¡Benditos colegios!, guía para gestionar las vacaciones: «Muchos padres se sienten culpables por sentir que necesitan un fin de semana de relax»
LA TRIBU
Gestionar las vacaciones de los más pequeños mientras nosotros seguimos trabajando es difícil y laborioso; dos psicólogos nos aportan sus enfoques para salir reforzados durante los próximos dos meses y medio
22 jun 2023 . Actualizado a las 15:05 h.Se acabó el curso escolar y el elefante en la habitación es, en realidad, un pequeño ser humano que va en pantalones cortos. Es ruidoso, está lleno de energía y curiosidad, hace constantemente preguntas y va a estar contigo durante dos meses y pico porque está de vacaciones. El inicio del descanso estival de nuestros hijos es todo un reto para los padres y las madres. Los centros educativos han cerrado sus puertas y toca adaptarse. Hay cosas que debemos tener en cuenta para que la relación familiar no se vea afectada por un cambio que, sin ningún tipo de duda, es significativo. Para recalibrar, recordar y guiarnos en una convivencia veraniega sana, recurrimos a dos psicólogos. Problemas de conciliación aparte (que eso ya es otro cantar), buscamos que todos disfrutemos de las vacaciones; no se trata de salvar estos dos meses, sino de salir reforzados.
Los niños son niños y hacen ruido
Es posible que durante nueve o diez meses al año tengas un momento sagrado en tu rutina diaria. Puede ser el café de la hora de comer o ese tirarte en el sofá después de que los niños se hayan ido a la cama porque mañana hay cole. Posiblemente, ese momento se vea ahora amenazado, porque las vacaciones cambian los horarios: los pequeños se suelen acostar más tarde y están presentes las 24 horas del día correteando. Pero es que jamás deberíamos perder de vista que eso es lo que hacen los niños. «Tienen un montón de energía y tienen que gritar, saltar, chincharse entre ellos, enfadarse y reconciliarse, colaborar y competir», nos recuerda Abel Domínguez, psicólogo sanitario, miembro del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid y Director de Domínguez Psicólogos. Parece algo rematadamente obvio, pero por si existiese algún despistado, nunca está de más decirlo: los niños son niños. «El juego es su lenguaje. A través de él aprenden. Es la forma que tienen de conocer el mundo, tanto físico como social», explica Jaime Picatoste, psicólogo infantil sistémico. No lo perdamos de vista.
¿Por qué hablamos de niños cuando deberíamos estar hablando de adultos?
Suele pasar que, cuando queremos abordar una supuesta problemática relacionada con el mundo infantil, inmediatamente posamos la lupa sobre ellos. Pero, muchas veces, echamos la culpa a los niños de los problemas que nos aquejan como adultos —si nos paramos a pensarlo, irónicamente, es una actitud bastante infantil—. Suele ser a nosotros a los que nos falta reflexión. A fin de cuentas, somos los que estamos preparados psicológica y biológicamente para la resolución de conflictos.
Así pues, hablemos como adultos. «A la hora de convivir, a la hora de criar, es importante resaltar que el adulto tiene una parte de sacrificio tremenda. Aunque se haga con mucho amor, ser padre o madre es un sacrificio. El adulto necesita tener una capacidad reflexiva constante sobre sus emociones», comenta Picatoste. La crianza es sacrificio. Los queremos más que a nada, pero a veces nos superan. Y es normal. Por tanto, si en algún momento te sientes culpable por sentir que tus hijos te están 'molestando', vamos a decirle adiós a esa culpa antes de empezar a construir un buen clima veraniego en casa desde la honestidad.
Líbrate de la culpa: todo el mundo ha dicho eso de «benditos colegios»
«Sin duda, la culpa es la gran invitada a la mesa en la mayoría de las familias. Está ahí sentada, con nosotros, y muchos padres se sienten culpables por sentir que necesitan deshacerse de sus hijos o tener un fin de semana de relax sin ellos. Creo que es un sentimiento natural», explica Jaime Picatoste. «Creo que es importante. Es un sentimiento muy común y que no debe ser señalado. Los padres están, a veces, deseando que acabe el verano y empiecen sus particulares vacaciones, que puedan dejar al niño en el colegio y eso no debe ser culpabilizado, porque criar a un niño es un sacrificio muy duro, si son dos ya no te digo y si son familia numerosa...», comenta el psicoterapeuta, dejando lo obvio en suspenso.
