Una campana monfortina que lleva 95 años repicando en San Salvador de Asma

Francisco Albo
francisco albo CHANTADA / LA VOZ

LEMOS

La iglesia conserva un instrumento fundido en 1920 por la familia Blanco

13 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La iglesia chantadina de San Salvador de Asma -situada junto al antiguo convento benedictino para el que se acaba de pedir la declaración de bien de interés cultural- guarda en su campanario un pequeño secreto histórico. En la campana pequeña de la torre puede leerse una inscripción que reza: «Blanco me hizo. Monforte». Otra leyenda grabada en su parte superior indica que el instrumento musical fue fabricado en 1920 por encargo del párroco Marcial García.

La campana salió por lo tanto de una fundición que una familia campaneros monfortinos regentó a lo largo de muchos años en la parroquia de Ribas Altas y el barrio de O Morín. El taller cesó su actividad en 1965, cuando lo regentaba el artesano Antonio Blanco Lemos, ya fallecido. El oficio lo heredó de su padre y éste de su abuelo, un campanero oriundo de Cantabria -una región de gran tradición campanera- que se asentó en Monforte en el siglo XIX. Durante más de cien años, esta familia se encargó de fundir incontables campanas que se destinaron a iglesias de toda Galicia, en especial de la provincia de Ourense, así como de Asturias y León.

En muchos lugares

La marca de fábrica «Blanco me hizo» -que sigue la fórmula habitual entre los campaneros para señalar el origen de sus piezas- fue utilizada de forma invariable por tres generaciones y aún puede verse en muchos otros lugares, además de la iglesia chantadina. Uno de ellos es la aldea de A Veneira de Roques, en A Pobra do Brollón, en cuya iglesia parroquial hay una antiguas campana que salió del mismo taller en 1905.

Según explicó en su día el último miembro de este linaje de campaneros, los instrumentos que se fundían en el taller monfortino estaban fabricados con una aleación formada por un 78% de cobre y un 22% de estaño. El cobre procedía de viejos alambiques y otros cacharros que los artesanos compraban habitualmente a los chatarreros de la comarca. Para elaborar los moldes en los que se fundían las campanas, por otra parte, se utilizaba barro arcilloso que se conseguía en la parroquia monfortina de Reigada y en la localidad soberina de Canaval.

En Galicia, los primeros talleres estables de fundición de campanas datan de la primera mitad del siglo XVII. El más antiguo que está documentado inició su actividad hacia 1630 en la parroquia de Arcos da Condesa, en Caldas de Reis. Pertenecía a la familia Ocampo, que ejerció este oficio a lo largo de dos siglos y medio. Como se ve también en el caso de la familia Blanco de Monforte, era muy habitual que esta profesión se fuese transmitiendo de padres a hijos y nietos.