Ni lo natural es siempre lo mejor, ni los parabenos lo más preocupante: cómo interpretar los ingredientes de un cosmético

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Cada día una persona media aplica entre ocho y diez productos cosméticos.
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Algunas sustancias pueden usarse para diferentes fines según su concentración dentro de la fórmula final

27 nov 2024 . Actualizado a las 12:02 h.

Los días más esperados del año para comprar cosméticos son los del Black friday, un evento que comenzó como una jornada de descuentos el último viernes de noviembre y que se ha convertido, a día de hoy, en una semana entera de ofertas en toda clase de productos. Si eres de los que aprovechan esta oportunidad para comprar cremas, sérums, tratamientos o mascarillas, el saber cómo combinarlos para ver los mejores resultados es clave. Pero a veces, en el afán de conseguir efectos rápidos, podemos pecar de exceso. Las rutinas de cuidado facial o skincare que se han popularizado en los últimos años incluyen varios pasos y en cada uno de ellos estamos introduciendo sustancias de manera tópica, lo que puede llegar a irritar la piel y sensibilizarla. 

Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, nuestra rutina diaria incluye usar desodorantes, geles, cremas y otros cosméticos que, poco a poco, se van acumulando. Según datos de la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética (Stanpa), el consumo per cápita en el sector alcanza los 206 euros al año y cada día, una persona aplica una media de entre ocho y diez productos cosméticos a su piel, que cumplen diferentes funciones, desde la higiene hasta la hidratación; desde la reducción del acné hasta la acción antienvejecimiento. Conocer los ingredientes que contienen todos ellos es fundamental a la hora de combinarlos de manera adecuada y evitar reacciones adversas o efectos rebote.

Cómo está organizada la lista de ingredientes

Los ingredientes presentes en un cosmético se estructuran en una lista conocida como INCI (Nomenclatura Internacional de Ingredientes Cosméticos, por sus siglas en inglés). Esta lista es obligatoria para todos los productos desde el año 1999, aunque los fabricantes no tienen que declarar la concentración de cada ingrediente, sino solo su presencia, que se lista en orden decreciente según su proporción dentro de la fórmula.

Los últimos en la lista son aquellos compuestos que aparecen en una cantidad inferior al 1 %. Estos suelen incluir principalmente fragancias y pueden no aparecer en orden. «Todo está ordenado proporcionalmente, pero, a partir del 1 % de concentración, no se debe respetar el orden. Es decir, puede ir por delante un activo que está al 0,02 % y justo detrás uno que está al 0,9 % y, de hecho, es muy habitual que así sea», explica la farmacéutica Lena de Pons, máster en dermofarmacia.

Hay que tener en cuenta que una mayor proporción de un ingrediente no significa necesariamente una mayor eficacia del producto final. De hecho, muchas sustancias se utilizan con diferentes fines según su dosificación. «Por ejemplo, la niacinamida está presente en casi todos los cosméticos porque es un antioxidante, pero no en todos ellos tiene una función antioxidante para ti. En la piel actúa como antioxidante a partir del 2 % de concentración. Si es menor, está allí para que no se oxide la fórmula», explica De Pons.

Otro ejemplo es el ácido salicílico, que se utiliza en productos cosméticos en concentraciones de hasta el 2 % como activo exfoliante, mientas que en mayores cantidades puede utilizarse a nivel médico como tratamiento para afecciones cutáneas como las verrugas, el melasma o la hiperqueratosis.

Alérgenos e irritantes

Existen una serie de sustancias que son de declaración obligatoria en los productos cosméticos porque pueden provocar alergias o afectar a las personas que las padecen. Entre estos 81 alérgenos se encuentran 52 sustancias químicas y 29 aceites esenciales. Al contrario de lo que se podría pensar, los aceites y extractos derivados de plantas son algunos de los productos más sensibilizantes para la piel, mientras que las sustancias sintéticas suelen ser más seguras.

En este sentido, señala De Pons, «hay una concepción errónea de que todo lo natural es más seguro y, al menos en dermatología, no es así. Los aceites esenciales tienen un potencial irritante importante y si los aplicamos como si nada pueden llegar a aparecer sarpullidos. En cambio, el petrolatum, que es la vaselina, es el ingrediente más hipoalergénico que hay».

En general, los ingredientes de origen vegetal, como extractos o aceites esenciales, se indican en el INCI con el nombre de la planta en latín. Por ejemplo, el aceite de semillas de argán, utilizado comúnmente para combatir el envejecimiento de la piel o como acondicionador en productos capilares, se puede ver listado como Argania spinosa kernel oil.