Así, Picatoste recomienda, en caso de que exista, aceptar esta culpa como un sentimiento normal y natural. Podríamos decir que hasta lógico. Una vez nos hayamos liberado, será tiempo de cambiar el enfoque, tal y como recomienda Abel Domínguez, que anima a ver las cosas de otra manera: «Yo invitaría a las familias a reflexionar sobre cómo se plantean los veranos. Creo que se pueden descubrir nuevas formas de hacerlo, una manera en la que haya un equilibrio mayor en el ratio de semanas trabajadas y semanas disfrutadas. Quizás acostumbrarnos a salir del trabajo e irnos tres de cinco tardes a la playa o a la piscina de la urbanización, quien la tenga. Sinceramente, me parece un lujazo. Dentro de que tenemos que trabajar los meses de verano, podíamos darle una pensada, sobre todo los adultos que somos los que tenemos recursos mentales para sacar esto adelante. Se trata de conseguir disfrutarlo», recomienda Domínguez.
La realidad social como realidad, no como excusa
No buscamos excusas, pero las cosas son como son. Si sentimos culpa, es muchas veces por la realidad social que hoy se vive. «El sistema familiar ha cambiado; la mujer, por suerte, se incorpora al mercado laboral, pero no se tiene en cuenta la conciliación. Hay una realidad social que pasa desapercibida. No hay el apoyo necesario para afrontar algo obvio que es: ¿cómo gestiono yo mi tiempo si tengo que trabajar y no puedo pasar el tiempo de calidad que necesita la relación con mis hijos?», proclama Jaime Picatoste. Esto es una realidad como un mundo. La vida, tal y como está montada, nos pone las cosas muy difíciles para poder disfrutar. Ahora bien, la vida es así y difícilmente podremos cambiarla en los próximos tres meses. Toca asumirlo. Y dentro de la realidad, ser padres implica una responsabilidad.
«No debemos martirizarnos, pero también debemos ser coherentes, sensatos y darnos cuenta del tiempo que cada uno dedica a sus hijos. Creo que es importante que aprendamos a gestionar bien el tiempo, cosa que no a todo el mundo se le da bien». Esto es muy fácil de decir, lo sabemos, hay personas que no tienen entre sus fuertes la organización. «Si eres una persona que le cuesta organizar su tiempo, conseguirlo hacer bien a nivel familiar requiere mucha más comunicación, antelación y puesta en común con la pareja, si es que la hay. Necesitas una red de apoyo tremenda», reconoce el psicólogo infantil. Pero el esfuerzo merece la pena. Puede costar, pero ponle ahínco, porque supondrá un antes y un después. Si este año llegas tarde, proponte que el año que viene ya tengas mirado un campamento o alguna actividad que ocupe su tiempo libre en el mes de mayo, por ejemplo.
La realidad puede ser más o menos dura, pero se resume en una frase: los padres nunca tienen vacaciones. Hay épocas en las que no van al trabajo, eso sí, pero en casa les espera la labor complicada y exigente de cuidar de sus hijos.
Evidentemente, no hablamos de trabajo desde un punto de vista mercantil, no se trata de pensar en la paternidad como la prestación de un servicio a cambio de una compensación, pero es así: la paternidad, como los amigos, requiere trabajo. «Hablo de trabajo del mismo modo que pasa con la amistad. Una amistad requiere sacrificio, de poner sobre la mesa un esfuerzo. No es solamente disfrute. La amistad también hay que cuidarla y exige trabajo y esfuerzo. La paternidad y maternidad, también. Sería un error creer que, como estamos de vacaciones, podemos soltar las riendas y disfrutar de mi tiempo libre porque estoy de vacaciones y ya está. Aquí sigue habiendo una responsabilidad tremenda, que puede ser más laboriosa que el propio trabajo. Cuántos padres y madres te dicen que prefieren estar en el trabajo que pasar 24 horas con sus hijos porque acabo desquiciado. Y es natural también. Es una realidad que no se puede negar», comenta con honestidad y naturalidad el psicólogo infantil.
