Ellas cuidan a los que llegan antes: «Aquí celebramos cuando el bebé prematuro cumple un mes»
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LA TRIBU

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




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El Servicio de Neonatología del CHUS, con más de cincuenta años de historia, abre sus puertas a La Voz de la Salud
02 mar 2025 . Actualizado a las 17:24 h.Nirvana, Ander, Roi y Artai. Todos ellos han llegado antes de tiempo, han cumplido meses en una incubadora, rodeados de monitores, a veces de sondas, de pitidos y de otras familias que están en la primera planta del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS) y que comparten una única esperanza: el alta de su bebé. Mientras no se la dan, una guirnalda de colores en la que se puede leer su nombre marca su pequeño espacio.
Las paredes del servicio de Neonatología del centro compostelano están decoradas con la misma intención. En una sala de espera, nubes de acuarelas de colores se alternan con fotos de madres y padres con sus bebés. En unas, ellas le dan el pecho; en otras, ambos comparten al pequeño en brazos. Ya dentro, en el pasillo que muchas familias han recorrido, un mono que se balancea de un árbol da paso a varias hileras de imágenes de los prematuros que pasaron por allí.
Quienes fueron sus médicos y enfermeras se acuerdan de cada uno. «Es imposible no generar un vínculo. Lloramos y reímos con ellos y con sus familias», reconoce Alejandro Muñuzuri, pediatra neonatólogo. No es para menos. La unidad está abierta a la visita de los hermanos, de los abuelos o de los tíos; los padres no son los únicos que quieren conocer al recién llegado. «Cuanto más prematuro es el bebé, más tiempo está ingresado», reconoce Natalia Mandiá, neonatóloga, quien cuenta que pueden vivir allí durante meses.
Es el caso de Jesús Azogil, Lucía Ferreiro y el pequeño Artai, que nació por cesárea el 27 de enero, aunque se esperaba para el 9 de marzo. 34 semanas y un día. En el momento en el que se realiza este reportaje, la familia está «en tiempo de descuento», como describen. En cuestión de 48 horas recibirán el alta, vivirán una mudanza particular desde la unidad de prematuros a su hogar, que recordarán durante toda su vida. «El niño fue pasando por diferentes etapas de incubadora cerrada, luego abierta», cuenta su padre.

En un mes, han vivido una especie de montaña rusa. La parte positiva es que siempre fue ascendente. «Ves cómo te vas acercando al final, aunque al principio te ibas a casa llorando todos los días. El equipo está muy pendiente de ti, no solo del recién nacido», dice Lucía, quien lo valora especialmente en el plano de la lactancia materna: «En un prematuro es muy complicada».
Las familias que pasan por esta subárea de la unidad están controladas. Siempre hay un monitor que pita, unas variables que se vigilan. A medida que el niño va mejorando, la supervisión se reduce, pero nada tiene que ver con el día a día en casa. «Está el miedo de no tener todo esto [señala a la sala de prematuros], pero desde el principio nos transmitieron mucha tranquilidad, una cercanía y un amor tremendo», agradece este progenitor, que se siente aliviado por la buena evolución que tuvo el pequeño. «Estamos deseando irnos para casa ya y ver que todo va así de bien».
Eso sí, se guardan el teléfono del equipo médico y de enfermería. «Nos dijeron que si teníamos un problema, les llamásemos a cualquier hora», reconocen los dos. El tiempo también les dio experiencia. «Después de tres semanas, te habitúas a las alarmas, a los pitidos. Reconoces el sonido de que se está acabando una jeringa, de que la frecuencia cardíaca está alta o baja, pero los primeros días, sonaba un monitor y te daba un susto», recuerda Jesús. Y, aunque si le hubiesen dado a elegir, nunca escogerían pasar por esto, solo tienen buenas palabras para las que han cuidado a su bebé.
«Intentamos que la unidad sea personalizada, que haya carteles con sus nombres o los de papá y mamá»
El roce hace el cariño y los profesionales que trabajan en esta unidad no son inmunes al refrán. Cada logro que consigue el paciente estrella es motivo para alegrarse. «Aquí celebramos el cumplemes. En ocasiones, también cuando se alcanza el kilo. Intentamos que la unidad sea lo más personalizada posible, que haya carteles con sus nombres, con los de sus hermanos, con el de papá y mamá», dice Rosaura Picáns, facultativas.
Aunque lo más importante sea el bebé, la atención se orienta a toda la familia. El apoyo psicológico es fundamental desde el mismo momento en el que se anuncia que hay riesgo de parto prematuro. «Siempre digo lo mismo: para la prematuridad no te prepara nadie. Cuando una mujer se queda embarazada, nadie piensa que va a tener un recién nacido prematuro», añade Picáns. En este momento, los neonatólogos conversan con los padres y les explican la situación. Los progenitores pueden conocer la unidad de prematuros, la UCI, y ubicarse previamente en el entorno.

