Un corazón que late fuerte en la garganta o que pega un salto en la caja: así son las arritmias

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Imagen de archivo de un electrocardiograma.
Imagen de archivo de un electrocardiograma. Pixabay

La que más preocupa a los especialistas cardiovasculares por su frecuencia y riesgo es la fibrilación auricular

11 dic 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Palpitaciones. Taquicardia. Un latido que se salta, o un corazón que late tan fuerte que se nota hasta en la garganta. Todas ellas son acepciones que si bien no las recoge un diccionario, sirven para describir las arritmias, o lo que es lo mismo, una alteración de la frecuencia cardíaca. «El corazón es como un sistema eléctrico que tiene un marcapasos, y suele ser rítmico, pero se puede alterar por diversas razones», explica Rafael Vidal, cardiólogo del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac).

Cada latido se produce gracias a impulsos eléctricos que hacen que las aurículas y los ventrículos se contraigan de manera sincronizada y rítmica. En condiciones normales, late entre sesenta y cien veces por minuto, adaptándose a lo que el cuerpo necesita.

El viaje de ese impulso eléctrico comienza en el nodo sinusal, situado en la aurícula derecha, el marcapasos natural del corazón. Desde allí, la señal se propaga por las aurículas hasta llegar al nodo aurículo-ventricular, en la conexión entre aurículas y ventrículos. Luego, el impulso desciende por el haz de His y, finalmente, se distribuye por los ventrículos a través del sistema de Purkinje, provocando la contracción que bombea la sangre al cuerpo.

Cuando todo esto se descordina, se habla de arritmias. Pese a lo mal que suenan, «no todas son graves, muchas son benignas y no hay que hacer nada; sin embargo, otras revierten un poco más peligro y hay que prestarles más atención», adelanta el especialista gallego.

¿Cuántos tipos de arritmias se conocen?

Existen muchos tipos y clasificaciones —según su origen, frecuencia cardíaca o modo de presentación—, sin embargo, las más habituales son la fibrilación auricular, las extrasístoles, la taquicardia supraventricular, el aleteo (flutter) auricular y la taquicardia ventricular. El doctor Ignacio Fernández, presidente de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), señala que hay tratados médicos con más de 2.000 páginas para abordar esta alteración del ritmo y sus variedades.

La más frecuente y, a la par, la que más preocupa a los especialistas es la primera. Es habitual que pase por las consultas de cardiología porque se asocia al envejecimiento: «Conforme el corazón se hace mayor, aumenta el riesgo, y casi el 10 % de la gente de ochenta años tiene una fibrilación auricular».

Su mayor peligro es que, muchas veces, no produce síntomas y se relaciona con una mayor probabilidad de desarrollar embolia o ictus. En este caso, el ritmo es irregular; las aurículas se activan y contraen de manera desorganizada y poco eficaz, lo que provoca que los latidos sean irregulares.

Las extrasístoles revierten menor gravedad. La mayoría de personas, sin importar su edad o estado físico, tendrán alguno en su vida. «Con toda probabilidad, es el tipo de arritmia más común, solo que no siempre se detecta. Si le hacemos un holter de arritmias a todo el mundo, un registro de 24 horas, es muy raro que la persona no tenga alguna extrasístole». Es benigna en personas sanas y se origina por un impulso adicional en el corazón; el paciente percibe un vuelco o un salto de latidos en el pecho. «Pueden ser de distintos orígenes, supraventriculares o ventriculares, pero realmente es como que hay un foquillo en el corazón que late antes del marcapasos que lleva el ritmo», detalla el especialista, que añade: «Aparece un latido antes de tiempo, eso lo detecta el sistema de estímulos y hace una pequeña pausa, como si el corazón se resetease». La sensación, si la persona lo percibe, algo que no siempre sucede, es desagradable. Como si el corazón se parase. También es posible que, si lleva un registro de sus latidos con relojes digitales, vea que falte uno. «Es una de las causas más frecuentes que tenemos en cardiología de gente joven y sana, porque al final, a veces, pueden notar como un pinchacito», destaca.

La taquicardia supraventricular, que implica una aceleración brusca del corazón, es más frecuente en mujeres jóvenes. Ahora bien, ni son habituales ni peligrosas. «Son bastante benignas, pero es incómoda porque el corazón llega a ponerse a entre 150 y 200 latidos por minutos», detalla. En otras palabras, la persona lo nota sin lugar a dudas. «A veces dicen que perciben que les late el cuello y suele corresponder a este tipo de arritmias».

El aleteo auricular es un tipo de fibrilación auricular y supone una irregularidad en el ritmo. Si bien es más tratable que la fibrilación auricular con técnicas invasivas, «es probable que el paciente necesite estar anticoagulado desde su detección, como sucede con la otra».

Y ya, por último, la bradicardia. O lo que es lo mismo, una frecuencia cardíaca baja. Este tipo de arritmia no siempre es un problema, «porque uno puede tener cuarenta pulsaciones por minuto y que no pase absolutamente nada si no se marea», añade Vidal. ¿El problema? Que en la actualidad, el uso de dispositivos electrónicos de seguimiento conlleva un mayor control de sus pulsaciones y, cuando observan que están muy bajas, se asusten.

