Elvira Perejón, neuropsicóloga infantil: «Un móvil nunca debe de ser un regalo»

LA TRIBU

La experta asegura que «las rabietas son necesarias», pero que en ningún caso se debe responder a ellas «con castigos, amenazas, chantajes y premios»
17 may 2025 . Actualizado a las 10:14 h.Elvira Perejón asegura que es mucho más fácil educar cuando entendemos cómo funciona el cerebro infantil. La especialista en neuropsicología infantojuvenil cuenta con formación avanzada en dificultades de aprendizaje y estimulación temprana. Acaba de publicar Educar con cerebro. Hábitos y herramientas de crianza y neuroeducación para crecer con salud mental y emocional (Grijalbo, 2025), donde descubre a los lectores en qué consiste la neurocrianza, una metodología que une la neuroeducación al amor incondicional.
—¿Cómo es el cerebro de un bebé al nacer?
—El cerebro de un bebé al nacer es una auténtica maravilla en construcción. Está inmaduro, pero es increíblemente plástico, sensible y está listo para crecer en función del entorno en el que vive. No es un lienzo en blanco en donde solo importa la dotación genética o la biológica, sino que depende mucho del entorno en el que ese cerebro se desarrolle. Ya viene con millones de neuronas esperando a ser activadas por lo que realmente necesita: el contacto humano con sus cuidadores de apego. El amor incondicional, el movimiento libre, el lenguaje, la mirada, el vínculo. Sobre todo, necesita sentirse seguro.
—¿Existen muchos mitos sobre el cerebro de los bebés?
—Uno de los más grandes es pensar que si no se estimula intensamente, antes de los tres primeros años, ya se ha perdido la oportunidad. Otro también es que vienen totalmente en blanco, no es así. No es una tabla rasa, sino que ya vienen preparadas y desarrolladas áreas de supervivencia.
—Entonces, ¿qué hay que estimularlo intensamente antes de los tres años es completamente falso?
—Es cierto que los tres primeros años son una ventana de oportunidad, un período sensible. Pero no es que el cerebro se cierre, que a los tres años dice: «Venga, ya he aprendido todo lo que necesitaba». No. Gracias a esa neuroplasticidad que todos poseemos, nunca es tarde para aprender, reaprender o cambiar. Algo muy propio de las madres y los padres cuando criamos, que estamos reaprendiendo sobre nuestra infancia y patrones, otras formas de hacerlo diferente. Sobre todo lo importante en estas primeras etapas es no caer en esa hiperestimulación. Criar desde el miedo y la culpa no es algo saludable tampoco para nosotros. Lo que más necesita un bebé es un entorno emocionalmente estable y seguro.
—¿Qué sueles recomendar para aprovechar esas etapas tempranas del cerebro de un niño?
—Lo que yo recomiendo esencialmente, no se compra, se cultiva. Para acompañar este desarrollo cerebral temprano, lo más poderoso es ofrecer un entorno lleno de amor incondicional, vínculo y experiencia real. Jugar es la forma natural de aprendizaje y de relación con el entorno que tiene el niño o la niña. También cantar, leer cuentos e incluso cantarlos. Hablarles mucho, darles tiempo para explorar, moverse libremente, pero sobre todo, todo niño y toda niña lo que necesita es ser visto, que les miremos, que les escuchemos, que no estemos en modo avión.
—En el libro remarcas el papel que tiene el sueño ya no solo cuando somos pequeños, sino a lo largo de la vida. ¿Cansar al niño para que se duerma es una buena técnica?
—Cansar a un niño para que se duerma no lo recomiendo para nada. Llevar a un niño hasta el extremo me parece contraproducente. Como se dice coloquialmente, está pasado de rosca, al final podemos provocar todo lo contrario. Un niño sobreestimulado con exceso de actividad física, no va a dormir mejor. Al revés, va a tener más dificultades para conciliar el sueño. Lo que recomiendo son rutinas saludables, para que ese sueño entre de forma natural. Porque dormir no se enseña ni se entrena, se acompaña. El sueño realmente también está en desarrollo y pasa por muchas fases. El que inventó dormir como un bebé, o no había tenido hijos, o no sé qué le pasó ese día para decir esa frase.
