La mayor parte de las cirrosis diagnosticadas esconden un consumo de alcohol excesivo, es solo uno de los peligros de una droga que sigue contando con mucha permisividad social
06 may 2023 . Actualizado a las 19:03 h.Quién no ha oído alguna vez ese célebre frase del frontman de The Doors...
«El día que leí que el alcohol era malo para la salud dejé de leer», Jim Morrison
Esperemos que el lector no tome el mismo camino que Jim Morrison ante este artículo y se deje sumergir desde un punto de vista científico en un tema tan arraigado en nuestro entorno como es el consumo de alcohol. Hoy en día, este hábito, al igual que siglos atrás, todavía goza de una aceptación y permisividad social que parecen lejos de cambiar a corto plazo. Tampoco es el objetivo de este texto, sino acercar los conocimientos que hay hasta la fecha sobre cómo actúa esta sustancia, especialmente sobre uno de nuestros órganos vitales: el hígado.
Lo primero que debemos diferenciar es el término popularmente conocido como alcoholismo (la dependencia desde la esfera psicológica y física y que condiciona el carácter y nuestra vida diaria por la necesidad y falta de control sobre la ingesta) del consumo excesivo de alcohol, que se refiere y busca establecer los límites en los que esta sustancia puede provocar un daño significativo a largo plazo sobre nuestro organismo. Haya una dependencia al mismo o no. Como veremos a continuación, lamento informar que muchos lectores comprobarán que superan los límites con asiduidad.
Es conocido que el alcohol puede provocarnos daño de diversas formas, ya sea aumentado el riesgo de cánceres -como el de mama, boca, páncreas o esófago-, hipertensión arterial, desórdenes psiquiátricos o los provocados por accidentes en la vida cotidiana por culpa de estar bajo los efectos de esta sustancia. Por no mencionar, entre otras cosas, el escaso valor nutricional que proporciona. Sin embargo, unas de las afecciones más conocidas y estudiadas son las que provoca sobre el hígado.
¿Cómo actúa el alcohol en el hígado?
A no muchos se les escapará que el hígado es uno de los principales sufridores del abuso de alcohol, y no son pocos los que se regocijan de tener un hígado como un roble tras una analítica satisfactoria a pesar de los excesos cometidos. Sin embargo, la realidad es que las alteraciones analíticas pueden aparecer cuando ya estamos ante una afectación hepática avanzada, pasando desapercibido hasta ese momento el desgaste continuo al que se ha ido sometiendo a nuestro hígado.
Inicialmente, lo que ocurre son una serie de «procesos oxidativos» que desembocan en un acúmulo de grasa hepática. Muchos habrán escuchado el término de esteatosis o hígado graso. Cuando esto ocurre (generalmente a partir de los dos años de consumo excesivo, aunque puede ser muy variable), no suele haber alteraciones analíticas relevantes ni síntomas que nos limiten la calidad de vida, únicamente podría detectarse, por ejemplo, en una ecografía un hígado más brillante de lo habitual propio del acúmulo de grasa. Un cese del consumo de alcohol en este punto revertirá, en la mayoría de los casos, el daño producido. Sin embargo, esta situación mantenida en el tiempo puede degenerar en una serie de cambios inflamatorios que vayan dañando a nuestro hígado hasta poder evolucionar a la temible cirrosis hepática, una situación casi nunca reversible, o incluso a un cáncer de hígado.
Pero, ¿cuánto es beber mucho?
El consumo de alcohol supone, de forma directa o indirecta, una de las causas de muerte más frecuentes a nivel mundial. En España, es la principal causa para acabar padeciendo cirrosis. Está demostrado que, a más consumo de alcohol, más riesgo de cirrosis, pero, ¿a partir de qué cifra se abre la veda? ¿A partir de cuánta cantidad aumenta significativamente el riesgo?
Las guías médicas europeas y americanas coinciden en poner este límite en torno a los 20-30 g de alcohol diarios para los hombres y 10-20 g para las mujeres. Teniendo en cuenta que una unidad de alcohol estándar (UBE) -es decir, una cerveza de 33 cl, un vaso de vino de 15cl, o lo equivalente a un chupito de una bebida destilada (ron, ginebra, whisky..)- posee entre 10 y 13 g de alcohol, concluimos que a partir de 2-3 unidades de alcohol diarias en hombres y 1-2 unidades en mujeres se incrementa significativamente el riesgo de daño hepático.
Pero si tanta gente bebe excesivamente, ¿por qué no son todos cirróticos?
Lo cierto es que en nuestro país se estima que, al menos, entre un 30-40% de la población supera las cifras de consumo mencionadas. Un porcentaje que, lejos de disminuir, está incrementándose progresivamente, especialmente entre los jóvenes. Sin embargo, afortunadamente el número de cirróticos es muy inferior a estas cifras. Esto se explica porque, además de precisar un tiempo de exposición al alcohol bastante prolongado (al menos entre 10 y 15 años), también influyen notablemente una serie de factores genéticos o adquiridos -como el consumo de tabaco, la nutrición o la presencia de otras enfermedades- que predispondrán a que algunas personas desarrollen cirrosis y otras no. Explicado como en un juego de naipes, beber mucho nos da mejores posibilidades para acabar padeciendo cirrosis, pero necesitamos que el resto de cartas nos acompañen para que acabe sucediendo.
