Tus sábanas podrían estar dañando tu salud: así es como respiras microplásticos mientras duermes
VIDA SALUDABLE

Con cada lavado de textiles sintéticos se liberan microfibras que pueden terminar dentro del cuerpo
07 ago 2025 . Actualizado a las 13:09 h.Cada noche, mientras nos sumergimos en el descanso, podríamos estar respirando diminutas partículas de plástico sin saberlo. No se trata directamente de una amenaza industrial ni de la contaminación del exterior: están en las camas, en las sábanas, fundas y almohadas fabricadas con fibras sintéticas. Y, aunque no se puedan siempre ver o sentir, esas microfibras están ahí, flotando en el aire y entrando en nuestro cuerpo. Entonces, ¿qué podemos hacer? Los expertos nos comparten sus recomendaciones: desde cambiar los filtros de las lavadoras hasta chequear las etiquetas de la ropa.
La Organización de Las Naciones Unidas (ONU), a través del Programa para el Medio Ambiente, define los microplásticos como pequeñas partículas de plástico sólido, insolubles en agua y con un tamaño igual o inferior a cinco milímetros. Estas diminutas partículas, casi imperceptibles, pueden clasificarse en dos tipos. Primario, que es cuando se fabrican exclusivamente para productos como cosméticos o detergentes, o secundario, resultado de la fragmentación de plásticos más grandes, como pueden ser en el caso del desgaste de tejidos sintéticos.
Fibras como el poliéster, el nylon o el acrílico han sido materiales protagonistas de la industria de la moda y el hogar por su bajo coste, ligereza y durabilidad. Pero cada lavado libera millones de fibras plásticas que terminan en ríos, mares y, eventualmente, en el cuerpo humano. Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, alrededor del 8 % de los microplásticos europeos que llegan a los océanos provienen de textiles sintéticos. A nivel global, entre 200.000 y 500.000 toneladas de partículas con este origen se vierten en ecosistemas acuáticos de todo el mundo.
Diversos estudios ya han evidenciado la presencia de estas fibras en el agua potable, sal de mesa, pescados, mariscos; incluso en tejidos humanos y sangre. Un estudio publicado en Environmental Science & Technology estima que una persona puede ingerir aproximadamente 121.000 unidades de microplásticos al año. Pero más allá de lo que comemos, una vía aún más directa está ganando protagonismo: el aire que respiramos.
El dormitorio: una fuente inadvertida de exposición
«Dentro de nuestro hogar hay muchas fuentes, como las cortinas, las sábanas y los sofás. Hay muchos tejidos sintéticos de los que se desprenden pequeñas fibras», explica Carlos Baeza, médico del Servicio de Neumología del Hospital General Universitario de Elche e investigador sobre microplásticos en las vías respiratorias. «Cuando en una ventana vemos la luz y notamos como hilos flotando, muchos de ellos son fibras plásticas que están en el aire», ejemplifica el experto.
Baeza advierte que ya varios investigadores piensan que la principal vía de entrada de los microplásticos en el cuerpo humano sería la respiratoria. «Si algo nos ha enseñado la pandemia por la COVID-19 es lo difícil que es protegerse de algo que estás respirando. No podemos elegir no respirar, y estos microplásticos están por todas partes», agrega el neumólogo.
A esta exposición se suma el desgaste constante de textiles sintéticos con los que dormimos. Sábanas, mantas, cobertores o fundas de almohadas fabricadas con poliéster u otras fibras sintéticas liberan microfibras con cada lavado, y, probablemente, con el simple roce del cuerpo al dormir.
Uno de los tipos de plástico que más se han encontrado en los pulmones de las personas, de acuerdo a investigaciones llevadas a cabo por el Hospital General Universitario de Elche, en colaboración con la Universidad Politécnica de Cartagena y la Universidad Autónoma de Madrid, es la viscosa: «Es un polímero semisintético que se usa mucho precisamente en la fabricación de fibras textiles. Por lo tanto, parece razonable pensar que usar vestimentas y ropa de cama hecha con estos materiales podría aumentar nuestra exposición, aunque esto es en teoría», comenta Baeza.
Además, estos materiales no solo liberan fibras: también pueden acumular el polvo del ambiente, que a su vez contiene partículas plásticas. «Se estima que de cada 20 kilos de polvo que tenemos en nuestros hogares, 6 son microplásticos», señala Baeza.
¿Qué le hacen los microplásticos al cuerpo?
El problema no es solo el plástico en sí. Estas partículas funcionan también como portadoras de aditivos químicos tóxicos. «El efecto de estos compuestos químicos no se ve de inmediato. Son efectos de lo que llamamos toxicidad crónica, es decir, estás expuesto a cantidades muy pequeñas cada día de tu vida. A medio o largo plazo, esa exposición continuada puede llegar a causar problemas de salud», explica Ethel Eljarrat, directora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC).
Según la experta, la mayoría de los compuestos presentes en los microplásticos actúan como disruptores endocrinos, lo que significa que tienen la capacidad de alterar el equilibrio hormonal del cuerpo, y así provocar obesidad, diabetes y problemas de fertilidad. Además, Eljarrat advierte que algunas de estas sustancias también poseen propiedades neurotóxicas, afectando el sistema nervioso, y otras son clasificadas como cancerígenas, aumentando el riesgo de desarrollar esta enfermedad.
Baeza afirma que se ha detectado que los pacientes con mayores concentraciones de microplásticos en sus pulmones suelen presentar una función respiratoria más deficiente, mayor inflamación y más nódulos. Además, el especialista indica que estos pacientes «tienden a crecer más gérmenes con potencial patógeno, por lo que podrían tener un papel en la transmisión de enfermedades infecciosas respiratorias».
Dormir mejor, también es elegir mejor
Si bien es imposible eliminar los microplásticos en nuestro día a día, existen formas de reducir la exposición doméstica. Y una de ellas comienza en el lugar donde pasamos un tercio de nuestra vida: la cama.
Optar por textiles naturales como el algodón orgánico, lino, cáñamo o bambú puede marcar una diferencia. Estas fibras son biodegradables, no liberan microplásticos durante su uso ni su lavado, y en general, tienen una vida útil más sostenible.
Eljarrat explica que la contaminación se potencia «cada vez que ponemos una lavadora en casa, porque, actualmente, el 70 % de los tejidos están hechos de material plástico. Así, se desprenden estas microfibras contaminantes».
Para tomar decisiones más informadas, es importante revisar las etiquetas de los productos. Sellos como la certificación de productos textiles orgánicos (GOTS, por sus siglas en inglés) garantizan que el algodón ha sido cultivado y procesado con criterios ambientales rigurosos. También es útil buscar indicaciones como «100 % lino», «cáñamo» o «bambú», y evitar mezclas con poliéster u otras fibras sintéticas. Aunque el precio inicial pueda ser más alto, los beneficios para la salud y el medio ambiente lo convierten en una inversión a largo plazo.
Y no solo importa lo que usamos, sino también cómo mantenemos nuestros hogares. Baeza ofrece algunas recomendaciones clave: «Lo primero sería ventilar adecuadamente nuestros hogares. Parece que las concentraciones de microplásticos tienden a ser mayores en ambientes interiores. También limpiar bien el polvo y, si es posible, usar filtros HEPA en aspiradores o purificadores de aire, que son los que mejor han demostrado filtrar este tipo de partículas», agrega el experto.