¿Es preocupante que un niño tenga un amigo imaginario? «Vemos que, al menos en el corto plazo, producen bienestar»

Lois Balado Tomé
Lois Balado LA VOZ DE LA SALUD

LA TRIBU

Una de las características de los amigos imaginarios es que no suelen generar malestar.
Netflix

Lejos de las emociones que proporcionan otro tipo de visiones derivadas de problemas psiquiátricos, la presencia de estos seres, habitualmente efímeros, siempre genera una sensación positiva en los niños

18 jun 2024 . Actualizado a las 18:26 h.

Una niña de cuatro años está sentada en su habitación, dibujando. Utiliza varios lápices de colores y, pasando un rato, el resultado de su trabajo es el de una cara que ocupa prácticamente todo el folio. Aunque sus habilidades para la pintura aún están por desarrollarse, se ve un rostro humano. Es el de otra niña. «Es mi amiga», dice. «¿Qué amiga?», le preguntan sus padres y ella responde con un nombre que no les es familiar, no es de su clase ni del colegio; una completa desconocida. Esa niña no existe. Al menos de la forma en la que los adultos concebimos el existir. Es imaginaria

Según José Ramón Alonso, neurocientífico y catedrático de la Universidad de Salamanca, si entendemos como amigo imaginario a «un personaje invisible o un objeto personificado que toma parte en las conversaciones de los niños o juega con ellos durante un período largo de tiempo, de al menos varios meses», dos tercios de los niños menores de siete años desarrollarían este fenómeno. «La investigación ha mostrado que inicialmente las niñas son más propensas que los niños a desarrollar amigos imaginarios, pero una vez que llegan a la etapa escolar, las posibilidades se igualan». Del mismo modo, es más común que este tipo de amistades se presenten en los primogénitos. ¿Pero son los amigos imaginarios la señal de que algo va mal?, ¿deben los padres preocuparse por estas apariciones?, ¿cómo debe una familia actuar ante la irrupción de estos invitados?

«No dan miedo», una clave para diferenciarlos de lo patológico

«Una niña pasa por una experiencia difícil y entonces empieza a ver a los amigos imaginarios de todo el mundo que se han ido quedando atrás a medida que sus amigos de la vida real han ido creciendo». Esta es la sinopsis con la que el portal especializado Filmaffinity resume la trama de Amigos imaginarios (2024), la última comedia familiar de John Krasinski protagonizada por Ryan Reynolds y Cailey Fleming. ¿Pero son estos seres el resultado de malas experiencias que deberían preocuparnos?, ¿se ajustan físicamente —aunque físicamente en este tema no hay casi nada— a seres inexistentes como en la película o suelen ser humanos?

Son muchas las preguntas sobre un fenómeno relativamente común y también efímero, porque estas relaciones no suelen prolongarse demasiado en el tiempo. «Es cierto que cuando veo casos como estos, significa que ya hemos empezado con esos niños un proceso terapéutico, pero por lo generan al cabo de dos o tres meses desaparecen, suelen dejar de hablar de ellos bastante rápido», explica Núria Casanovas, psicóloga infantil y vicepresidenta de la Junta de la Sección de la Intervención Social del Colegio Oficial de Psicología de Catalunya (COPC). Sin embargo, su aparición puede ser un fenómeno desconcertante. ¿Realmente está viendo algo?, ¿donde está la frontera entre lo inocente y lo patológico?

La irrupción entre los contenidos más vistos de Netflix de la serie Eric, protagonizada por Benedict Cumberbatch, en la que el protagonista —un adulto— también mantiene diálogos con un títere imaginario gigante que le hace la vida imposible abre también otros interrogantes. ¿Tienen los adultos amigos —o en este caso enemigos— imaginarios? Si mi hijo o hija ve un ser imaginario y habla con él, ¿cómo sé que es cosa de la edad y no un evento psicótico? Tal vez sea exagerar llegar a estos niveles de preocupación, pero en cualquier caso son preguntas pertinentes. Y aquí encontraremos respuestas sencillas con un simple vistazo a cómo esa presencia hace sentir al pequeño. «Una cosa que es muy importante para definir si algo es patológico o no es observar qué pasa cuando un niño ve a ese amigo imaginario, porque estos seres no dan miedo. Es importante analizar qué sensaciones tienen cuando lo ve: ¿qué le aporta hablar con él? ¿Alegría, tranquilidad, bienestar? Vemos que los amigos imaginarios, al menos en el corto plazo, les producen bienestar y que puede ser un recurso que utiliza ese niño o esa niña para sentirse mejor. Cuando alguien ve a personas por un problema de la esfera psicótica, lo primero que se identifica es que esas visiones les provocan miedo, que son raros o estrambótico; siempre hay alguna cosa que saca a la persona del bienestar».

Tipos de amigos imaginarios

José Ramón Alonso, en un resumen de las investigaciones sobre este fenómeno, añade una primera distinción. Además de los amigos imaginarios, existe un fenómeno que consiste en la personificación de objetos: «Las relaciones que se establece no son idénticas en los dos casos. Con los objetos personificados la relación suele ser jerárquica, mientras que con los amigos imaginarios es igualitaria. Los compañeros suelen valorar mejor al niño que tiene un amigo imaginario que al que tiene un objeto personificado».