¿Por qué el alcohol afecta más a las mujeres?
Señalábamos que la cantidad de alcohol que se considera excesiva es menor para las mujeres que para los varones, de tal forma que, a igual cantidad de consumo, tiene más posibilidades de daño hepático ? así como de los síntomas propios de una borrachera- una mujer que un hombre. La hipótesis mas aceptada para explicar esto es que las mujeres generan en menor cantidad de una enzima llamada acetaldehido-deshidrogenasa, que es la encargada de metabolizar el alcohol cuando está en su punto más dañino para nuestro organismo hacia una forma menos agresiva. Básicamente, podríamos decir que tienen menos capacidad de defensa.
¿Es mejor beber vino o cerveza que otras bebidas alcohólicas?
Todos hemos escuchado alguna vez la expresión «una copa de vino al día no hace daño», especialmente a raíz de publicaciones científicas que señalaban que el vino tinto en pequeñas cantidades podría tener propiedades protectoras cardiovasculares, algo que hoy en día está en entredicho. Sin embargo, cuando hacemos un uso excesivo del alcohol, nuestro hígado no diferencia entre bebidas fermentadas (cerveza, vino) y destiladas (ginebra, whisky, ron, vodka...), sino que atiende únicamente a la cantidad ingerida. Si bien es cierto que hay pocos estudios que comparen el daño producido entre las diferentes bebidas dada la dificultad para llevarlas a cabo (y que en la mayoría no encuentran diferencias), algún estudio sí señala que, en cantidades bajas, quizás el vino podría ser algo menos perjudicial para nuestro hígado que el resto de bebidas, pero no son conclusiones robustas y se requiere de más investigación.
¿Y si solo me emborracho una vez a la semana y el resto de la semana no bebo?
El concepto de «atracón» o de ingesta ocasional de gran cantidad, es conocido en el mundo científico anglosajón como «binge drinking». Clásicamente se consideraba que el patrón de bebida de los países del norte de Europa consistía en beber puntualmente mucha cantidad en poco tiempo y bebidas de alta graduación, a diferencia del estilo de consumo mediterráneo, generalmente de forma más pausada, con bebidas de menor graduación, pero con una mayor frecuencia que nuestros vecinos del norte. Si bien ninguna es buena, varios estudios señalan que podría ser más perjudicial el patrón de bebida episódico que aquellos que beben todos los días en torno al límite de lo que señalábamos como excesivo. Es decir, que podría ser peor «cogerse una borrachera» de fin de semana, que una ingesta diaria de dos o tres unidades de alcohol. De hecho, las guías médicas americanas ya consideran como consumo excesivo el hecho de beber un solo día a la semana más de cinco bebidas en hombres, o de cuatro en mujeres, especialmente si se hace en menos de dos o tres horas.
Para finalizar, en la fabulosa y reciente comedia dramática «Otra Ronda», cuatro profesores deciden comenzar a consumir una pequeña dosis diaria de alcohol basados en la hipótesis de un filósofo que defiende que el ser humano nace con un déficit de alcohol en sangre del 0'05%, impidiendo de esta manera dar lo mejor de uno mismo y lograr una vida plena y productiva.
Sin desvelar nada, ni entrando en la reflexión vital que esconde, a lo largo del filme se nos va mostrando cómo un mismo patrón de conducta va condicionando de forma diferente la vida de los protagonistas, si bien, cuando el exceso cobra protagonismo, las consecuencias comienzan a ser similares. Y con esto podríamos hacer un paralelismo de cómo afecta el alcohol al hígado, ya que si bien hay muchos factores que influirán de manera distinta en cada individuo, el consumo excesivo y prolongado proporcionará muchas papeletas para que el desenlace sea el mismo.
Y por supuesto, no hay ninguna teoría que sugiera una falta de alcohol para nuestro hígado .
Conclusiones:
Alcoholismo: Dependencia desde una esfera psicológica asociada a la pérdida del control sobre el consumo de alcohol.
Consumo perjudicial de alcohol: Cantidad a partir de la cual aumenta significativamente el daño para nuestro organismo. Definido como a partir de 2-3 unidades de alcohol diarias en hombres y 1-2 unidades en mujeres.
La afectación del hígado es una de las consecuencias principales del consumo de alcohol, si bien inicialmente el daño es reversible, un consumo elevado y prolongado puede acabar desencadenando cirrosis hepática.
Aunque el factor principal es la cantidad de alcohol consumida, para el desarrollo de cirrosis influyen factores genéticos y adquiridos
El consumo perjudicial de alcohol afecta más a las mujeres ya que tienen menor cantidad de alcohol-deshidrogenasa, enzima encargada de metabolizar el alcohol.
En cantidades elevadas de consumo, no hay diferencias entre las diferentes bebidas alcohólicas a la hora de causar daño hepática, si bien a cantidades bajas quizá el vino es menos perjudicial.
El consumo en forma de atracón, consumiendo gran cantidad de alcohol en poco tiempo puede ser especialmente perjudicial para nuestro hígado.