Carlos González, pediatra: «No se puede tener un armario lleno de magdalenas y chocolate y decirle al niño que no lo puede comer»
LA TRIBU
El reconocido especialista, protagonista de dos conferencias en Galicia sobre límites en la crianza, recuerda que cuando un niño llora porque quiere un helado «no está haciendo ningún chantaje»
08 nov 2025 . Actualizado a las 10:27 h.El reconocido pediatra y divulgador en crianza respetuosa, Carlos González (Zaragoza, 1960), se encuentra estos días por Galicia para dar conferencias sobre autoridad y límites. Si ayer lo hacía en Santiago de Compostela, hoy estará en A Coruña, en la Facultad de Sociología del Campus de Elviña. Al acabar, el autor firmará ejemplares de sus libros. En ellos, acostumbra a responder dudas sobre lactancia, alimentación y crianza, como Mi niño no me come, Bésame mucho y Entre tu pediatra y tú.
—Las conferencias que imparte tienen como título «Autoridad y límites». ¿Los padres necesitan demostrar autoridad ante sus hijos?
—No necesitan demostrarla, ya la tienen. La tienen porque los hijos les quieren mucho y están deseando obedecer. A veces, erróneamente creen que la autoridad se demuestra gritando mucho, castigando, prohibiendo y, que si en alguna ocasión haces caso al niño o le das lo que te pide, estás perdiendo autoridad. Y no sé, parece mentira que 50 años después de la muerte de Franco todavía hay gente que entiende la autoridad de esa manera, pero bueno.
—¿Qué recomendaciones da usted a la hora de establecer límites?
—Centrarse en las cosas realmente importantes, porque las cosas que lo son, todo el mundo las sabe hacer. Quiero decir, parece que hay gente interesada en cómo podría yo poner límites, pero nadie deja que su hijo queme la casa, se tire por la ventana o le saque un ojo a un hermano. Eso quiere decir que has puesto muy bien esos límites, porque todas las cosas que es importante hacer, todos los padres las cumplen. El problema es que se quedan con la vaga sensación de que todavía no han puesto ningún límite, cuando han puesto docenas de ellos muy bien puestos. Y entonces parece que se buscan más y acaban siendo límites que no tienen ningún sentido, que no sirven, solamente crean malestar en toda la familia.
—Le pregunto por los límites porque no sé si está de acuerdo conmigo en que es un tema en auge cuando se habla de crianza.
—Sí, es curioso porque en mi juventud de lo que se hablaba mucho es de libertad. Y parece que haya pasado de moda, no sé. Pongo juntos en el título lo de autoridad y límites porque todos los niños tienen límites, al igual que los adultos. Al igual que todos los padres tenemos autoridad. Pero lo que a veces olvida mucha gente es que la autoridad tiene límites. Es decir, que no por el hecho de ser padre tienes derecho a gritar, pegar, ridiculizar o castigar a tu hijo.
—«Es que si no le obligo a hacer no sé qué, se va a salir con la suya».
—No. Aquí tenemos a dos personas que quieren salirse con la suya: un niño y un adulto. Uno quiere seguir jugando y el otro quiere que deje de jugar. Uno quiere ver la tele y el otro no quiere verla. Uno quiere comer patatas y el otro quiere que coma verduras. Tienen discrepancias, no están de acuerdo en algo. Y damos por sentado que si el niño insiste para salirse con la suya es porque «es un malcriado», «un caprichoso», «un manipulador» o «un pequeño tirano». Pero si es el adulto el que está insistiendo para salirse con la suya, no es nada. Nos parece normal que un adulto hecho y derecho vea amenazada su autoridad por la queja de un niño de tres años y no se atreva a ceder en nada. Es curioso.
—¿Usted cree que hay algunas rabietas que se podrían prevenir?
—Seguro, pero otras no. Es decir, los niños pequeños tienen rabietas. No sé si existiría algún método para que ningún niño tuviera jamás ninguna, pero desde luego si es el caso, yo no lo conozco. Ahora, muchas las podemos evitar según como digamos las cosas. Si en vez de ir corriendo hacia él y pegamos cuatro gritos, vamos con calma, será diferente. Por ejemplo, ¿ves a un niño jugando con una cosa que se puede romper? Pues en vez de ir apurado a arrebatárselo de las manos, y decirle: «¡Ya está bien, no toques esto!», si lo distraes con un oso de peluche y con la otra mano, coges lo que tenía él y lo escondes, ya está. Te salvas de una rabieta.