Además, según la experiencia de Núria Casanovas, existen distintos grados de consciencia en lo que respecta a la realidad de su compañía. «No todos los niños que tienen un amigo invisible tienen la misma experiencia. Algunos de ellos, por la manera en la que lo definen, queda claro que se lo imaginan de manera deliberada; buscando compensar, quizás, una carencia emocional con alguna invención de su cabeza. Es relativamente común que pase en niños que son muy creativos, muy sensibles. Estos son muy fáciles de detectar porque lo comentan, 'fardan' un poco de ello, pero a medida que les preguntas cosas te das cuenta de que saben que no es real, que el resto de personas no lo ven. En estos casos suelen ser resultado de la creatividad y son niños que dejan de verlos bastante rápido, sobre todo cuando se compensa el sentimiento de soledad», comenta la psicóloga infantil, que aclara: «No estoy diciendo que estos niños no tengan amigos. Son especiales , puede que más inteligentes, más maduros o todo lo contrario, más infantiles. Es posible que no se sientan tan integrados en el grupo y buscan un personaje afín a su personalidad. Y cuando encuentran a alguien así en la realidad, ya está, ese amigo desaparece», matiza Casanovas.

Sin embargo, en otros casos los niños y niñas sí manifiestan ver a ese amigo —o al menos a sentir su presencia—, llegando a realizar acciones que lo incluyan en las rutinas familiares. «Puede pedir poner un plato en la mesa o una silla en la clase porque si no, su amigo no puede ponerse a estudiar con él o ella. A veces y de forma transitoria ya tienen amigos, están bien, pero conservan este tipo de representación». Este tipo de situaciones pueden confundir a padres y profesores, ¿qué hacer en estos casos? «En casos así, a veces la negociación podrá estar y otras no. Pero debemos hacerle saber que no es real, que los otros no lo ven y que tiene que prescindir de este amigo cuando esté en la escuela o cuando se esté relacionando con otra persona. En el corto plazo —días o semanas—, sí podemos ponerle el plato en la mesa y seguir la corriente, pero pasado un pequeño tiempo habrá que abordarlo. No hay que decirle que no existe, porque el niño se enfadará porque él sí lo ve, pero podemos seguir otras estrategias» comenta la psicóloga infantil. Porque sí, aquí también hay limites. «Podemos permitir que 'juegue con él' cuando está en su cuarto, pero aclararle que en la mesa no, que en la mesa ''nos sentamos papá, mamá y tú''. Así. poco a poco va relegando al amigo imaginario a este nivel, al de la imaginación».

¿Para qué sirve un amigo imaginario?

Aunque este tipo de relaciones inventadas pueden vincularse exclusivamente como una pata para el juego, algunas investigaciones deslizan que los amigos imaginarios pueden funcionar como una suerte de entrenamiento mental para afrontar determinadas situaciones. También funcionaría como apoyo en situaciones emocionales traumáticas complejas. Además se ha vinculado la presencia de estas entidades a niños con mayor empatía, habilidades lingüísticas o memorización, de ahí que se asocien a un rasgo de inteligencia —aunque no exclusivamente—. Paradójicamente, también parecen mejores a la hora de detectar bulos o falsas creencias. La explicación se debería a que el juego de simulación ayudaría a distinguir lo «psicológico y personal» de lo «externo, real y social», enumera Alonso.

Por lo que respecta a su aspecto físico, la experiencia de casi dos décadas de consulta de Casanovas dice que lo más común es que la proyección se de un igual. «Lo más común es que sean otros niños o niñas, alguien normalmente del mismo género, más o menos de la misma edad. Es, en definitiva, un cómplice de juego, de imaginación. Raramente un niño verá como amigo imaginario a una abuela. No me ha pasado en 20 años».

Imaginación, duelo y la incidencia en adultos

Como recuerda José Ramón Alonso, la historia está plagada de ejemplos de adultos que han dejado constancia de sus amigos imaginarios. «Agatha Christie, en la autobiografía que escribió a los 70 años, contaba que aún seguía hablando con sus amigos imaginarios y lo mucho que la ayudaban; animándola a terminar los últimos capítulos de las novelas, la empujaban a ser mejor persona e incluso le hacían compañía en los momentos de soledad. Kurt Cobain dirigió su nota de suicidio a Boddah, su amigo imaginario de la infancia», constata el profesor de la Universidad de Salamanca.

Monitorizar la prevalencia de relaciones imaginarias en personas adultas es complicado por una razón obvia: no es común que un adulto hable de un amigo imaginario, y probablemente no sería recibido con demasiada comprensión en su entorno. «Sería interesante ver qué refiere el adulto sobre estos casos, pero claro, no es algo que vayas contando por los bares; todo el mundo te miraría un poco raro. Pero seguramente existen, igual existe mucha gente que sigue durmiendo con muñecos, pero tampoco se lo vamos contando a la vecina».

Pero no solo del juego viven los amigos imaginarios. Núria Casanovas explica cómo tras un duelo aparentemente, la mente puede recurrir a imágenes similares. «Hay un porcentaje de niños que han vivido el fallecimiento de un ser querido, que siguen viendo a la persona después de que haya fallecido. Pacientes que siguen viendo a esa persona, como si la escucharan o, en el caso de las parejas, como si aún la notaran en la cama. Los niños sí dicen que ven a la persona fallecida. Pero cuando les preguntas por el sentimiento que eso les genera, siempre dicen que les aporta una situación de bienestar. Son conscientes de que el abuelito está muerto, pero dicen que viene a verles. Y lo dicen con toda naturalidad», explica la psicóloga infantil sobre una experiencia que puede ser intrigante para el mundo adulto, pero que, además de breve, suele ser reconfortante en el universo infantil. 

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.