Perder el pelo en la era del minoxidil y el trasplante capilar: «Uno no se queda calvo si no quiere»
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Los expertos aseguran que, con los tratamientos actuales, es posible revertir la caída en cuestión de meses, salvo que ya se hayan perdido los folículos pilosos
24 feb 2025 . Actualizado a las 12:05 h.La popularización y la creciente democratización de los tratamientos y los trasplantes capilares han hecho que recuperar el cabello perdido sea más fácil y más accesible que nunca. A su vez, los implantes logran resultados cada vez más naturales y, a medida que el campo de la tricología evoluciona, la calvicie va dejando, poco a poco, de ser un hecho inevitable asociado al paso del tiempo, para convertirse en una elección personal.
Pero, en una sociedad que promueve el culto a la imagen y a la juventud como sinónimo de éxito, la presión estética está lejos de dejar esa elección librada puramente a criterios individuales. Y, aunque algunas encuestas poco rigurosas dejen a España en la cima del ránking de países con más calvos, en opinión de muchos expertos, la calvicie está, en el 2025, en pleno camino a su extinción. Exploramos las opciones que hay para aquellos que desean volver a lucir una cabellera lustrosa de la mano de los expertos.
Por qué los hombres se quedan calvos
Alopecia androgénica es el nombre científico del fenómeno que, desde hace milenios, lleva a los hombres a quedarse calvos. «Se origina principalmente por una predisposición genética, aunque no es su única causa y existen condicionantes ambientales que pueden llevar a ello», explica el doctor Juan José Lencina, dermatólogo del Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica de la Academia Española de Dermatología y Venereología (Aedv).
La alopecia androgénica es la forma más frecuente de pérdida del cabello y produce cambios en el ciclo de crecimiento del pelo. «El crecimiento tiene cuatro fases, que son la anágena o de crecimiento, la catágena, de involución, la telógena, de descanso, y la exógena, de caída. La mayor parte de los folículos, hasta un 90 %, están en fase anágena, porque el pelo está en constante crecimiento. Pero, en la alopecia androgénica, se produce una disminución de los folículos en fase anágena», explica la doctora Silvia Berjón Argente, médico estética y tricóloga.
«A nivel celular, lo que ocurre es que los folículos pilosos de personas con este antecedente presentan una sensibilidad aumentada a la dihidrotestosterona, una hormona derivada de la testosterona. La acción de la dihidrotestosterona acorta la fase de crecimiento del cabello, que es la fase anágena, y provoca que los folículos se miniaturicen progresivamente, generando un pelo cada vez más fino, hasta que dejan de producirlo», detalla el experto.
Aunque la genética es el factor predominante, intervenciones tempranas y cambios en el estilo de vida pueden ralentizar este proceso. «Por ejemplo, el manejo adecuado del estrés, la adopción de una dieta equilibrada y el inicio oportuno de tratamientos específicos pueden ayudar a preservar la densidad capilar», señala Lencina.
Normalmente, esta pérdida del pelo se inicia con un retroceso de la línea de implantación a nivel frontal, lo que provoca la aparición de las conocidas entradas en el cabello. Posteriormente, comienza la pérdida capilar a nivel de la densidad en la coronilla. «El curso de la alopecia androgénica es altamente variable y depende de factores individuales, como la genética y la respuesta al tratamiento. Es difícil quedarse completamente calvo, porque la parte lateral y posterior del cuero cabelludo suele conservarse», describe Lencina.
«Dependiendo del momento de inicio de la alopecia, y según el paciente, pueden pasar entre cinco y catorce años desde que se inicia la pérdida de pelo hasta que el paciente de queda calvo», detalla en este sentido el doctor Sergio Vañó Galván, dermatólogo, tricólogo y cirujano capilar, director de la Unidad de Tricología del Hospital Universitario Ramón y Cajal.
Más allá del trasplante
Cuando se empieza a notar una pérdida del pelo, consultar con un experto o experta en tricología es importante para descartar la posibilidad de que la alopecia esté relacionada con algún problema a nivel de otros órganos. En este sentido, la doctora Berjón señala que, con una analítica de sangre y una exploración mediante tricoscopia, se puede determinar el origen del problema y descartar anomalías en el perfil hormonal, así como déficits minerales o vitamínicos en la nutrición del paciente.
Según la experta, a día de hoy, la alopecia androgénica «se puede evitar en la inmensa mayoría de los casos». El doctor Vañó coincide en esta apreciación y señala que es «este tipo de caída del pelo es reversible si se corrige el agente causal», por lo que acudir al médico es primordial para encontrar esa causa.