María Pedreda

Parabenos, siliconas y otros ingredientes polémicos

En los últimos años, el crecimiento de la industria cosmética ha llevado al desarrollo de un mercado de productos que se posicionan, desde el punto de vista del márketing, como más seguros, porque no contienen determinados ingredientes considerados 'peligrosos'. Es el caso de conservantes como los parabenos, que han sido objeto de controversia popular por su supuesto potencial carcinógeno, si bien no se ha hallado ninguna correlación entre la exposición a ellos y el cáncer.

Las siliconas, presentes en productos para la piel y para el cabello, son polímeros inorgánicos que principalmente se utilizan para extender la vida útil del cosmético. Su uso se ha cuestionado porque forman una 'película' sobre la piel que, supuestamente, le impediría absorber nutrientes, lo que tampoco se ha demostrado. Por el contrario, esta barrera es útil para evitar que la epidermis pierda agua en personas con piel seca.

En este sentido, todos los expertos coinciden en que no es necesario preocuparse por la presencia de estos ingredientes. «La regulación europea es la más estricta a nivel mundial en cuanto a cosméticos. Hay comités científicos multidisciplinares que todos los años revisan estos ingredientes controvertidos, como los parabenos. A mí me gusta decir que los parabenos son los ingredientes más seguros que hay porque año tras año este comité los analiza», señala De Pons.

«Muchas veces demonizamos ingredientes que no son los más dañinos. En general, los cosméticos están muy regulados y si un ingrediente está en el mercado es porque por el momento no se tiene sospecha de que pueda ser perjudicial», coincide la doctora Cristina Eguren, dermatóloga del Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica de la Academia Española de Dermatología y Venereología.

Lo importante, señala Eguren, «no es el ingrediente en sí, sino el cóctel, la combinación de los diferentes ingredientes de unos y otros productos, porque se suele hacer rutinas con varios productos. Por eso, llamaría a la precaución. Utiliza los cosméticos que hagan falta, no más». Esto implica, sobre todo, evitar usar con demasiada frecuencia productos con acción exfoliante o peelings.

De todos modos, asegura la dermatóloga, salvo que haya una irritación puntual por el exceso de productos, «en cosmética es un poco absurdo obsesionarse con esto, porque una aplicación en la piel de la cara es una superficie muy pequeña y realmente el potencial que una sustancia puede tener de perjudicarnos es mínimo».

Más allá del INCI

Conocer los ingredientes de un producto sirve para orientarnos acerca de su acción y el propósito para el que ha sido formulado, pero no es suficiente para saber cómo reaccionará nuestra piel al aplicarlo, especialmente si lo hemos de usar a diario a lo largo del tiempo. «Ni un gran formulador va a ser capaz de conocer la fórmula final de un producto por el INCI, porque es como una receta: tú puedes saber los ingredientes que lleva, pero si no sabes cómo se ha preparado, al final, podría ser un bizcocho o podría ser una galleta», ilustra la farmacéutica Blanca González, vocal de Dermofarmacia del Colegio Oficial de Farmacéuticos de A Coruña (Cofc).

Los estudios de eficacia que realizan algunas marcas, aunque son limitados desde un punto de vista académico, ofrecen un puente de información entre los ingredientes y la receta final. «Podemos guiarnos por las reivindicaciones del producto, pero no todas son iguales. Si un producto afirma que disminuye las arrugas en un 20 % porque se ha hecho un estudio durante 28 días, doble ciego, aplicando el producto mañana y noche, esto es algo muy caro de hacer y que no es obligatorio, por lo que una marca que lo haga puede aportarnos más seguridad», observa De Pons.

Con todo, las marcas no siempre realizan estudios, especialmente si son empresas pequeñas que no cuentan con recursos para llevarlos a cabo. «Hay productos excelentes que, por ejemplo, son de una pequeña marca y no tienen estudios y pueden ser mejores que otros productos que sí los tengan. Para el usuario medio, puede ser mejor pedir recomendación en la farmacia o a un profesional para no guiarse solo por los estudios», propone la doctora Eguren.

El precio tampoco determina si un cosmético dará los resultados deseados. Como explica Blanca González, el valor de mercado responde a diferentes factores, «desde la fórmula y quién la desarrolla, la investigación que ha llevado a desarrollar el producto, los ingredientes y su calidad, hasta los estudios de eficacia que se hacen sorbe el producto, que también lo van a encarecer, pero también entran en juego el envase, sus materiales y, claro está, el posicionamiento de la marca».

«En alta perfumería, podemos encontrar productos por 300 o 400 euros que tienen la misma eficacia y calidad que una fórmula de farmacia de 100 euros. Pero esto tiene un límite. No es lo mismo un cosmético de cinco euros que uno de 30 o 60», detalla González. Por esta razón, recomienda dejarse aconsejar por un farmacéutico a la hora de elegir.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.