—¿Y utilizar ruido blanco?
—Es una técnica que usan muchos sleep coaches o entrenadores del sueño, y tampoco la recomiendo. No es necesario y puede interferir en ese desarrollo sensorial y auditivo. Cuanto más natural sea el proceso de dormir, mejor para su cerebro y su bienestar. Además, el momento de dormir es un momento de conexión, no de sentirte solo, ni de sentir miedo.
—El niño no come lo que le ponemos en el plato. ¿Qué errores se suelen cometer cuando se da esta situación?
—Primero decir que soy madre de tres y son diferentes en la forma de la alimentación. Muchas veces queremos que los niños sean como robots, que lo hagan todo bien, que duerman y coman bien. Es importante soltar las exigencias y las expectativas adultas. Lo digo porque yo también las he tenido, sobre todo con el primero, cuando eres mucho más exigente contigo mismo. Pero, independientemente de cómo sea cada niño o cada niña, no forzar, no chantajear, no vamos a intentar distraer con pantallas. Y no vamos a convertir la comida en una lucha de poder. No se trata de llenar el buche, sino de intentar respetar las señales de hambre o de saciedad.
—¿Cómo actuar entonces?
—Si estamos distrayendo con una pantalla, el cerebro deja de percibir cuáles son mis señales de hambre o de saciedad y podemos provocar o tener más probabilidades de que se produzcan otros trastornos alimenticios, relaciones no saludables con la comida. Entonces, si no quiere, no pasa nada. Podemos ofrecer ese alimento más adelante. A veces se necesitan hasta quince o veinte veces. Sé que para los adultos es muy frustrante porque dedican su tiempo a la cocina, ofrecen lo que creen que les gusta, lo más saludable, para que después el niño o la niña no lo quiera. Pero hay que confiar. Si creamos un entorno tranquilo, me vuelvo a reiterar, sin pantalla, con conversación, con nosotros como ejemplo, el niño va a aprender a disfrutar de la comida, no a temerla.
—¿Qué sucede cuando un hijo nos hace perder la paciencia?
—Primero, perder la paciencia es totalmente normal y humano. Quien te diga que puedes criar sin perderla no tiene hijos o incluso no ha tenido niños cerca. Realmente el llanto y los gritos están diseñados para que nos incomode y prestarle atención. Sobre todo, no es tanto lo que hace el niño, sino lo que despierta en esa historia emocional. ¿Cómo nos han criado?¿Cuáles son esos patrones que tenemos a lo largo de nuestra vida? No es que solo nos desborde su berrinche, su rabieta, o mejor dicho, su desborde emocional, sino que lo que nos hace perder los nervios es esa acumulación de carga mental, de todas las cosas que tenemos encima. Todas las responsabilidades personales, profesionales, y también salen a relucir nuestras propias heridas. Y evidentemente, esas expectativas no cumplidas o creencias de lo que creemos que debemos esperar de un niño o una niña. Por eso, educar con cerebro para mí es una llave para las familias y educadores, porque cuando tú sabes cómo se desarrolla el cerebro y por qué un niño o una niña reacciona de X manera, podemos hacerlo desde otra.
—¿Cómo se educa con cerebro?