La base del tratamiento es, en todos los casos, farmacológica. «El gold standard del tratamiento son dos o tres medicamentos que utilizamos, el minoxidil tópico, el finasteride y el dutasteride por vía oral», detalla Berjón, aunque reconoce que son cada vez más los pacientes que no quieren tratamiento farmacológico y que optan por otros caminos, «como el plasma rico en plaquetas, el láser de baja intensidad o los exosomas». Estas son terapias que buscan aportar nutrientes y factores de crecimiento directamente a la zona afectada. Estos son parte del enfoque de la tricología regenerativa, que se centra en dar estímulos al folículo para que potencie el crecimiento del pelo.
Para quienes optan por la medicación, el tratamiento puede aplicarse de manera tópica, oral o por medio de infiltraciones. «Estos fármacos han demostrado eficacia en numerosos estudios. Las diferencias radican en la cantidad de fármaco que el organismo recibe y en los posibles efectos secundarios de una u otra vía de administración. Por lo general, los tratamientos tópicos son más seguros, pero menos eficaces. Los orales aumentan la eficacia, a costa de mayores riesgos. La combinación de ambos tratamientos puede ofrecer resultados sinérgicos, aunque se deben evaluar posibles efectos secundarios», explica el doctor Lencina.
Los fármacos más utilizados
- Minoxidil: actúa estimulando la circulación del cuero cabelludo y prolongando la fase de crecimiento del cabello.
- Finasteride y Dutasteride: inhiben la enzima responsable de convertir la testosterona en DHT, reduciendo así la acción de esta hormona sobre los folículos.
La historia de los medicamentos para la caída del pelo es curiosa. Como ocurre en otros campos de la medicina, sus orígenes están en el tratamiento de otras enfermedades. «El minoxidil comenzó siendo un antihipertensivo, pero se descubrió que sus principales efectos eran a nivel capilar, porque provoca una vasodilatación, con lo cual, hay más flujo sanguíneo en los folículos, facilitando su crecimiento», explica Berjón.
Esta no es la única vía de acción del fármaco. «También tiene un efecto antiinflamatorio potente e interviene en procesos de señalización celular que aumentan el factor de crecimiento», añade la experta. En suma, se consigue que más folículos pasen a la fase anágena y que aumente la duración de esta fase.
El finasteride, descubierto en los años noventa, también tiene orígenes en otra especialidad médica. «Surgió como tratamiento para la hiperplasia de próstata y posteriormente se vio que tenía efectos antiandrogénicos. Es un inhibidor de la enzima que convierte la testosterona en dihidrotestosterona», explica Berjón.
La paciencia es clave para la recuperación capilar: un aspecto importante a tener en cuenta es que todos los tratamientos demoran unos meses en dar resultados visibles. «Entre seis y ocho semanas después de comenzar el tratamiento se empiezan a ver los efectos, y alcanzan el máximo a los tres meses», señala Berjón. Tras este período, el paciente debe continuar con una dosis de mantenimiento de la medicación para evitar que estos efectos se reviertan.
Los efectos adversos del minoxidil incluyen picazón, sequedad, descamación, irritación o ardor del cuero cabelludo, mientras que el finasteride puede llegar a asociarse a problemas a nivel sexual, como dificultades para tener o mantener una erección, disminución del deseo, problemas en la eyaculación o dolor en los testículos.
Con todo, los expertos coinciden en que la eficacia de los fármacos es elevada. «Uno no se queda calvo si no quiere. Tenemos medios para tratar la mayoría de los casos de alopecia y de reducirla. Lógicamente, cuando más tiempo ha pasado, más va a costar y peor va a ser el resultado. Por eso, es fundamental empezar desde que aparecen los primero signos de caída del pelo, para prevenir que esto aumente», indica Berjón.
Pese a la eficacia de los fármacos, la alopecia va subiendo de grado con el paso del tiempo y llega un punto en el que no es posible revertirla a través de esos métodos. «Cuando ya se ha perdido el folículo piloso y no queda casi pelo, el tratamiento médico no conseguirá mejorarlo y habrá que recurrir al trasplante capilar», detalla Vañó.
Otras opciones
Dentro de las posibles alternativas, se han estudiado diversas terapias complementarias que pueden beneficiar a muchos pacientes. «Algunos extractos de plantas, como el saw palmetto, han mostrado potencial para bloquear la conversión de testosterona en DHT, aunque la evidencia clínica es aún preliminar y menos contundente que la de los tratamientos convencionales», observa el doctor Lencina.
Otras herramientas, como la terapia con luz LED o la acupuntura, pueden ayudar a mejorar la salud del cuero cabelludo, «pero se requieren más estudios para confirmar su eficacia de forma consistente», señala el experto. Estas terapias suelen utilizarse de manera complementaria al tratamiento farmacológico.
También es beneficioso, en algunos casos, el uso de suplementos vitamínicos. «Suplementos con biotina, hierro, zinc y vitaminas del complejo B han demostrado apoyar la salud capilar en contextos de carencia nutricional. Pero es fundamental realizar una evaluación médica previa para detectar deficiencias específicas y evitar la administración innecesaria o excesiva de nutrientes, ya que el exceso también puede tener efectos negativos», advierte el experto.