—¿Y qué opina cuándo se dice que los niños, en este caso ya hablamos de menores de más edad, «chantajean» a los padres para conseguir lo que quieren?
—El chantaje es un delito. Si usted publica en el periódico que alguien le ha chantajeado, a lo mejor cae una denuncia. Ahora, si lo decimos de un niño, adelante con los faroles. Ellos tienen que aguantar cada cosa tremenda. Si llora porque quiere un helado, no está haciendo ningún chantaje. Simplemente quería un helado y, como no se lo dan, estaba llorando. Quizás los adultos no soltamos lágrimas por este tipo de cosas, pero sí por otras. Hay quien llora porque ha perdido su equipo de fútbol, porque se están quedando calvos, o les han salido patas de gallo. Cada uno ve dónde están sus prioridades. Lo que tenemos que tener claro es que una persona que llora es porque lo está pasando mal, está sufriendo. A lo mejor lo está haciendo por una cosa que para ti no tiene importancia, pero es tu hijo y está sufriendo, hazle caso. Ojo, eso no significa, que como llora porque quiere un helado, comprarle helado. En algún caso le puedes comprar helado y en otro no. Lo que quiero decir es que no le vas a tratar como si todo fuera teatro, como si no te hubiera importancia. Simplemente, respetarlo: «Lo siento, cariño, ya sé que te gustan mucho los helados, pero no puede ser por tal razón».
«No hay que enseñar a los niños a dormir, otra cosa es que duerma cuando a ti te convenga»
—¿Qué es el apego?
— El apego es un vínculo afectivo que es fuerte, persistente y significativo. Es una necesidad básica del individuo. Normalmente la primera relación de apego la tiene un niño con su madre. Puede haber excepciones, que el primero sea con otra persona, pero lo normal es que sea con la madre. Y a partir de esa primera relación de apego, el niño irá estableciendo otras relaciones secundarias de apego con su papá, con otros familiares, más adelante con el novio, la novia, los hijos cuando tenga hijos, etcétera.
—¿Y cómo construir un apego seguro con un hijo?
—La mayoría de los niños, en distintos estudios, países y circunstancias tienen apego seguro. Y los otros lo tienen inseguro, pero tienen apego también, porque es una necesidad básica del ser humano. Normalmente, el seguro se produce cuando el niño va viendo, a lo largo del primer año, sobre todo, porque no se forma al nacer, es un proceso que se va construyendo poco a poco. El apego se hace seguro cuando el niño ve que habitualmente, cuando necesita algo, le atienden; cuando llora, le consuelan; cuando llama, acuden. Digo habitualmente, porque evidentemente es imposible que sea el 100 % de las veces, pero en general, se llama apego seguro, porque da a entender que el niño está seguro de que le van a atender.
—¿Hay que enseñar a un niño o a un bebé a dormir?
—No, para nada. Todos los niños duermen, es imposible no dormir. Los fetos lo hacen antes de nacer y los recién nacidos pasan como dos tercios del día durmiendo. Otra cosa distinta es que duerma cuando a ti te conviene, de la manera que te convenga. Eso no va a pasar.
—Si mi hijo no come las frutas y verduras, ¿tengo que obligarle a hacerlo?
—La mayor parte de los adultos en este país comen fatal. Por lo tanto, no podemos ir muy de chulitos aquí diciendo lo que tienen que comer los niños. Es responsabilidad de los padres la comida entra en casa. No hay caramelos si no los has comprado, ni entran refrescos azucarados si no los coges tú en el supermercado. Por lo tanto, si de lo que hay en casa, que se supone que lo has traído tú y por lo tanto debe ser sano, tu hijo un día decide que quiere mucho huevo duro, pero no quiere nada de yogur, y al cabo de tres días decide que lo que quiere es mucho plátano, está en su perfecto derecho. «Es que solo come caramelos». Pero, ¿quién se los ha dado? Es que lo que no puede ser es tener ahí un armario lleno de caramelos, croissants, ensaimadas, magdalenas, chocolate, galletas de chocolate y Coca-Cola, y decirle al niño que de eso, no va a comer.