Date tiempo: rutinas y normalización
Las cosas de palacio van despacio. La buena noticia es que el primer día es el más difícil. A partir de ahí, cuesta abajo —que estos consejos te sirvan de frenos—. «Tenemos que normalizar que debemos tener un período de adaptación a esta nueva realidad, a estos nuevos biorritmos en los que también acabaremos por establecer rutinas. Creo que esas son dos palabras clave: rutinas y normalización. Al final, encontraremos la parte buena de poder estar más tiempo juntos y disfrutar de las cosas que trae el calor», asegura Domínguez. El psicólogo madrileño echa la vista atrás y recuerda cómo fuimos capaces de adaptarnos al encierro de la pandemia: «Entonces, también nos restaron una parte importante de nuestra libertad, pero por el otro lado se nos abrió todo un mundo de posibilidades y experiencias. Animaría a todo el mundo a que hiciese este pequeño balance. Son solamente dos meses de doce y también podemos aprovecharlas».
Y ahí va otra obviedad: el verano 'mola' y nos permite una serie de actividades que son imposibles de realizar el resto del año. «El enfoque tiene que ser disfrutarlas más y poder gozar de otro tipo de actividades, más veraniegas, que tampoco te ofrece el curso escolar. Al final, entre extraescolares, que si idiomas, que si deportes, los chavales tampoco tienen tanto tiempo libre durante el curso, ¿no?», plantea Domínguez.
No hay trucos: las pautas no valen porque cada familia es distinta
Nos encantaría poder darte una serie de pautas; decirte «haz esto, esto y esto otro y todo irá como la seda». Por desgracia —o por suerte— las relaciones entre personas no son matemáticas y no hay fórmulas que podamos aplicar. Cada familia es un mundo y nos arriesgaríamos a que, incluso, las cosas empeorasen, según nos apuntan los profesionales.
«Evidentemente, es bueno mantener cierta estructura por mucho que cuando estén en casa las rutinas puedan ser más flexibles. Siempre les viene bien mantener cierta estructura y no irse a la cama a las dos o la una. Estas pequeñas pautas sí se pueden nombrar, pero cada familia es un mundo y si se habla de tips o consejos sin tener en cuenta la realidad familiar, quizás empeora la situación. Correríamos el riesgo de pensar que las cosas van mal porque no nos estamos ajustando a ellas, caer en el «es por mi culpa que no estoy haciendo bien las cosas» o el «no estoy siendo capaz de controlar a mis hijos», lo cual conlleva más confrontación, más enfrentamientos y más discusiones porque mis hijos tienen que estar en la cama a las 10 y no a las 11. Al final, eso genera diferencias entre las dos partes o el propio niño puede preguntarse qué está pasando», razona Jaime Picatoste.
Como no queremos eso, no expondremos ninguna pauta en concreto. Sin embargo sí incidiremos en que, si bien podríamos recomendar para las vacaciones conservar una estructura y cierta regularidad en las rutinas, lo cierto es que estas son recomendables para todo el año. Sea verano o invierno; sean temporadas de vacaciones o laborables.
En cualquier caso, y por aportar un consejo útil, no abarques más de lo que puedes apretar. Date cuenta que una parte importante de tu tiempo tendrás que dedicarlo a moverte en esta nueva realidad, por lo que no llegarás tan lejos en agosto como lo harías en noviembre. Por eso, mide bien tu capacidad. Lo explica Abel Domínguez: «Un padre o una madre, si sienten que les están molestando en un determinado momento, deberían plantearse si están intentando abarcar más de lo que pueden. A veces intentamos hacer cinco tareas en una tarde. Si no tuviéramos al niño, sí tendríamos tiempo para hacerlas todas. Pero es que toca recalibrar, hacer las dos tareas más urgentes y sentarte a jugar un rato con ellos. Incluso ver una serie o jugar a la videoconsola. Hacer algo con ellos. Creo que, así, podemos salir más reforzados del verano, con más espíritu de equipo».
