Familias de jóvenes con problemas de salud mental reclaman una mejor atención: «Solo permiten la entrada a uno de sus padres y ni dejan tener un libro»

SALUD MENTAL

De izquierda a derecha: Vanessa Oria, Ángela González y Ana González.
De izquierda a derecha: Vanessa Oria, Ángela González y Ana González. Marcos Míguez

Vanessa Oria, una de las madres que participaron, cuenta la historia de su hija: «En la Unidad de psiquiatría infanto-juvenil, solo podíamos verla dos horas al día»

08 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Este martes por la tarde la Fundación Salma (Fundación para o coidado da Saúde Mental en Galicia) organizó una ponencia en la que varias familias con hijos pacientes de trastornos o patologías mentales pudieron exponer sus experiencias vitales y cómo de invisibles se han sentido para la administración. El evento, que tuvo lugar en la sede de la Fundación ONCE, en A Coruña, estuvo moderado por la periodista Isabel Bravo. Los padres y madres que compartieron sus testimonios, marcados por el dolor y el desgaste, buscan un cambio de paradigma: luchar contra el estigma y obtener una mejor atención sanitaria. En el encuentro participaron Ángela González, madre de un hombre de 25 años con TEA; Consuelo Lago, madre de una adolescente de 16 diagnosticada de esquizofrenia y psicosis; y Ana González, cuyo hijo también tuvo episodios psicóticos que requirieron atención profesional.

También estuvo presente Vanessa Oria, viguesa y miembro de plataforma Adolece —entidad que defienden los derechos de niños y jóvenes con problemas de salud mental y que también colaboró en el encuentro—. Ella tuvo que buscar ayuda fuera de Galicia, ya que en la comunidad solo veía cómo su pequeña empeoraba. Antes de detallar lo que les sucedió reconoce que su historia no es única ni la excepción. Hace cuatro años, su hija empezó a manifestar síntomas de una depresión leve: «Ella no acababa de sentirse bien, tampoco acaba de estar a gusto en el instinto y no tenía ganas de vivir, que no es lo mismo que querer morirse», recuerda, haciendo hincapié en este matiz, esta madre. Estos primeros síntomas de alarma justificaron los primeros ingresos en plantas pediátricas. «Se puede decir que son relativamente bonitos, porque podemos entrar ambos padres. Es una habitación normal, con mesillas, televisión o baño abierto».

Sin embargo, la muerte de su abuela desencadenó lo que Vanessa describe como «la tormenta perfecta». Bajada de rendimiento en la escuela, problemas con sus iguales y las autolesiones. «Pasamos del ''ya no tengo ganas de vivir'' al ''me quiero morir''. Los ingresos en pediatría continuaron y, con unos trece años, le subieron la medicación», explica esta madre. Le recetaron ansiolíticos y antidepresivos. Lo única alternativa de la que pasó a disponer esta familia ante una crisis consistía en acudir a urgencias. Así sucedió.

En Galicia, el traspaso de Pediatría a Medicina de Familia ocurre a los catorce años. Cuando las crisis aparecieron a los quince, la hija de Vanessa tuve que ingresar en la unidad de psiquiatría de adultos del Hospital Álvaro Cunqueiro. «Me negué porque en nuestra área sanitaria hay una unidad de psiquiatría infanto-juvenil, pero me dijeron que allí no había plazas», cuenta la progenitora.

El ingreso se convirtió en lo que ella describe como un «infierno». «En adultos, como al resto de pacientes, la meten en una habitación y le quitan todas sus pertenencias. No hay mesillas, el baño está cerrado, solo permiten la entrada a uno de sus padres y ni dejan tener un libro», recuerda Vanessa, quien por aquel entonces solo podía preguntarse cómo su hija, de 15 años, iba a poder recuperarse.

Forzaron el alta para que ella no se acostumbre a estar allí, pero el ingreso se repitió. «En esta segunda ocasión, ya no le dejaron estar en el aula hospitalaria a la que, antes, podía ir una hora y media porque estaba cursando tercero de la ESO. La razón que nos dieron es que los pacientes psiquiátricos pueden suponer un riesgo para el resto». Solamente podía salir del cuarto para ir a comer.

La plaza en la unidad especializada para jóvenes llegó. pero las expectativas de mejora que Vanessa y su marido tenían cayeron en saco roto. «La situación fue a peor. Los padres solo podíamos verla dos horas al día, las contenciones que ya había en la unidad de adultos se agravaron. Te dicen que el tiempo de visita es limitado porque por la mañana tendría clase e iba a hacer muchas terapias. Pero mi hija ingresó un once de junio y no hicieron terapias con ella», lamenta esta madre, que es directa al contar la realidad: «En julio, mi hija tuvo 41 contenciones, más que días tiene el mes».

Después de tres meses ingresada en esta unidad, la familia consigue que permitan el alta de su hija para trasladarla a una clínica en Madrid. Lo hacen tan rápido como pueden por el riesgo de sucidio que existía. «Lo costeamos todo nosotros y somos una familia normal», denuncia Vanessa, que reconoce que este esfuerzo vale la pena al ver el progreso de la menor. «En Madrid estuvo un año, pero en siete meses, el mismo tiempo que pasó en el Álvaro Cunqueiro, recuperó una vida normal y totalmente funcional». La joven, que ahora tiene 17 años, está estudiando y tiene una vida corriente, ajustada a su edad.

En datos

En Galicia, se estima que un 11,5 % de la población infantil tiene un trastorno mental , los que se detectan con mayor frecuencia en las personas atendidas son la depresión y los trastornos de la conducta. «Nos derradeiros anos tense incrementado o número de consultas motivadas por trastornos mentais e do comportamento nos ámbitos infantil e xuvenil, datos que concordan coas cifras de aumento substancial na actividade dos servizos de psiquiatría infanto-xuvenil», indica el Plan de Saúde Mental de Galicia para el período del 2020 al 2024. Según la Encuesta Nacional de Salud, el 10,4 % de la población española de entre 14 a 25 años padecen un cuadro depresivo, de los cuales, casi un 6 % son pacientes de un cuadro depresivo mayor.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.