, pero no otros problemas como la depresión que en su caso es secundaria al trastorno. «Pruebas con un medicamento y con otro, para dormir mejor o para no estar tan sedada, pero no parece que haya mucho avance. El TOC te destruye la vida, te quita tus sueños, tus ilusiones, todo, porque te roba muchísimo tiempo. Todo tu tiempo se lo dedicas a estar pendiente de cosas que tú sabes perfectamente que son ilógicas, pero las tienes que hacer. Si no las haces, no estás bien, pero es que haciéndolas tampoco», describe María.

Para ella, el verdadero cambio empezó cuando pudo aceptar todo lo que le pasaba. «Empieza por darte cuenta de que tampoco estás bien haciendo todas esas cosas que tu trastorno te hace hacer, y decides pedir ayuda. Lo que sí es importante es la terapia», asegura.

Con todo, los síntomas siguieron apareciendo a lo largo de su vida, aunque con mutaciones. «Hay diferentes manifestaciones del TOC. En mi caso, empecé pensando en que me contaminaba. Después, está la compulsión: no puedes comer tres galletas, tiene que ser un número par. O, si ves una pelusilla en el suelo, tienes que levantarte y recogerla, da igual qué estés haciendo. Pero si hay un número par de pelusas, no las tienes que recoger. Tu cabeza está todo el día con estos pensamientos y llega un momento en el que dices: "A mí o me sedan todo el día o no voy a poder soportarlo"», cuenta.

Vivir con TOC

La vida con TOC es una carrera de obstáculos. «Ciertos pensamientos que tienes, ciertas cosas que por el trastorno sientes que tienes que hacer, sabes que son ilógicas, pero aún así tienes que hacerlas. Si te tienes que ir al trabajo, aunque estés llegando tarde, si sientes que una cosa del hogar está contaminada, hasta que no la limpias, no te puedes ir. Luego, tardas un rato en lavarte las manos y todo se complica. Llegas tarde, tienes que dar una explicación y es todo un proceso hasta que al final acabas en cama agotada mentalmente, o te echan del trabajo», explica María.

A nivel social, el trastorno repercutió a lo largo de toda su juventud y vida adulta. «Llega un momento en que te empiezas a aislar, dejas de tener relaciones para que no te juzguen, para que no te hagan preguntas, te metes en tu mundo. Es como vivir en una celda, estás siempre encerrada ahí, pendiente de todas estas cosas que te exige el TOC. Impacta negativamente en las relaciones sociales, en los trabajos, en la vida diaria y tu propia familia no te comprende a pesar de que se lo explicas y lo ven. No siempre tienen paciencia y por momentos llegas a pensar en qué valor tienes para la sociedad», detalla la lucense.

Su día a día está marcado por la búsqueda de una paz que nunca llega. «Yo me he resignado a que posiblemente no tenga una relación. También me culpo bastante, siento culpa por tener esta enfermedad, otra cosa que no tiene lógica, pero sucede. Y al final, este trastorno te desgasta tanto que solo quieres estar tranquila, en paz. Otras personas no lo pueden comprender. Yo dudo mucho de que hasta el propio psiquiatra o psicólogo puedan entenderlo si no lo viven», dice María.

Tras más de 30 años conviviendo con esta patología, la paciente aporta su experiencia y ofrece un consejo a quienes reciben su mismo diagnóstico: «Les diría que no menosprecien el trastorno, que le den importancia y que busquen ayuda y hablen del tema. Hoy, ningún psiquiatra o psicólogo se va a sorprender o a asustar de lo que le contemos. Es importante atenderlo lo más pronto posible para buscar tratamiento y aprender a llevarla. La ayuda psicológica es clave para comprender que no todo tiene por qué ser oscuridad». Por eso, hoy, es parte de Feafes Galicia, una asociación de pacientes con patologías de salud mental que brinda apoyo y contención a personas como ella.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.