Correlación no implica causalidad: el verano no es el problema
Evidentemente, todo puede acabar por explotar en verano. La estadística dice que las mayores demandas de terapia de pareja son después de los períodos vacacionales (Navidad y verano). Pero esto no deja de ser solo una estadística. Simplemente el verano es la época en la que convivimos durante más tiempo. Pero no es culpa del verano, de los niños, de las vacaciones, ni de nadie. Olviden por un momento la época y echen la vista atrás para recordar lo estresantes que pueden llegar a ser las mañanas durante el curso, donde el tiempo se cronometra al milímetro y nada puede fallar.
«Deberíamos reflexionar, más que en estos tres meses, en los nueve meses anteriores. Se habla de las vacaciones de verano, pero ya se estaba dando un reparto de roles previamente, un proceso de comunicación, de cómo se organiza la familia. ¿Cómo son los horarios de las dos partes?, ¿quién lleva al niño al cole?, ¿cómo ir a trabajar?, y una vez salen del cole, ¿cómo organizamos?, ¿si hay extraescolares quién se ocupa?. La convivencia ya ha tenido muchos retos durante el año, pero el niño por suerte está siete u ocho horas a cargo de personas responsables y es un tiempo en el que te puedes olvidar. Pero claro, ahora toca preguntarnos, ¿qué hago? Porque son muchas más horas en las que tengo que organizarme bien, porque de lo contrario voy a tener al niño seis, siete u ocho horas en casa y eso va a generar muchísima más tensión», enfatiza Picatoste, recordándonos la conveniencia de lograr una buena planificación.
Y si con todo pierdes la paciencia...
Ojalá todo esto que te hemos dicho te pueda servir para que veas estos meses que se vienen desde otra perspectiva. Si conseguimos simplemente recordarte esto, habrá merecido la pena. Pero evidentemente, habrá momentos en los que te cueste mantener la calma y lo que te apetecerá será meter un grito que haga temblar los cimientos. Pero recuerda lo importante que ese ser un referente para tus hijos; recuerda que para ellos es un mensaje tremendamente contradictorio exigir calma cuando estás agitado; o decirles que no chillen gritando. Podemos fallar, pero queremos recordarte que hay cosas que son importantes.
Por si resultase de utilidad, en este enlace te damos una serie de pautas para rebajar el estrés. Mencionaremos también cómo conectar con tu respiración puede ser una buena técnica para tomar esos cinco segundos necesarios para reflexionar sobre eso que estás a punto de decir y de lo que probablemente te arrepientas. En cualquier caso, también sabemos que pedirte que te relajes en plena efervescencia puede ser todavía peor. Así que, ahora que estás tranquilo leyendo esto, te recordaremos un par de cosas que te puedan hacer reflexionar. «En el centro de todo, la realidad es que está en construcción la mente de un crío que requiere una autoestima fuerte, una estabilidad emocional que le permita tener ganas de despertarse y explorar el mundo. Un niño tiene que seguir teniendo ganas de conocer y de alimentar su curiosidad y conocimiento. Y sobre todo de divertirse y jugar. El adulto tiene que tener claro que pone sus capacidades cognitivas y de autorregulación, el 50 % de su capacidad, al funcionamiento del niño para que él pueda desarrollarlo. Si al niño le muestro constantemente una cara de desgaste, de desesperación, estaremos reflejando que no lo soportamos. Esto revertirá en una autoestima dañada que cada niño la desarrollará como sea: algunos tenderán más a la depresión, a llevarlo hacia dentro; otros, lo manifestarán de una forma más externa. Quizás la realidad familiar requiere pararse y, si hace falta, ir a un profesional. Comprobar si hay una inestabilidad emocional que nos dificultará el desarrollo de ese niño. Ver si hará falta un espacio en el que reflexionar sobre adultos en qué es lo que está pasando», finaliza Jaime Picatoste.