—Cuidando también el nuestro. Cuando queremos ver el cambio en los más pequeños, hay que empezar por el adulto. Nuestro ejemplo y calma, es como si fuera ese faro, esa brújula. A través de las neuronas espejo, ellos aprenden y es esa calma la que los guía. Si gritamos, el niño o la niña no aprende a calmarse, sino a gritar. Va a resolver los conflictos que tenga con otros iguales gritando. La crianza consciente o lo que también se conoce como respetuosa no significa estar todo el día en modo perfección, sino a la conciencia y al compromiso con nuestro propio proceso. Si hoy he perdido la paciencia y he gritado, corregir, pedir perdón y ser consciente de que esto no debe ser lo normal. Es normal tener momentos de perder la paciencia, pero lo bueno es darnos cuenta y volver a redirigir ese camino.
—¿Son necesarias las rabietas?
—No es que solo sean necesarias, sino que son parte del desarrollo. No son símbolos de un mal comportamiento, es una expresión emocional de un cerebro, como te he dicho, que está inmaduro, en construcción. Es una forma de decir SOS: esta situación me está sobrepasando y no sé cómo gestionarlo, no sé cómo expresar lo que le está pasando. Necesitan conexión y presencia, no un castigo. No recomiendo los castigos, amenazas, chantajes y premios. Tenemos que intentar acompañar la rabieta con calma, sin invalidar ni minimizar. Eso es lo que realmente le va a dar herramientas. Herramientas para la vida, el futuro, para que ellos luego puedan extrapolar a sus relaciones personales y profesionales.
—¿Cuándo establecer los límites?
—En la rabieta no se puede estar echando la chapa, hay que esperar que baje el fuego. No se deben confundir los límites con control, autoritarismo, castigo o amenaza. Un límite saludable, bien puesto, no es un grito ni un «porque yo lo digo y punto». Los niños necesitan límites y normas, son necesarios y son saludables, pero solo es bueno cuando cuida, protege y ofrece seguridad. Otros errores también son ceder, ya sea por presión externa o porque queremos que se acabe la rabieta lo antes posible. Ahí es donde entramos a usar los premios o los chantajes, estamos siendo contradictorios, poco coherentes y cero claros. Los límites no deben doler y deben ser pocos, claros y sostenidos desde la coherencia y la calma.
—¿Qué consecuencias tiene un acceso temprano a las pantallas?
—Muchas y muy preocupantes. Menos mal que la Asociación Española de Pediatría ya ha dicho el pasado diciembre, validando todo lo que muchos especialistas o autores llevamos ya diciendo, que de 0 a 6 años nada de pantalla. El acceso temprano a las pantallas altera el neurodesarrollo, reduce la atención, afecta la memoria de trabajo, las funciones ejecutivas cerebrales, al desarrollo del lenguaje, al motor y al juego. Porque el día tiene 24 horas y si tú estás viendo pantalla no estás leyendo, dibujando o haciendo deporte. Además, generan adicción y sobreestimula el sistema de recompensa. Es la pescadilla que se muerde la cola, cuanto más la usas, más cuesta soltarla. Y cuanto más pequeños son los niños y niñas que la usan, mayor es el impacto porque ese cerebrito está en plena construcción.
No hablo desde el juicio, ojo, porque no quiero demonizar las pantallas. Intento que las familias eduquen desde una responsabilidad digital y lo hago desde la evidencia científica. Y sobre todo, lo que intento es que las familias y educadores se lleven herramientas prácticas para quienes ya conviven con las pantallas para que reduzcan el tiempo de uso y recuperen el control de esa crianza. El mito de los nativos digitales no existe, los niños no tienen la necesidad de una pantalla.
—¿Y si no apagan la pantalla cuando se les pide?
—Eso es otro temazo. Es normal porque cuando estamos haciendo algo que nos gusta, nadie quiere soltarlo. No es nada contra ti ni personal, solo es una reacción neurológica, humana y natural. Lo que tenemos que tener en mente es que su corteza prefrontal aún no está desarrollada para parar solito, esta se termina de desarrollar entre los 25 y 30 años, más o menos.
