Faith Harper, sexóloga: «Muchas veces dejamos que otros se aprovechen de nosotros para que estén contentos»

SALUD MENTAL

La experta explica que, ante un límite de otra persona, «está bien sentirse decepcionado, pero no nos podemos enfadar»
31 jul 2025 . Actualizado a las 17:15 h.¿Alguna vez has sentido que no te escuchan? ¿Que los demás no valoran tu opinión? ¿Te han delegado una cantidad cada vez más inabarcable de tareas y no sabes por dónde empezar? ¿Sueles anteponer las necesidades de otras personas a las tuyas? Si has respondido que sí a algunas de estas preguntas, la doctora Faith G. Harper, sexóloga y graduada en psicología, sabe lo que necesitas: establecer unos límites sanos.
Aunque nunca vamos a poder controlar cómo actúan y se comportan los demás, a través de nuestros límites podemos comunicarles qué conductas nos resultan aceptables y cuáles no. Podemos, en definitiva, dejar claras cuáles son nuestras necesidades y tomar la decisión de distanciarnos si estas no se tienen en cuenta. Pero poner límites no siempre es tarea fácil. Sobre todo si tenemos esta tendencia a priorizar a los demás. En su nuevo libro, Respeta mis p*tos límites (Temas de hoy, 2025), la doctora Harper da las claves para abordar esta tarea tan importante para nuestra salud mental.
Tipos de límites
En el libro, Harper explica que puede ser útil clasificar los límites según una serie de categorías. Están, por un lado, los límites físicos, que se relacionan con el contacto físico que aceptamos, tanto si se trata de que otro nos toque como de tocar nosotros a alguien. Por otro lado, están los límites de la propiedad, relacionados con nuestras posesiones: nuestras casas, nuestros objetos personales. Estos son más importantes de lo que podríamos pensar, ya que, como explica Harper, «los seres humanos somos bastante territoriales». Otros tipos de límites son los sexuales, los emocionales o los temporales. Estos últimos se relacionan con cómo estamos dispuestos a emplear nuestro tiempo.
A su vez, los límites se pueden considerar rígidos, permeables o flexibles, según cómo de dispuestos estemos a dejar que se traspasen. «Siempre que nuestra seguridad esté en juego, nuestros límites deberían ser rígidos», recomienda en este sentido la doctora Harper.
—¿Podría explicar cómo debemos entender qué es un límite?
—Hay muchas formas diferentes de poner en práctica los límites y todo el mundo lo hace de una manera un poco diferente, yo incluida. Pero todos los límites, independientemente de su categoría, están diseñados únicamente para preservar tu propia voz y presencia en las relaciones y en el mundo.
—¿Podría dar algunos ejemplos de conductas que son transgresiones de límites pero que normalmente dejamos pasar en la vida cotidiana?
—Suelen ser las cosas pequeñas. Como que un familiar use nuestras cosas o nos hable de una manera en la que previamente le habíamos pedido que no lo hiciese. Estas conductas no representan un gran problema en sí mismas, pero pueden dar lugar a pautas de falta de respeto continuada hacia lo que hemos comunicado y, con el tiempo, a un debilitamiento de la propia relación porque estamos recibiendo un mensaje repetido de que no se nos valora.
—¿Cómo reacciona el cerebro cuando percibimos que alguien transgrede nuestros límites?
—Responde a ello como si se tratase de una amenaza. Se activa la amígdala y nos preparamos para huir o luchar. ¿No es interesante que, incluso a un nivel preconsciente, nuestro cerebro sepa que los límites son importantes para nuestra supervivencia?
—¿Cómo podemos definir cuáles son nuestros límites? ¿Qué debemos tener en cuenta a la hora de comunicarlos?
—Yo diría que no hay una respuesta universal a esta pregunta porque todos somos muy diferentes. Más bien, diría que, para comprender nuestros propios límites, podemos detenernos y preguntarnos: «Si esto siguiera ocurriendo a lo largo del tiempo con esta persona, o si todo el mundo me tratara de la misma manera, ¿aceptaría este trato continuo y sin disculpas?».
—¿Cuándo y cómo deberíamos justificar un límite?
—Creo que es importante discutirlos con las personas con las que estamos estrechamente relacionados, sobre todo cuando estamos cambiando el nivel de acceso a nosotros que están acostumbrados a tener. Pero hay que tener en cuenta que el hecho de que decidamos explicar algo para aclararlo no significa que debamos cuestionar constantemente nuestras decisiones. Porque al fin y al cabo, tú eres el único que realmente tiene que vivir dentro del mundo que creas y no tienes por qué dar demasiadas explicaciones de qué es lo que funciona mejor para ti.
—¿Qué consejos daría para respetar los límites de los demás y gestionar las emociones que pueden surgir?
—Siempre les digo a mis clientes que está bien estar decepcionado, pero no está bien enfadarse. Si alguien nos invita a salir y decimos «no, gracias, no eres mi tipo», estamos expresando un límite. La persona que nos ha invitado a salir seguramente se sentirá decepcionada por nuestra negativa. Pero guardarte rencor, pensar que se le debe un sí o cualquier otra respuesta controladora o inadaptada no es algo apropiado.
—¿Cómo debemos actuar cuando hemos transgredido un límite de alguien?
—Asúmelo. Discúlpate y comparte un plan para actuar de forma diferente en el futuro. Los seres humanos cometemos errores constantemente. La perfección no es un requisito para ser una buena persona, pero la responsabilidad sí lo es.
—¿Qué errores cometemos frecuentemente a la hora de establecer límites en nuestras relaciones?
—Tendemos a ser demasiado permeables. Con esto quiero decir que muchas veces dejamos que los demás se aprovechen de nosotros para que estén contentos con el vínculo. También ocurre lo contrario, nos ponemos demasiado rígidos, no tenemos ninguna voluntad de negociar. Encontrar el término medio ideal es importante y hace falta trabajar para conseguirlo.
—¿Qué mitos sobre los límites le gustaría derribar?
—La mayor dificultad radica en nuestra incapacidad para comprender que los límites no son algo que debamos imponer a los demás. Un límite no está diseñado para decirle a nadie más cómo actuar, sino solo afirmar qué comportamientos toleraré en mi presencia. No me corresponde controlar el comportamiento de nadie más que el mío propio.