Ahora bien, si el pulso baja el ritmo a edades más avanzadas, puede ser un problema. «En una persona de 85 años puede indicarnos que el sistema de conducción no funciona como es debido y, a veces, puede ser una indicación de marcapasos», plantea el cardiólogo del Chuac.

¿Cuáles son los síntomas de una arritmia?

Las arritmias pueden presentarse con manifestaciones clínicas muy diversas: algunas no producen síntomas, mientras que otras pueden tener consecuencias graves, incluso fatales. Los síntomas más frecuentes incluyen palpitaciones (sensación de “golpes en el pecho”, a veces acompañadas de latidos rápidos en el cuello), disnea (sensación subjetiva de falta de aire, malestar general y, habitualmente, relación con el ejercicio), palidez, sudoración o diaforesis, y angina (dolor torácico causado por el aumento del consumo de oxígeno del miocardio durante la taquicardia).

«La gente suele llegar a consulta porque sienten que se le acelera el corazón, que les falta un latido o un golpe en el pecho», apunta el doctor Vidal. Con la fibrilación auricular, por ejemplo, el paciente puede referir sensación de fatiga inmediata o cansancio, y si las pulsaciones son muy rápidas o muy pocas, «puede haber mareos o falta estabilidad».

Incluso, en casos extremos, protagonizados por personas mayores, «podemos detectarla con un debut del trastorno de la conducción en forma de bradicardia, con un síncope o desmayo», expone.

A su vez, Vidal también apunta a la coincidencia o casualidad, una posibilidad que crece hoy en día. Por ejemplo, detectarlas a raíz de un electro previo a una operación. Es más, en muchos casos esta es la vía con la que los especialistas se encuentran con una fibrilación auricular. «El problema es que el corazón se acaba acostumbrando a su presencia y no da muchas pistas, la persona no nota nada», comenta el especialista, quien indica que el diagnóstico puede llegar de manera totalmente asintomática.

Detrás de ellas puede haber muchas razones. «Es algo muy ubicuo», comenta el doctor Fernández, que añade: «Las extrasístoles son universales, pero las arritmias son más frecuentes en pacientes que tienen cualquier tipo de cardiopatía, como un infarto, una valvulopatía o una insuficiencia cardíaca», detalla.

El experto las describe como una causa de muerte de primera magnitud, pues representan el 80 % de los casos de muerte súbita. «Pasan de no tener ninguna relevancia en el pronóstico y no notarse, como las extrasístoles, a ser causa de muerte, como sucede con la fibrilación auricular», señala.

¿Se pueden tratar?

Tratar o no la arritmia depende del tipo. Las extrasístoles no van a requerirlo en muchas ocasiones, salvo que se repitan con mucha frecuencia. En este caso, se podría recurrir a los betabloqueantes. También, apunta el doctor Vidal, «hay gente que nota muchas arritmias debido al consumo de café, teína, alcohol, cocaína, así como, por el hábito tabáquico», expone el especialista.

Otros desencadenantes pueden ser el estrés, la falta de sueño o, en algunas personas, tener un catarro y algo de broncoespasmo. En este sentido, es clave dar con el origen porque un cambio de hábitos orientado a este tipo de estresores puede ser suficiente para ponerles fin.

Para otro tipos de arritmias, como la fibrilación auricular, la solución puede suponer la prescripción de antiarrítmicos, o anticoagulantes. «Incluso, si el paciente es joven, se pueden hacer procedimientos para reducir los episodios como la ablación de las venas pulmonares», explica Vidal.

¿Cuándo deben ser motivo de preocupación?

En general, Rafael Vidal habla de tener en cuenta tres factores: la intensidad, la duración y la frecuencia. «Si es un episodio aislado de menos de cinco minutos, probablemente no sea preocupante», aclara el especialista.

Si las palpitaciones empiezan a ser seguidas, «ya es un motivo de consulta con el médico de cabecera». En este punto, este puede decidir si derivar con cardiología. Eso sí, si las arritmias provocan falta de aire, dolor en el pecho, mareos intensos o pérdida de conocimiento es, con toda claridad, un motivo de urgencias.

¿Siempre se perciben?

Respuesta negativa. De hecho, una persona puede no darse cuenta de que las tiene y es, precisamente, en la revisión anual que ofrecen los trabajos, donde se encuentran muchas de ellas.

¿Qué enfermedades provocan arritmias?

En cuanto a las enfermedades que las provocan, el abanico es amplio. Las personas que han sufrido un infarto, una insuficiencia cardíaca o algún problema en las válvulas del corazón tienen más riesgo, ya que las cicatrices que quedan en el músculo cardíaco pueden alterar su ritmo eléctrico.

También hay que tener en cuenta el efecto de algunos medicamentos, que pueden reducir los niveles de potasio y favorecer las arritmias. Las alteraciones hormonales, como el hipertiroidismo —y en menor medida el hipotiroidismo—, también influyen en la frecuencia con la que late el corazón.

A ello se suman patologías como la hipertensión, la diabetes o las patologías pulmonares crónicas, que afectan al corazón de forma indirecta. Incluso ciertas infecciones virales, como las que provocan miocarditis, o trastornos genéticos que alteran los canales eléctricos del corazón pueden estar detrás de una arritmia.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.