Lo ideal sería anticiparse y acordar ese momento de apagado antes de empezar. Es decir, ya antes de enciendan la televisión y utilicen la tablet o el móvil, primero que de 0 a 6 lo ideal es que nada y, a partir de esos años, que sea la última opción de ocio infantil. Pero si en algún momento, por lo que sea, al igual que decides que en un cumple puede tomar golosinas porque es un día especial, lo ideal es anticiparse, vamos a acordar el tiempo. Como los niños no son conscientes del tiempo, podemos utilizar un reloj de arena, un cronómetro, incluso la alarma del propio móvil. Así, primero establecemos el tiempo y el contenido. Luego, cuando se vaya apagar, vamos a ofrecer alternativas para que el niño sepa que una vez apagado, luego va a hacer otra cosa. Alternativas que les ayude a conectar con su cuerpo y con el vínculo, porqué nosotros queremos que los niños se entretengan solos cuando ellos están deseando jugar con nosotros. Es parte de nuestra responsabilidad como adultos.
—¿Crees que no somos conscientes de eso último, de nuestra responsabilidad como adultos?
—Se suele decir mucho lo de «hay que ver la sociedad de hoy en día, el desafío, el tema digital...». Vale, pero al igual que explico en la primerísima parte del libro, tú tienes la gran oportunidad de tener en tus manos la educación de un niño o niña, pero también responsabilidad. No desde la culpa, pero sí aprender, reaprender e intentar hacerlo cada día mejor.
—¿Cuándo recomendarías regalar el primer dispositivo móvil?
—En primer lugar, un móvil nunca debe de ser un regalo. No es un juguete, es una herramienta muy poderosa que tiene que ir acompañada de una responsabilidad compartida. No se regala. Lo debemos entregar con consciencia, formación previa y supervisión constante. No se trata de establecer una edad fija, sino de preguntarnos primero si ese menor tiene la madurez suficiente y si nosotros como personas adultas estamos dispuestos a acompañar ese proceso con presencia y conversación. Hay muchas cosas que tenemos que hablar antes. Entregar un móvil sin supervisión es como cerrar la puerta de casa sin echar la llave. Antes hay conversaciones que se deben de tener en familia.
—¿Sobre qué?
—Primero, explicarles que no todo lo que ven en redes sociales es verdad. Después, que el contenido que ven puede afectar a su autoestima. Ojo, tema tabú: hay que hablar sobre sexualidad, relaciones afectivo sexuales sin tabús. La seguridad, la huella digital, los datos personales... Cómo reconocer contenido hecho con IA, comportamientos inapropiados, por que no seguir una broma que puede ser ciberbullying, un montón de cosas.
—¿Y si el móvil lo regala un familiar?
—Se rechaza, se devuelve. Nunca debe ser un regalo.
—¿Cómo evitar la sobreprotección de un menor o qué señales nos pueden alertar de que lo estamos haciendo?
—Sé que muchos padres y madres tendemos a ser helicópteros e intentamos controlar continuamente lo que están haciendo por ese miedo, pero es muy poco saludable tanto para el niño en cuestión como para nosotros. La sobreprotección nace del miedo, pero con ella estamos limitando el desarrollo de nuestros hijos porque estamos impidiendo que saquen todo su potencial y que saquen a relucir sus propios recursos. Señales claras son hacer por ellos todo lo que pueden hacer solos. Evitarles cualquier frustración o conflicto, tomar decisiones por ellos, incluso pequeños. Hay que tener en cuenta las edades, pero un niño de cierta edad puede poner la mesa, guardar el lavavajillas, ducharse o elegir si quiere la camiseta de tractores o de dinosaurios. La etapa de la infancia es en el ensayo a lo que va a venir luego, tengo que proveerlo de esa experiencia en casa de que haya tomado decisiones con pequeñas oportunidades. Educar también es dejar que se equivoque. Aprender del error es muy importante, tienen que experimentar pequeñas frustraciones dentro de un entorno seguro. La autoestima es el mayor regalo que le podemos dar.