El estrés y el miedo se suman al reto de traer una persona al mundo que va a ser ingresada. «A veces, tienen sentimientos de culpa, se preguntan qué han hecho mal para acabar en esta situación», dice la médica Raquel Fernández. Precisamente, parte de la tarea de estos facultativos es quitarles esta idea de la cabeza.
Sin el equipo de enfermería, la atención se quedaría a la mitad. Su labor no solo implica cuidado, sino también acompañamiento. Se encargan de los cuidados centrados en el desarrollo de la familia, «pues nuestro paciente no solo es el prematuro o el niño, sino también su núcleo», dice Carmen Fernández, una de las enfermeras de Neonatología. Ellas les enseñan el método canguro, cómo se coge al niño, cómo se cambia el pañal, el traspaso de las sondas nasogástricas al pecho o técnicas de alimentación. Todo ello, con el manejo de las manos mediante. La primera visita es dura. También la segunda y la tercera. «La primera vez que ven a su hijo es un momento difícil, nosotras estamos con ellos. Les acompañamos para que lo toquen por primera vez», comenta Carmen. Son momentos emotivos que se mezclan con la crudeza de la situación.
Hay progenitores que deciden dormir pegados a la urna de su bebé. Otros prefieren hacerlo en casa y volver, puntuales, a primera hora de la mañana. Hacen de la unidad de neonatología su hogar temporal. En todos los prematuros, se intenta potenciar el método canguro precoz y prolongado desde el primer momento en que se alcanza una relativa estabilidad. Una práctica que favorece el apego, el vínculo y la implicación de los padres. «Al principio, para todos los padres es complicado dejar a tu niño con un desconocido—dice Pilar Fernández, la supervisora del servicio— al menos, hasta que cogen confianza en nosotras». Después se vuelve más sencillo.
El equipo de enfermería también se encarga de la Escuela de Familias. Un proyecto del que esta supervisora está especialmente orgullosa. «Organizamos talleres centrados en las tareas de cuidado. Sirven para solucionar todas las inquietudes que puedan tener y transmitir tranquilidad a los padres», precisa.
Un día en la unidad
En la Maternidad del hospital compostelano han nacido más de cien mil niños desde su fundación en el año 1972. Se constituyó con la necesidad de formar a pediatras para que fuesen capaces de adquirir las habilidades y aptitudes necesarias en las patologías más complejas del recién nacido enfermo y de recién nacidos prematuros, cuya principal causa de fallecimiento era, en aquel momento, la inmadurez pulmonar. Cincuenta años después, el panorama es bien distinto.
La unidad presume de un sinfín de acreditaciones: el nivel Q3+, la máxima categoría en lo que a calidad asistencial se refiere; es centro CSUR, de referencia nacional para pacientes con enfermedades metabólicas hereditarias, especialidad que se reconoce desde la Comisión Europea, entre otros. La doctora Luz Couce, jefa del servicio, los recita de memoria. Que se reconozca su trabajo les hace «trabajar con ilusión».
El equipo de facultativos, de enfermería y auxiliares se dividen en cuatro subzonas de la unidad. «Paritorio y maternidad, que implica la atención al recién nacido sano; cuidados intermedios, para aquellos que necesitan algún tipo de cuidado especial o de monitorización; cuidados intensivos, pacientes en una situación crítica, donde hay un riesgo vital y, luego, el seguimiento del recién nacido», resumen Muñozori. En este hospital, se alarga hasta los siete años, aunque la conexión personal puede ir más allá. Prácticamente a diario, hay cajas nuevas de bombones en sus despachos.
Luz Couce recuerda el caso de un hombre que fue su paciente prematuro. «Cuando se convirtió en padre, vino a verme para que conociese a su hijo, que había nacido perfectamente». También se acuerda de una pareja sevillana, que estaban en Santiago terminando el Camino. «El bebé nació con unas 25 semanas, y su madre quedó agradecida durante años».
Las mañanas comienzan con un pase de guardias y una actualización del estado de los bebés. Continúan con reuniones donde se ponen de acuerdo unos con otros respecto a los casos, y finaliza con el reparto de personal según la subárea asignada. Así, todos los días, hasta dar con un engranaje perfecto.
Celebran los éxitos que cosechan sus protocolos. El programa Bacteriemia Zero, por ejemplo, que nació en el 2018, consiguió reducir el número de infecciones asociadas a la asistencia sanitaria, habitual en todos los niveles. «El paciente general tiene un sistema inmune que se defiende mal, pero nuestro paciente es, si cabe, más vulnerable», cuenta Ana Baña, neonatóloga. Esta iniciativa, que reduce el riesgo y establece un protocolo para hacer un seguimiento, llega a educar en cosas muy básicas. «Tiene que haber un constante lavado de manos, porque una persona se puede despistar fácilmente. Y en la manos llevamos gérmenes o bacterias que pueden resultar muy graves si entran en contacto con el bebé», añade la facultativa.
Otro ejemplo de logro cumplido es que el año pasado no tuvieron ninguna enterocolitis necrosante, urgencia digestiva más frecuente en los recién nacidos, «que se encuentra en el 10 % de media en los servicios de Neonatología», señala la doctora Couce. Un hito ligado a la prioridad que se da a la lactancia materna, tanto aquella que procede de la progenitora del bebé, como del banco de leche.
Los pacientes más pequeños
En el CHUS se trató al prematuro más pequeño de Galicia. Abraham, que nació con 393 gramos a las 26 semanas, un caso que fue conocido en toda España. Su foto también cuelga de las paredes.
Pacientes complicados por el tamaño y la falta de maduración en sus sistemas. El gran conocido es el sistema inmunitario, «del que una gran parte se lo transmite la madre en el tercer trimestre de la gestación», dice la médica Raquel Fernández. Tiempo que, en esta unidad, muchos no tienen. «Tampoco está formado el pulmón, que se alarga hasta los dos años de vida, por eso hay ayuda respiratoria en los primeros días de vida; ni el sistema digestivo, ni el neurológico», cuenta la facultativa. De hecho, las consecuencias que este último puede tener en el futuro preocupan a los profesionales, de ahí que se mantenga el seguimiento hasta la etapa primaria del niño.
Todo ello dificulta el abordaje de los problemas. Cuanto más pequeño es, más complicado. «Hay muy pocos tratamientos que estén cien por cien aprobados en un niño de 500 o 600 gramos o de un kilogramo. Además, en valoración tenemos que englobar a todos los sistemas», reconoce Carolina López, especialista.

La supervisora explica que nada tiene que ver un paciente pediátrico con un niño de 390 gramos. «La piel, por ejemplo, del neonato no es la misma. Hay productos que están patentados para mayores de seis meses, pero en menores apenas tenemos», indica la supervisora. Su compañera, Carmen, continúa detallando el reto que supone la atención: «Tienes que hacer un montón de reglas de tres para poder administrar los fármacos, son más propensos a úlceras por presión,a tener problemas en la piel, en la retina o respiratorios», cuenta.
¿Cómo se evalúa a una persona tan minúscula? En este servicio, la ecografía cobra relevancia. «Es una de las herramientas básicas que hay para monitorizar al bebé a todos los niveles y en todos los sistemas de su cuerpo», responde la doctora López, que destaca el avance que ha supuesto en comparación a otras herramientas como las radiografías, «que no son invasivas pero sí supone una radiación al paciente», precisa.
El duelo
En la unidad en la que se da la bienvenida a la vida, también se despiden de ella. Luz Couce, con una amplia carrera a sus espaldas, se ha tenido que enfrentar varias veces a la muerte de sus pacientes. «Aún cuando ocurre, te sorprende la gratitud de la gente, la familia te da las gracias». Gracias por el trato, por la cercanía y por haber intentado que el pequeño saliese adelante.
Para esto, no existe formación que sea suficiente. Aún en este servicio, en el que la doctora Couce es exigente con la labor investigadora de sus profesionales y la constante actualización, no hay una forma de prepararse para afrontar este duelo. «Nunca te formas para la muerte, sino que aprendes a convivir con pacientes con enfermedades crónicas y complejas. Y, a veces, aunque sea traumático, tienes que acompañar a las familias en el duelo», señala la jefa de sección, que pone de relieve el papel del psicólogo. También a sus médicos, enfermeros y auxiliares, que llegan a estar muy encariñados. Algo que, reconoce, se cuida menos, pero se debe tener presente.
Cada uno recuerda su primer duelo. La supervisora de la unidad, Pilar Fernández, cuenta que, a veces, es necesario ponerse una especie de coraza. «Te lo acabas llevando para casa», reconoce. Aunque el consuelo de los familiares es imposible, también hay un protocolo que seguir. «Le hacemos una caja de recuerdos, con la huella del pie, su cinta de identificación, una muselina con la que el niño haya estado en contacto. También les damos una guía de duelo», describe Carmen Fernández, enfermera experta en salud mental. Y, a continuación, las familias pasan a una sala donde pueden despedirse. Todo ello para materializar un adiós físico, «para tener un recuerdo de que ese niño va a ser su niño toda la vida, aunque ya no esté».